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Fariña: Cuando el presidente de la Xunta se reunía con contrabandistas huidos al norte de Portugal

El candidato a la presidencia de la Xunta de Galicia Gerardo Fernández da lectura a su programa durante la sesión de investidura en la sede del Parlamento gallego (1982). Al fondo, Mariano Rajoy.

Gonzalo Cortizo

En el verano de 1984, un antiguo pazo portugués con vistas al río Miño fue escenario de la conversación que mantuvieron un grupo de contrabandistas huidos con el entonces presidente de la Xunta, Xerardo Fernández Albor, de Alianza Popular. El periodista Nacho Carretero recoge el episodio en su libro Fariña y explica que “Albor recomendó a los capos que regresaran a España y se entregaran a la justicia”. Así lo acabarían haciendo meses después para esperar una sentencia que no llegaría hasta principios de los años 90, momento en el cual sus delitos fueron declarados prescritos.  

Aquel encuentro entre el poder político y los capos del contrabando de tabaco obligó a Albor a dar explicaciones en el Parlamento de Galicia en una sesión plenaria que se celebró a finales de noviembre de 1984. eldiario.es ha accedido a las actas de aquel pleno en el que Albor explicó que se reunió con los contrabandistas por motivos humanitarios. 

El diario de sesiones de aquel día recoge las explicaciones del predecesor de Fraga sobre un encuentro que calificó como casual. Según su propio relato, Albor decidió quedarse a dormir en el mismo hotel de Vilanova da Cerveira, en el que estaban los contrabandistas huidos, sin saber de su presencia en el establecimiento: “Cuando estaba cenando, se acercó mi secretaria y me dijo que había unos señores que querían hablar conmigo. Me dijo que suponía que eran personas que estaban huidas. Decían que querían hablar conmigo y que de allí no se movían hasta conseguirlo. Me pareció oportuno salir al hall  y preguntarles qué querían”, relató ante el Parlamento. 

“Esa gente no se iba a marchar de allí y yo no podía saltar por una ventana porque no había. Tenía que hablar con ellos”, argumentó el jefe del Gobierno gallego en aquellos años. Albor, defendió en aquel pleno su honorabilidad y concluyó: “No me tengo porque avergonzar por hablar con unos señores que podían ser o no delincuentes (...). Yo hablo con todo el mundo”. 

La versión del Gobierno gallego señaló que los contrabandistas, con Marcial Dorado a la cabeza, le pidieron a Albor garantías de que si se presentaban ante la justicia española, el trámite iba a ser rápido. Albor les contestó que los ritmos de la justicia no eran labor de su competencia y que él nada podía hacer para cumplir las reclamaciones de los capos. A pesar de ello, les invitó a poner sus peticiones por escrito. Esa carta acabaría llegando a los buzones oficiales de la Xunta de Galicia y los servicios jurídicos del gobierno gallego la responderían en apenas unos meses en el mismo sentido en el que se había posicionado Albor durante su encuentro: no había nada que hacer. Hasta aquí la versión oficial de un encuentro que, según su protagonista, “duró un minuto o dos, como mucho”. 

La sombra de la duda es una constante en el análisis de las relaciones entre los contrabandistas y el poder político durante aquellos años. Grandes nombres del contrabando y el narcotráfico como Nené Barral o Pablo Vioque, lo fueron también de la vida política de ayuntamientos como Ribadumia o Vilagarcía, bajo las siglas de Alianza Popular.  

En Fariña, Carretero va más allá a la hora de explicar las relaciones entre los capos de las planeadoras y los de los despachos oficiales. El libro recoge una conversación intervenida años después del episodio portugués a dos de los capos huidos, Celestino Ayala y Manuel Prado, socio de Marcial Dorado. En esa charla, Ayala afirma: “Nos van a joder un año más, hasta que salga Fraga”.

La receta se completa, según Fariña, con el párrafo que escribió la periodista de El País Elisa Lois en una de sus crónicas sobre los hechos de aquellos años: “Si los movimientos de los tabaqueros ya eran favorables a la causa política personalizada en Manuel Fraga, después de la redada de 1983, los apoyos se multiplicaron. Eso sí, las aportaciones de los contrabandistas a las campañas electorales constituían una información tan reservada como la hora o el lugar de descarga de la mercancía”. 

Sobre el libro que condensa toda esta historia pesa ahora una orden de secuestro, dictada como medida cautelar por un juez de Collado-Villalba. La serie que se basa en manuscrito de Carretero, se ha estrenado este miércoles en Antena 3, rodeada de polémica y expectación. 

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