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El doble rasero de Europa ante Ucrania y Palestina

Benjamin Netanyahu fue recibido esta semana en Europa por el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, a pesar de la orden de arresto
5 de abril de 2025 22:29 h

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La Unión Europea agita un plan de rearme sin precedentes mientras calla ante los crímenes que el Ejército israelí comete en Gaza diariamente. Esta semana Israel ha bombardeado en Gaza un centro de salud de la ONU, una escuela en la que se refugiaban familias y varios campos de refugiados, ha impulsado otro desplazamiento forzado y ha anunciado su intención de anexionarse “amplias zonas”.

Este sábado se daba a conocer un vídeo grabado por uno de los quince trabajadores humanitarios asesinados por fuerzas israelíes hace unos días. En él se ve cómo sus ambulancias estaban identificadas y llevaban las luces encendidas, pero aún así, dispararon contra ellos.

Naciones Unidas ha indicado que, desde el inicio de esta nueva ofensiva a mediados de marzo, Israel ha matado o herido a una media de cien niños al día en la Franja. Ni la presidenta de la Comisión Europea ni la Alta Representante para Asuntos Exteriores de la UE han dedicado una sola palabra a condenar estos crímenes.

La ONU señala que, desde mediados de marzo, Israel ha matado o herido a una media de cien niños al día en Gaza

Las órdenes de arresto

Desde hace ya un tiempo, Benjamin Netayanhu tiene en la extrema derecha europea uno de sus máximos aliados en el mundo. El jueves, el mandatario israelí pisó suelo europeo: se reunió en Budapest con el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, sin que apenas haya habido reacción de Bruselas, y este lunes será recibido en la Casa Blanca por Donald Trump.

Sobre el primer ministro de Israel pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y de lesa humanidad en Gaza, pero Estados Unidos desprecia el mandato del tribunal de La Haya, y la UE no ha considerado oportuno elevar la voz para exigir su cumplimiento. Este comportamiento contrasta con la presión europea ejercida en 2023, cuando Sudáfrica -que no es un país de la UE- iba a acoger al presidente ruso, Vladimir Putin, en la Cumbre de los BRICS. Al igual que Netanyahu, Putin es objeto de una orden de detención por la Corte Penal Internacional, acusado por crímenes de guerra.

En ese momento, la Unión Europea recordó al Gobierno sudafricano que, como integrante del tribunal de La Haya, tenía la obligación de arrestar a Putin si se presentaba en su país, y que su condición de mandatario no le otorgaba inmunidad. Además, diplomáticos europeos insinuaron entonces que el acceso de Sudáfrica a los mercados europeos y a la inversión extranjera podría verse afectado si incumplía sus obligaciones con la Corte Internacional. Finalmente, Putin no asistió a la cumbre y, en su lugar, envió a su ministro de Exteriores.

Europa fue clara con el mandato de arresto a Putin; en cambio, suaviza e incluso cuestiona la orden contra Netanyahu

Sin embargo, ante la visita de Netanyahu a Hungría, país de la Unión Europea, Bruselas ha prescindido de exigencias públicas. De hecho, solo unos días antes, la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, recalcó que la UE e Israel son “grandes socios”.

Europa fue clara con el mandato de arresto a Putin; en cambio, suaviza el alcance de la orden internacional contra Netanyahu. Es más, varios países europeos han contribuido a cuestionarla, mientras Israel impulsa una limpieza étnica y más desplazamientos forzados. Francia emitió un comunicado defendiendo una presunta inmunidad -que no es tal- del dirigente israelí, el Gobierno alemán saliente afirmó que le costaba trabajo imaginarse arrestando a Netanyahu, y Países Bajos, Polonia, Austria o Italia se han expresado en el mismo sentido.

Este fin de semana el primer ministro de Bélgica ha afirmado que Netanyahu no sería detenido si pisara suelo belga, y el nuevo canciller de Alemania dijo recientemente que le invitará a Berlín.

El primer ministro de Bélgica afirma que su país no arrestaría a Netanyahu si éste pisara suelo belga

El doble rasero europeo sigue desplegándose cada semana. Ante la invasión rusa de territorio ucraniano, Europa ha enviado armamento de forma continuada, ha defendido la vía de la guerra frente a la potencia invasora, ha acogido a más de cinco millones de refugiados ucranianos, ha condenado con contundencia los crímenes rusos, impuso sanciones, bloqueó activos y ahora exige un gasto militar de 800.000 millones de euros. Algunos países, además, proponen el envío de tropas europeas a Ucrania, sin advertir de los riesgos.

