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La Cumbre de París aprueba el nuevo acuerdo contra el cambio climático

Laurent Fabius, Ban Ki Moon y François Hollande tras aprobarse el acuerdo / COP21

Raúl Rejón

París —

Ha costado cuatro años de trabajo, desde que, en 2011, la Conferencia de Durban (Suráfrica) diera un mandato para superar el Protocolo de Kioto. Decenas de convenciones y una prórroga in extremis para sacar adelante un acuerdo sobre la lucha contra el cambio climático. Son 29 artículos que el presidente de las negociaciones, Laurent Fabius, ha llamado “históricos” antes de golpear con el martillo que remachaba la votación: “Es pequeño pero hará mucho ruido para la humanidad”.

Tras los aplausos, Fabius le ha dado la palabra a Nicaragüa que ha dicho no entender por qué se les había negado el turno antes de la aprobacion: “No podemos acompañar este acuerdo”, ha dicho. Y se ha quejado de que no se ha escuchado las voces “de algunos países en vías de desarrollo”. Su representante ha asegurado que el documento “nos manda a los 3ºC y les quita sus derechos a nuestros nietos y bisnietos”.

Ha sido la voz discordante. Después se ha sucedido una batería de felicitaciones. El secretario de Estado de EE UU, John Kerry ha afirmado que “nos hemos colocado en una vía sostenible para el planeta. Es una gran victoria para todos”. Tras las palabras quedaba un compromiso que ha ido dejándose ambiciones a cambio de incorporar a los países más reacios. EE UU y China han evidenciado la fuerza real de la Unión Europea en la mesa de negociaciones al ir desapareciendo las propuestas más punteras que debía defender el comisario Miguel Arias Cañete. ¿Qué significa el Acuerdo de París para el clima mundial?

De Protocolo a Acuerdo

Una primera concesión. Según los técnicos que han pululado por la COP21 estos días, ese cambio rebaja la fuerza legal internacional del texto. La justificación ofrecida es que un acuerdo podría incorporar a más partes que, de otra manera, se descolgarían. La posibilidad de que China o EE UU huyeran del compromiso ha ido marcando la pauta a la hora de ir puliendo el articulado. El Acuerdo de París se puede firmar hasta abril de 2017 y será efectivo si congrega a 55 países que sumen el 55% de las emisiones mundiales (Kioto tuvo que esperar hasta nueve años hasta cumplir este requisito en 2005). La situación global debería revisarse cada cinco años pero a partir de 2023.

La Tierra no debe calentarse más de 2ºC

Al final, la cifra de calentamiento máximo a largo plazo se coloca en esos dos grados: “Mantenerlo muy por debajo de los 2ºC” dice el texto. Implica que la temperatura media del planeta (tanto de los continentes como de los océanos) no debe crecer más allá de ese límite respecto a mediados del siglo XIX. Se solicita que “se persigan los esfuerzos” para que ese calentamiento se quede en 1,5ºC. Los científicos del Panel de Expertos de la ONU advierten de que la mitad de ese crédito está casi consumido. Para 2015, el incremento rozará ya 1ºC.

Las herramientas: podrá emitirse CO2 si se atrapa y almacena

“Para conseguir el objetivo a largo plazo sobre temperatura” los países tienen que emprender “rápidos recortes” en las emisiones de gases de efecto invernadero, dice del texto. Siempre después de haber alcanzado un pico que llegará, establece, “tan pronto como sea posible”. La idea de los recortes va encaminada a “conseguir un equilibrio entre las emisiones de origen antropogénico y las captaciones [de esos gases] que hagan los sumideros”. Es decir, una resta entre lo que se lanza y lo que se atrapa. No se hace mención a que las economías deban descarbonizarse.

El origen de las emisiones da igual: quemar petróleo, carbón o gas. Lo que se pide es que al restar salga un total mundial sea cada vez menor. Los combustibles fósiles quedan a salvo de una censura expresa. Y se utilizará la capacidad de tragar CO, por parte de tecnologías o plantaciones de bosques, para ajustar las cuentas. La organización de los Pueblos Indígenas han interpretado esto como una carta blanca para “privatizar y vender los bosques como compensaciones para el carbono”, explica el abogado experto en derechos humanos Alberto Salamando.

La poda de las versiones del texto se ha llevado las propuestas más concretas sobre la mitigación de emisiones: una fecha precisa para dejar de usar fuentes de energía basadas en el carbono o unos porcentajes exactos de recortes de gases. Ahora se emplaza a que la reducción general se consiga en la “segunda mitad del siglo” XXI. “Es una farsa de acuerdo”, repiten en Amigos de la Tierra. Para los ecologistas, “los intereses de los combustibles fósiles han desvirtuado completamente el acuerdo que se queda en palabras vacías de contenido”.

