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Una exposición itinerante permite conocer a los 32 cincovilleses deportados a los campos de concentración nazis

Mariano Laborda, segundo por la derecha, con otros españoles en Mauthausen.

María Bosque Senero

22 de febrero de 2025 22:30 h

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Más de un millar de aragoneses fueron víctimas del Holocausto. 32 de ellos, cincovilleses que vivieron los horrores de los campos de concentración. En el de Mauthausen, en Austria, hubo más de 9.000 españoles deportados de los que la mayor parte, unos 5.000, fueron asesinados. Coincidiendo con el ochenta aniversario en 2025 de la liberación de los campos de concentración, representantes de la Asociación Amical de Mauthausen y de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica Batallón Cinco Villas han impulsado esta muestra itinerante, que recorrerá a lo largo de los próximos meses diferentes municipios de la comarca de Cinco Villas.

“Hemos querido hacer una muestra que permita el conocimiento sobre la historia de los deportados cincovilleses y los horrores que produjo el nazismo, además de para promover la reflexión, fomentar la empatía con las víctimas y sus familias y reforzar la memoria histórica para evitar que hecho con estos sean olvidados y puedan repetirse en el futuro”, explica Carlos Espés, miembro de la Asociación Batallón Cinco Villas y el artífice de esta exposición.

A lo largo de 16 paneles informativos se narra parte de las historias de los habitantes de la comarca que fueron víctimas de la barbarie nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El recorrido abarca desde su salida del territorio hasta su ingreso en los campos, su vida en ellos y su liberación, muerte o asesinato, desarrollando aspectos como el golpe de estado, la sublevación y huida de la comarca, el exilio y los campos de concentración franceses, la Segunda Guerra Mundial, la resistencia y los maquis, las condiciones de vida en campos como Mauthausen y Gusen, así como los de otros campos como Buchenwald, Dachau, entre otros.

La muestra de desarrolla con el objetivo de divulgar la historia, dando a conocer las experiencias de estas personas, entre las que muchas siguen permaneciendo en el anonimato, así como de combatir el olvido, recordando los horrores del nazismo y la importancia de luchar contra la discriminación y la intolerancia en todas sus formas. Por tanto, está orientada a un público variado, desde estudiantes de secundaria y bachillerato, pasando por familiares y allegados de las víctimas de la deportación y público en general interesado en la historia y en la memoria democrática.

Del mismo modo, pretende promover la educación a través de diferentes acciones complementarias entre las nuevas generaciones que desconocen “este capítulo oscuro de la historia”, para que “puedan aprender del pasado y construir un futuro más justo, más respetuoso y democrático”, explica el presidente de la Comarca de Cinco Villas, Santos Navarro. En este sentido, la muestra, que ya ha estado presente en el instituto de educación secundaria Reyes Católicos de Ejea de los Caballeros, estará en los próximos meses también en el IES Cinco Villas, en la misma localidad, y en el IES Río Arba de Tauste del 6 al 16 de mayo.

Entre las siguientes localidades que ya han confirmado que albergarán la exposición 'Cincovilleses deportados a los campos de concentración nazis' se encuentra Uncastillo, que celebrará de manera paralela un homenaje a las víctimas locales el 4 de marzo. “Nos gustaría que, al menos, estuviera presente en los pueblos en los que hubo vecinos deportados”, explica Carlos Espés, que reconoce que este es un tema que sigue siendo “delicado” en muchas zonas, y que, ante el desconocimiento del contenido de la exposición, algunos representantes políticos de los municipios se resisten a acoger la muestra.

Todavía quedan familias que desconocen por completo qué fue de sus familiares, o incluso que alguno de sus antepasados fuera represaliado. “Hay familias de la zona a las que hemos sido nosotros quienes les han informado de que sus familiares formaban parte de los cincovilleses deportados a los campos de concentración. Lo desconocían por completo”, asegura Carlos Espés. Este vecino de Ejea lleva cerca de cuatro décadas dedicando una parte importante de su tiempo y recursos propios a investigar. “Tengo información acumulada de gran parte de los deportados. Empecé en el año 1987, cuando falleció mi abuelo”, explica.

Parte importante de la información y de las fotografías que ha recopilado Carlos Espés procede de las entrevistas que ha mantenido con los familiares de las víctimas, que han cedido algunas instantáneas de su archivo fotográfico personal. Otras fotografías, fichas y documentos oficiales proceden de los archivos de Salamanca, Ávila, Madrid, Guadalajara y en su gran mayoría de Francia y Alemania, con los que también ha contactado en numerosas ocasiones y lo sigue haciendo.

El ejeano Carlos Espés confiesa que conocer la vida de estos hombres y mujeres “es un orgullo”, pero que también supone una inversión personal costosa; una labor que intenta hacer en su “tiempo libre”, de manera totalmente desinteresada.

Jeannine Laborda: “Mi padre estaría orgulloso”

Santiago Raga Casanova es uno de los siete vecinos de la localidad de Ejea que fueron deportados al campo de concentración nazi de Mauthausen, tras caer la comarca durante la Guerra Civil española en 1936. El ejeano formó parte de la resistencia de los republicanos españoles presos en los campos de exterminio; primero en Mauthausen y después en Gusen. Y su testimonio está recogido en la correspondencia que éste mantuvo con diferentes personas durante las décadas posteriores a su liberación.