Ante la ocupación ilegal israelí, la situación es la inversa. A pesar de las masacres de civiles y del sistema de apartheid, la mayoría de los países europeos han enviado material militar a la potencia ocupante durante años, mantienen estrechas relaciones comerciales y diplomáticas con ella, adjudican contratos a empresas armamentísticas israelíes o permiten el tránsito de armas hacia Tel Aviv. Todo ello, mientras Israel aplica, desde hace décadas, un sistema de segregación con el que discrimina, niega derechos y reprime a la población palestina, tal y como indica la Corte Internacional de Justicia.

Gaza comparte las aguas del Mediterráneo con varias naciones europeas, pero Bruselas se limita a pedir un alto el fuego, ha decidido mantener su Acuerdo de Asociación con Israel -pese a que su artículo dos exige a las partes respeto a los derechos humanos- y no ha impulsado sanciones ni iniciativas internacionales para presionar al Gobierno de Netanyahu. Durante los primeros meses de matanzas, ni siquiera pidió un alto el fuego inmediato, algo que fue criticado por organizaciones internacionales de derechos humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch.

La posición de Europa ante Israel ha contribuido a consolidar un marco de impunidad global, en el que gana terreno la vía de las armas

En el último año y medio Israel ha bombardeado Siria, Líbano, Gaza, Cisjordania, Irak y Yemen. Ha extendido su ocupación ilegal en territorio sirio y estas semanas sigue lanzando ataques contra áreas de Siria, Líbano y Palestina, en las que ha matado a población civil, mientras su socio estadounidense bombardea Yemen. Esto tampoco ha merecido críticas, acción política o jurídica por parte de Europa.

A principios de marzo, Israel retomó el bloqueo a la entrada de ayuda humanitaria en la Franja. Ante ello, la UE no condenó el cierre, ni el uso del hambre como arma de guerra. Se limitó a señalar que la medida “podría tener, potencialmente, consecuencias humanitarias”. El bloqueo continúa y empiezan a notarse las consecuencias: faltan alimentos, agua potable y medicinas. Desde hace meses, relatores de Naciones Unidas y expertos internacionales indican que las declaraciones de dirigentes israelíes expresando voluntad de expulsión o de exterminio, así como el impedimento a la entrada de productos necesarios para la supervivencia, son dos señales de “intención genocida”, un elemento fundamental que distingue el genocidio de otros crímenes.

Pese a ello, ningún país de Europa ha propuesto la suspensión temporal de Israel como integrante de la Asamblea General de la ONU, como se hizo con la Sudáfrica del apartheid. Los organismos europeos tampoco han planteado revisar la membresía del Estado israelí en la Unión de Asociaciones de Fútbol Europeo (UEFA) o en Eurovisión, entidad de la que Rusia sí fue expulsada en 2022.

En ambos casos la UE renuncia a erigirse como dique de contención frente al militarismo y el negocio de la guerra.

La impunidad israelí se extiende por el mundo y lo condiciona todo. Ha normalizado la deshumanización, la vía militar y la ley del más fuerte. Además, ha establecido serios recortes a la libertad de expresión y de protesta en países como EEUU, Reino Unido o Alemania, donde la defensa de los derechos palestinos es ahora perseguida, vigilada y estigmatizada, con multas, arrestos e incluso deportaciones.

Las diferencias de acción ante Ucrania y Palestina desactivan el argumento que apela a la moral y a los valores europeos, con los que ahora Bruselas pretende justificar un rearme sin precedentes mientras sigue ignorando las masacres en Gaza. En ambos casos, de diferentes formas, la UE renuncia a erigirse como dique de contención frente al militarismo y el negocio de la guerra. La construcción para reforzar la acción política sigue relegada.

Todas las naciones de la Unión Europea son firmantes del Estatuto de Roma y, por tanto, integrantes del Tribunal de La Haya. Suelen presentarse como garantes de la misma. Por eso su papel es tan importante en este sentido. Frente a los ataques y cuestionamientos que la Corte Penal Internacional recibe, los Veintisiete deberían defenderla. La complicidad e inacción de Bruselas ante Israel ha contribuido a consolidar un marco de impunidad global, en el que gana terreno la ley del más fuerte, es decir, la vía de las armas. El derecho internacional está hoy más debilitado que ayer, al igual que la política.

En la elección de no mirar, de no denunciar, de no actuar, hay todo un posicionamiento. Una parte del periodismo europeo también ha caído en la trampa, y se ha acostumbrado. Hay cuerpos de niños y niñas que son pulverizados por las bombas israelíes. Bruselas lo asume, sin calcular las repercusiones globales.

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