Obligación legal solo para la contabilidad de emisiones

Para hacer un seguimiento de cómo se está desarrollando el acuerdo, el texto ha incluido la obligación de que los países proporcionen regularmente “un inventario nacional” de las emisiones netas que producen: el gas que lanzan menos el que acaba en los sumideros. También “ofrecerán la información necesaria para evaluar si se están consiguiendo los objetivos de emisiones nacionales”.

Era un punto especialmente delicado para países como EE UU y China (los máximos emisores de CO del mundo) ya que no estaban deseosos de que les examinara. La expresión “jurídicamente vinculante” saltó en las versiones previas y ya no ha regresado. Además, la información ofrecida por los Gobiernos tiene que ser revisada por un experto. A cambio de ese mecanismo para “promover el cumplimiento” del acuerdo, se subraya que no la revisión se hará de manera “intrusiva” o “punitiva” o que colisione con la “soberanía nacional”.

Los nuevos ricos no pagarán si no quieren

Que los países industrializados tienen que pagar a los vulnerables para que se adapten y desarrollen estaba garantizado antes de empezar. Pero la batalla se daba con los estados que han crecido mucho desde 1997. Tanto que ahora empiezan a comportarse como potencias económicas. Se discutía si era el momento de que ya pasaran a financiar al mundo más desfavorecido. China ha levantado un muro infranqueable: si un país que no esté en el grupo de los históricamente desarrollados pone dinero será “voluntariamente”. Y sin cifra alguna concretada.

El fondo de ayuda de 90.000 millones de euros anuales que deben aportar los países ricos ha saltado del articulado. Se ha convertido en una decisión de la Conferencia de las Partes (los representantes del Convenio de la ONU para el Cambio Climático) para que antes de 2025 se establezca un nuevo fondo nunca menor a esas cantidad de dinero. Esas decisiones pueden ser modificadas cada año sin esperar a que se ponga en marcha el gigantesco mecanismo de redacción de acuerdos.

Mercado mundial de emisiones de carbono

Aprovechar otro país para descontar emisiones en el propio. Este manera de contabilizar las reducciones de CO2 han recibido el nombre de “mitigación de transferencia internacional”. Se basa en el mercado de bonos de emisiones y el crecimiento limpio. El mercado ETS ya funciona, por ejemplo, en la Unión Europea: los países o las industrias que superen sus límites de CO2 pueden comprar excedentes en un mercado. Así les cuadran las cuentas. El acuerdo reconoce esta metodología para caminar hace la reducción global del emisiones de gases de efecto invernadero. Estas medidas “significan una profundización en la mercantilización del medio ambiente. Favorecen la especulación y la política del talonario frente a los esfuerzos reales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”, ha analizado la organización Ecologistas en Acción al conocer la resolución.

En este sentido también han aparecido los mecanismos de crecimiento limpio que permiten que un país desarrollado se descuente de su volumen de emisiones de gases las iniciativas que pueda implantar en un pais en vías de desarrollo. Por ejemplo, la plantación o conservación de una masa forestal.

Propuestas de la Unión Europea sacrificadas

En medio de la COP21, el comisario de Energía y Cambio Climático salió a anunciar que la Unión Europea había auspiciado una alianza “de alta ambición” a la que se incorporaban desde EE UU a Brasil para dar lustre al impulso europeo en la cumbre. Sin embargo, múltiples apuestas de la UE han sido sacrificadas. La financiación “adecuada y suficiente” para el sur global que proponían ha quedado en la expresión “recursos financieros” a secas. El concepto “descarbonización” ha terminado diluido en la fórmula de compromiso: cómputo de emisiones de gases atenuadas por la captación de CO. La exigencia de Cañete de que se incorporaran en el acuerdo medidas para el transporte marítimo y aéreo, simplemente, se evaporó.

El portavoz europeo de Equo, Florent Marcellesi, ha concedido que “es la primera vez que se alcanza un acuerdo universal y eso puede ser un punto de inflexión”. Así que “se ha hecho un marco en el que cupieran todos los países, después veremos si esto es una puerta abierta para lo mejor o para lo peor”.

Nota:

El viaje y la estancia del enviado especial de eldiario.es a la COP21 han sido sufragados por la organización Ecologistas en Acción con la ayuda de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Ecologistas en Acción ha organizado una delegación de periodistas para asistir a la conferencia.

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