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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

¿Usted cree a Trapero?

El exjefe de los Mossos, Josep Lluis Trapero, a su llegada al juicio

Antonio Franco

Casi todo el mundo quedó deslumbrado ante el testimonio de Josep Lluis Trapero, el que fue jefe de los Mossos. Sorprendió (y agradó) a toda la gente de orden porque habló sin eufemismos y con naturalidad de la ilegalidad del referéndum, porque dejó literalmente como irresponsables tanto al expresident Carles Puigdemont como al exconseller de Interior Joaquim Forn por coquetear con el riesgo de graves desórdenes públicos. E incluso apabulló cuando dijo que en el momento de la declaración unilateral de independencia él ya tenía preparado un dispositivo para detener a todo el Govern catalán si era eso lo que se le ordenaba desde la legalidad constitucional española.

En lenguaje coloquial se podría decir que casi fue un 'A por ellos', refiriéndose a quienes desobedecieron las leyes, por parte de la gran esperanza blanca de quienes le consideraban la persona clave para defender a la fuerza lo que hoy todavía se llama técnicamente “rebelión”, “sedición”, “malversación” o “desobediencia” en las acusaciones del juicio del procés.

Intentemos analizar con precisión lo que hizo Trapero ante el tribunal. Efectuó la declaración perfecta como testigo de una persona acusada (aunque no en este juicio) de prácticamente lo mismo que quienes están en el banquillo. Desplegó una defensa verbal muy inteligente de su persona, de su propia inocencia y de lo que hicieron -y no hicieron- los Mossos que estaban a sus órdenes, sobre todo si consideramos que estaba en un ensayo general de su próxima cita en la Audiencia Nacional.

La palabra “ensayo” me parece correcta porque su intervención tuvo una sobria dimensión teatral. Si desmenuzamos con frialdad lo que dijo convendremos en que no fueron cosas extraordinarias. Ahora ya hay mucha gente que habla mal de Puigdemont y Forn, también está roto en Catalunya el tabú de negar que el referéndum fue manifiestamente ilegal, y lo de la posibilidad de detener a los miembros del Govern llama la atención aunque sean palabras que no pueden demostrarse ya que ni se dijeron en público ni están verificadas porque no se le ordenó que actuase en esa dirección.

El juicio hasta ahora ha traído muchas palabras. El testimonio de Trapero choca frontalmente con el que dio Diego Pérez de los Cobos, responsable de la policía española. El uno dice que intentó cumplir el mandato judicial, el otro precisó con muchos detalles que no, que el mandato de la Fiscalía era impedir la votación y “garantizar la paz social” de la gente que quería votar, cuando en realidad la actuación de los Mossos buscó respetar al máximo a la gente aunque eso comportase no impedir la votación.

Como en los juicios siempre hay testimonios contrapuestos, la verdad acaba deduciéndose de los hechos. Respecto a ese punto-clave, la realidad es que los Mossos respetaron al máximo “la paz social” y no impidieron la votación. Otra realidad es que las visitas previas de los mossos a los colegios electorales, anunciando que se presentarían a las seis de la mañana para evitar que la gente se apalancase en esos centros, comportó que el 1-O hubiera grupos de numerosos votantes que ya habían tomado posiciones, de modo que a los agentes les resultó casi imposible retirar las urnas.

Una tercera evidencia es que enviando una simple pareja de agentes a cada centro no se iba a poder evitar la votación, y los Mossos, que eran el cuerpo central que debía protagonizar el operativo, habían rechazado refuerzos de la Policía Nacional y la Guardia Civil para incrementar desde el principio el número de hombres de esas dotaciones. Trapero habló muy poco, por cierto, de estos detalles concretos. Otro aspecto: la gente que estaba en los colegios electorales ha expresado en general una curiosa y llamativa satisfacción por lo que hicieron los agentes autonómicos para intentar impedir -sin conseguirlo- su voto, censurando sólo lo que hicieron los policías y guardias civiles.

Hay otro detalle interesante. Ante lo mal que lo hacía el interrogador de Vox , que no conseguía que Trapero explicase su guión, tuvo que ser Javier Melero, abogado defensor de Joaquín Forn, quien provocó con una pregunta que pareció improvisada que el jefe de los Mossos hiciese la parte más comprometedora para, entre otros, su propio cliente, y quedase bien cerrado el círculo de lo que posiblemente se quería que acabase saliendo. En el lenguaje de los cronistas deportivos a eso se le denomina lanzar un buen centro para que el ariete marque el gol previsto desde antes en las casetas.

Ante todas estas cosas vale la pena que la gente de orden que sigue el juicio piense en si realmente se cree lo que dijo Trapero.

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