Esther Álvarez, ingeniera: “Sentí estar en un lugar al que no pertenecía pero el género no define capacidad o talento”

Esther Álvarez González es ingeniera de Telecomunicaciones, con una trayectoria profesional de 30 años, que en los últimos tiempos le ha llevado a centrarse en algo muy distinto: la artesanía.
Hoy ha intervenido ante las Cortes de Castilla-La Mancha, representando a las mujeres de Toledo, en el acto institucional que el Parlamento autonómico celebra por el 8M.
Ha centrado buena parte de su discurso en describir el “desafío” de sobrevivir en un ámbito laboral altamente masculinizado. La presencia femenina en el ámbito de las ingenierías era escasa hace tres décadas, pero hoy, lamentaba, “sigue igual y no solo eso, mis compañeras se ven gravemente afectadas”.
La profesional ha confesado incluso recordar “el asombro de que algunos compañeros, cuando lograba ascender o conseguía proyectos importantes, me decían: ¡Madre mía! ¡Cómo lo has conseguido siendo mujer!”.
Ha reconocido el “desafío” de mantenerse una y otra vez “a contracorriente” en un mundo de hombres, aunque confesaba que lejos de desanimarse le sirvió para empoderarse. “Encendieron en mí un fuego y una determinación de demostrar que el género no define ni la capacidad ni el talento”.
Pero también que lo más “doloroso” en realidad no fue competir con los hombres sino con sus colegas mujeres. “Así nos educaron. La competencia feroz y la escasez de oportunidades se percibía como amenaza. Percibíamos a la compañera como amenaza. Nos veíamos como rivales en vez de potenciales aliadas”.
Para Esther esa “división” fue una “dura lección”. “Me llevó a reflexionar sobre la importancia de la sororidad y el apoyo mutuo”. Y lo peor de todo, confesaba, es que según avanzaba, y pese a los logros profesionales, “sentía estar en un lugar al que no pertenecía o por lo menos donde no me sentía identificada con los estándares tradicionales. Se suponía que estaba donde no debía estar”.
Los criterios de valoración, las formas de relacionarse en el trabajo…, ha recordado, “todo parecía diseñado por y para un modelo masculino de liderazgo”. Eso, aseguraba, “fue un desafío y también una oportunidad” porque, según ha explicado, le permitió “cuestionar y contribuir a rediseñar esos estándares”.
La ingeniera y artesana ha reivindicado “el valor que aportamos las mujeres a nivel humano, profesional y relaciona. A mí nadie me lo enseñó. He vivido en un esquema muy masculinizado y nadie nos ha enseñado cuáles son nuestras competencias. Podríamos aportar mucho más a esta sociedad”.
La “coopetición”, como fusión perfecta entre cooperación y competencia sana
Las mujeres, recordaba, “somos líderes, multitarea y resilientes”, aunque reconocía que ha tenido que “reaprender” la inteligencia emocional y la empatía. Pese a todo se ha congratulado de las “pequeñas victorias” en los sectores más masculinizados.
“Una de nuestras mayores fortalezas como mujeres es la capacidad para el crecimiento y el apoyo mutuo, antes que la competitividad. Cuando nos unimos y apoyamos, somos imparables, no cuando somos rivales”. Ha abogado por seguir creando redes de apoyo.
Introducía entonces el concepto “coopetición” que describía como “fusión perfecta entre cooperación y competencia sana” entre mujeres. “Así nació la asociación artesanal MIA, para promover el apoyo mutuo, el emprendimiento o el autoempleo”, en alusión a Matria Innovación Artesanal, un colectivo toledano comprometido con la promoción y defensa de los derechos de las mujeres artesanas.
Ha dejado varios lemas para finalizar su intervención: “Celebremos las diferencias y las similitudes, apoyémonos incondicionalmente siendo mentoras, aliadas y amigas. Desafiemos los estereotipos y reescribamos las reglas del juego. Inspiremos a las próximas generaciones porque no hay límites en lo que la mujer puede lograr. No nos rijamos por cánones sin cambiar en profesiones todavía muy masculinizadas. Sigamos luchando por la igualdad. No solo por nosotras, sino por todas”.
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