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De las aulas a las calles

Greta Thunberg, una de las voces convertidas en símbolo del movimiento juvenil en defensa del medioambiente

Nieves Rey

Directora de comunicación de Ecoembes —

Hace unos meses, Steffen M. Olsen, científico del Instituto Meteorológico de Dinamarca, capturó una imagen desoladora que, rápidamente, se hizo viral. La instantánea mostraba a unos perros tirando de un trineo sobre el agua, poniendo de manifiesto el enorme deshielo que está sufriendo Groenlandia, y que no es más que otra consecuencia del proceso de cambio climático que está experimentando el mundo en el que vivimos.

Nuestro planeta se apaga. Así lo demuestra un informe reciente del IPCC, el Panel de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, que ha alertado sobre la degradación que está sufriendo el suelo, o el aumento galopante de la temperatura que, si seguimos así, superarán los 1,5 ºC en 2040.

Son solo algunos ejemplos que ponen de manifiesto la necesidad de cuidar, curar y proteger nuestro planeta. Una preocupación que se ha materializado de manera muy visible en el ámbito de la movilización social y, en concreto, de una generación. Nuestros jóvenes, esos que se están educando en una sociedad en la que el respeto al medio ambiente por primera vez tiene protagonismo -aunque no todo el que se merece-, son los que están empezando a tomar las riendas de la protesta pública.

Greta Thunberg, una adolescente sueca de 16 años, es una de las voces convertidas en símbolo del movimiento juvenil en defensa del medio ambiente, liderando grandes manifestaciones contra el cambio climático en los denominados Fridays For Future. Precisamente hoy, este movimiento da un paso más, convocando a millones de estudiantes por una buena causa: pedir a los gobiernos la acción en materia de cambio climático. La frase de la propia Greta “No me escuchen a mí, escuchen a la ciencia” bien podría ser una razón de peso para hacerlo.

Tenemos a la generación más preparada de la historia tomando las calles para reclamar que otra manera de hacer las cosas es posible, y su reivindicación es el mejor ejemplo de que el futuro del planeta pasa por integrar el medio ambiente en la educación de una manera efectiva y real. Ellos, que han nacido en una sociedad con preocupación ambiental, tienen conciencia plena de las amenazas a las que se enfrenta el planeta y han desarrollado una responsabilidad para con su entorno. No solo piensan en el futuro, sino que actúan para cambiar las cosas, y con la urgencia propia de su edad, no están dispuestos a esperar a que otros, que no van a vivir en el planeta dentro de 50 años, sigan poniendo excusas mientras ellos se quedan sin tiempo.

Sin duda, para todos los que nos preocupamos por cuidar el medio ambiente, es un aliciente que la generación más joven se movilice con el objetivo común de cuidar el planeta, en lugar de destruirlo. No obstante, aunque su “tirón de orejas” a los gobernantes es más que necesario y bienvenido, confiamos en que la protesta vaya acompañada de un cambio real en su día a día. Porque el planeta agradece los gestos, pero requiere acciones.

Queremos que nuestros jóvenes sean conscientes de que cada elección tiene un impacto en el entorno, desde el transporte que usamos a la ropa que compramos, pasando por cómo reducimos, reciclamos y no abandonamos nuestros residuos. Si queremos prevenir el cambio climático y concienciar a la población, es necesario definir cuanto antes una educación ambiental activa, formar niños y jóvenes con un fuerte convencimiento de que hay que cambiar nuestra manera de vivir. Un reto que pasa por implantar políticas que doten de las herramientas necesarias para construir ese compromiso desde las aulas.

Somos muchas las organizaciones ambientales que llevamos años apostando porque la educación ambiental tenga el papel que se merece. Desde Ecoembes, como responsables del reciclaje de envases en España, y en la medida de nuestras posibilidades, perseguimos este objetivo con el proyecto Naturaliza, un programa que pretende fomentar la presencia del medio ambiente de forma curricular además de propiciar un mayor contacto de los alumnos con la naturaleza. Porque, si educamos niños y jóvenes concienciados, no solamente conseguiremos que sus padres estén también al 100% implicados, sino que estaremos formando a los hombres y mujeres que tendrán en sus manos el futuro del planeta.

Ellos han dado el primer paso hoy, alzando la voz y reclamando soluciones en materia de cambio climático. Un compromiso que nos llena de esperanza y a la vez, nos impulsa a ser conscientes de que, en esta lucha, no podemos dejarles solos. Es nuestra mejor inversión de futuro.

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