Nos necesitamos... y no solo el 8M

Hola.

Estoy cansada. Es muy probable que cualquiera de quienes me estáis leyendo ahora mismo sintáis lo mismo. Cansancio. Es físico, es mental. Es acumulación. Podría haber empezado la newsletter así otras veces, porque el cansancio no es algo excepcional en estas vidas que llevamos, pero lo hago hoy por varios motivos. Porque estoy pensando en el 8M, que es este sábado. Porque estoy pensando en mis dos últimas semanas. Porque estoy pensando en qué es lo que me levanta cuando me siento aplastada.

Me levantan las otras. Las llamadas de amigas. Mis compas de trabajo apoyando lo que hago, aguantando conversaciones interminables y dolores de cabeza. Una me da un abrazo, el otro me trae chuches. Me levanta una canción. Las frases de autoras que subrayo en libros para rescatarlas de vez en cuando. Las conversaciones con mi hijo, la manera en la que me permite compartir su intimidad. Los dulces. La forma en la que mi madre se indigna cuando suceden injusticias. Un viaje. Quedarme en el sofá descansando mientras alguien a quien quiero me hace la comida. Notar la sororidad aun cuando me separan miles de kilómetros de quien me la 'envía'.

Me levanta sentirme al lado de otras para cambiar las cosas, o al menos intentarlo. ¿Por qué nos hacemos feministas?, ¿en qué momento se le cae la venda a cada una?, ¿quién o qué nos influyó?, ¿quiénes o qué nos sostienen cuando estamos cansadas o hartas o desanimadas?Todo lo malo que sucede en el mundo nos cansa. La sensación de tener que volver a explicar una y otra vez lo que ya pensábamos que se sabía. La rabia de asistir a los pasos atrás y a los discursos que dan miedo. Las peleas. También nos cansan las injusticias del día a día, las carreras, lo de la cuenta corriente y la vivienda, lo de que no nos crean, lo de que nos incomoden, lo del desgaste laboral, lo de la conciliación de mentira, la violencia, la que sufrimos y la que vemos que sufren las otras.

Sé que no parece un discurso muy alentador de cara al 8M. Yo lo veo, más bien, como un reconocimiento de nuestro cansancio y, por tanto, de nuestra necesidad de descansar y de darnos tregua. Es también un reconocimiento a la necesidad que tenemos de las otras y de los otros. No vamos a salvar el mundo solas, ni siquiera nuestros mundos personales. En un mundo donde la confrontación, la manipulación y el individualismo están a la orden del día, reconocer que nos necesitamos es fundamental.

No, nos va a salvar cultivar nuestra autoestima, ni ir a clases de cerámica, o seguir los consejos para convertirnos en mujeres u hombres con potencial, ni aprender a estar solas, a que no nos afecte nada. Nos salvará estar con las demás, cuidar y dejar que nos cuiden, unir ideas, intentar llevarlas a cabo juntas. Nos salvará sentirnos acompañadas. Parar a descansar, también a reflexionar, y seguir cuando podamos. Sabernos vulnerables y no pretender no serlo, sino construir la posibilidad de vivir siendo vulnerables y no morir en el intento. A veces llegaremos más, otras menos.

Nos salvará disfrutar siempre que podamos.

Un tema

No quería dejar de incluir en el boletín un tema que es de hace unas semanas pero que se compartió mucho. Mi compañera Marta Borraz escribió un reportaje sobre cómo muchas mujeres pagan para abortar en clínicas privadas para evitar los problemas de hacerlo en la pública: esperas, trabas, desplazamientos...

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Hay dos o tres cosas que tengo claras, y una de ellas es lo que implica que la única versión de tu vida que aprecias sea la que tú misma has creado.

Lo dice Dorothy Allison en 'Dos o tres cosas que tengo claras' (maravilloso, lo tienes en Errata Naturae) y así me despido.

Ana