Ramón Lacima Giménez, otro de los deportados a los campos de concentración durante en terror nazi, era hermano del abuelo de Carlos Espés, y con él nace toda la investigación de este miembro de Batallón Cinco Villas. Lacima fue deportado junto a otros dos vecinos de la comarca, Mariano Laborda y Ángel Lambán. “Me consta que los tres compartieron sus últimos años de vida, ya que hicieron juntos todo el camino y coincidieron en el mismo destino”, apunta el sobrino nieto de Ramón. El único que se salvó para contarlo fue Mariano Laborda que, en el año 1943, cuando empezaron a dejar enviar postales desde Mauthausen, envió una a su familia en la que comunicaba en clave la muerte de su amigo: “Ramón trabaja con mi padre”, decía la postal; su padre había fallecido antes de que estallara la guerra en España.

El superviviente Mariano Laborda entró en combate en 1936 y fue liberado en 1945; cuando salió del campo de concentración de Mauthausen pesaba 33 kilos con una altura que no llegaba a 1,70 centímetros. Tenía 33 años. “Cuando estaba en el campo, mi padre nunca pensó que pudiera llegar a formar una familia”, confiesa Jeannine, una de las tres hijas que tuvo con otra inmigrante de origen español a la que conoció en Francia. Mariano nunca intentó volver a vivir en su pueblo. Tampoco pudo volver a ver a su madre, que después de ser liberada de la cárcel de Torrero en la que estuvo recluida junto con su hija, falleció en 1954. “Mi padre era un apátrida, cuando fue deportado le quitaron la nacionalidad española; al ser liberado del campo, pasó a ser refugiado político en Francia. Nunca intentó volver a recuperar la nacionalidad española”, recuerda Jeannine.

Años más tarde, ya con la Transición en marcha, Mariano volvió a Ejea en varias ocasiones; siguió visitando a su familia, pero el dolor había sido tan profundo que decidió mantenerse fuera del país que le había visto nacer. Cinco años después de ser liberado, y llamado por su hermano, que estaba en Chile, Mariano y su familia pusieron rumbo al país latinoamericano. Allí trabajaría como agricultor durante dos décadas. A comienzos de los 70, asustado por la deriva que estaba tomando el país, decidió de un día para otro abandonarlo todo y volver con su familia a Francia. “Mi padre pensó que Chile era en aquel momento como la España del 36. Tenía claro que no quería revivir aquella experiencia”, apunta su hija, que asegura que su padre estaría también en contra de la deriva política que están tomando España y Europa en este momento: “Hay que tener mucho cuidado con la extrema derecha; avanza rápido. No podemos olvidar lo que se vivió en el pasado”, advierte Jeannine Laborda.

Esta comadrona retirada, de 75 años, conserva en su casa de París algunos de los objetos que acompañaron a su padre durante los años que vivió en el campo de concentración de Mauthausen, en el que formó parte del Comando César, integrado por españoles y que tenía al frente al capo César Ortín. “La vida era muy dura, pero consiguieron encontrar momentos en los que hacer otras actividades: boxeo, algún partido de fútbol, incluso un año pusieron un árbol de Navidad”, recuerdos de Mariano a través del testimonio de su hija Jeannine, que no olvida las migas que su padre preparaba para sus compañeros del campo cuando iban a visitarle a casa en los años sucesivos. “Cuando se veían intentaban recordar anécdotas, más allá del dolor y de las muertes que habían visto. A nosotras se nos ha quedado grabada la enseñanza que nos regaló nuestro padre, que siempre decía que todo tiene remedio menos la muerte. Era un hombre alegre, que terminaba cantando jotas en las reuniones”. Un ejemplo de vida que ha acompañado a sus hijas en todo momento. Una de ellas, atravesó un cáncer y su hermana explica cómo no se dejaba caer en la depresión: “Decía: si papá sufrió mucho más y lo superó, yo también tengo que poder. Y ha conseguido salir adelante”, confirma Jeannine.

Gran parte de las cartas entre los familiares de los deportados no se han conservado. La necesidad de muchas familias de enterrar aquel capítulo doloroso de su pasado reciente, junto con “los traslados de viviendas, y el fallecimiento de los que lo vivieron de cerca, han hecho que muchas cosas se hayan acabado perdiendo”, comenta Carlos Espés. Sin embargo, algunos familiares, como Jeannine, están intentando tramitar la nacionalidad española para sus sobrinos, los nietos de Mariano Laborda, que desean seguir en contacto con su familia y sus tradiciones aquí. “Esta semana nos ha llegado la partida de nacimiento que demuestra que mi padre era español. A través de la Ley de Memoria Democrática, a pesar de que a mi padre Franco le retiró la nacionalidad y fue primero apátrida y después refugiado político, queremos conseguir que su descendencia continúe teniendo la nacionalidad española”, explica Jeannine.

Con todo el material y la información que Carlos Espés ha ido recabando a lo largo de estas décadas de investigación se ha podido conformar la exposición que este año viajará por distintos puntos de la comarca para dar a conocer y poner en valor a estos hombres y mujeres españoles que fueron deportados a los campos de concentración nazis dos años antes de que empezaran a llegar judíos; un dato “bastante desconocido en España”, asegura la familia Laborda, que agradece que esta exposición itinerante sea una realidad y “un paso más para recuperar los valores que no hemos sabido conservar y no dejar caer en el olvido todo lo que se vivió en aquellos oscuros años”. Hechos que marcado la historia de decenas de familias cincovillesas, historias que ahora se recuperan en esta exposición de la que Jeannine asegura que “mi padre estaría orgulloso”. 

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