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Marisol Schulz: “A la ultraderecha le molesta la cultura, prohíben el conocimiento porque les da miedo”
![Marisol Schulz y la presidenta de la AEPV, Àfrica Ramírez, en la Llibreria La Moixeranga de Paiporta.](https://static.eldiario.es/clip/8e326ecd-3fbd-4a9c-babb-3b5248a717e1_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
“Creemos de manera muy firme en el poder transformador del libro y la lectura y queremos sumarnos a la reconstrucción de la vida cultural en Valencia, que tanto nos ha legado (...). Esperamos que este pequeño apoyo sea una semilla para reavivar el sector cultural y que, de esta manera, los lazos entre México y Valencia continúen”. Así se manifestó este lunes la directora de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Marisol Schulz, durante el acto, celebrado en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, en el que se hizo efectiva la donación de 75.000 euros por parte de la Universidad de Guadalajara al sector del libro valenciano afectado por la DANA.
El convenio, rubricado por el rector general de la universidad mexicana, Ricardo Villanueva, y la presidenta de la Associació d’Editorials del País Valencià (AEPV), Àfrica Ramírez, hace efectivo el compromiso anunciado por Schulz el pasado mes de diciembre en la inauguración de uno de los festivales culturales más importantes de América Latina: destinar la recaudación total de taquilla de un día de feria a los damnificados por las inundaciones del pasado 29 de octubre. El donativo, equivalente a unos 1.600.000 pesos mexicanos, será gestionado por la AEPV que distribuirá un 40% a las editoriales, un 20% a las librerías, otro 20% en las bibliotecas públicas y el 20% restante en las bibliotecas escolares dañadas.
“Nos pareció lo más lógico, lo más natural, siendo nosotros una feria de libros que apuesta por apoyar al sector del libro de manera internacional. Era lo mínimo que podemos hacer”, subraya Schulz en una entrevista concedida a eldiario.es aprovechando su visita a València. Lamenta no poder aportar una mayor cantidad de dinero y casi parece disculparse cuando insiste en varias ocasiones en que es un donativo “simbólico, pero que al fin del día es importante como gesto”. “Las cantidades importantes se fueron a lo principal, a las necesidades básicas; pero conforme pasa el tiempo la gente se va olvidando de que hay otros damnificados en distintos sectores: hay librerías que no saben qué va a pasar; bibliotecas, que son el faro cultural para un pueblo, que no saben si podrán levantarse”, sostiene.
Schulz, que visitó algunas de las zonas devastadas en la localidad de Paiporta –como la llibreria La Moixeranga o la biblioteca pública Maria Moliner– y pudo comprobar “la devastación, la desolación y la enorme tristeza” que dejó “un monstruo acuático que destruyó todo a su paso”, insiste en la importancia de las bibliotecas como “un espacio de convivencia social, de esparcimiento, pero, sobre todo, un espacio de refugio ante la situación tan dura que han vivido los valencianos”. De hecho, la Ley de Bibliotecas de la Comunitat Valenciana, en cumplimiento de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local, establece que todos los municipios con una población superior a 5.000 habitantes deben crear y mantener, al menos, una biblioteca pública municipal. Desde este punto de vista, la cultura sí es, matiza, un servicio esencial para la población: “Debemos entender que la cultura puede salvar muchas cosas”.
Apenas unas semanas después de enterarse a través de las noticias de la dana que arrasó diversas localidades de la provincia de Valencia, Schulz se enfrentó al “enorme reto” de dirigir la edición más multitudinaria de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que reunió a más de 900.000 visitantes entre el 30 de noviembre y el 8 de diciembre de 2024. Es la doceava ocasión en la que se sitúa al frente de este evento cultural y encara su trabajo como si se tratase de la “directora de una orquesta que ensaya, ensaya y ensaya durante todo un año”. “Quizás yo nada más muevo un poquito la varita el día que comienza el concierto, pero tengo detrás a una orquesta de virtuosos, de gente muy capaz y muy profesional organizando la feria en muy distintas áreas, sin los que esto no funcionaría”, añade. ¿Y si la orquesta desafina? “Prácticamente no ha desafinado nunca”, responde segura, aunque admite que “siempre hay imponderables”. “Un reto brutal fue la pandemia. ¿Qué haces con una feria del libro que no puedes levantar? La hicimos virtual. También ha habido momentos difíciles dentro de la misma feria en los que hay que tomar decisiones sobre la marcha, como que un escritor se te enferma, una persona te cancela, alguien no puede llegar o, por ejemplo, un grupo de teatro que no llegó su vestuario por aduanas”, recompone.
Durante estos doce años, reconoce que “el público lector ha cambiado muchísimo”: “Antes nadie leía mensajes de WhatsApp, no nos comunicábamos de manera tan inmediata. La manera de promover la lectura era otra y, ahora, incluso a través de estos aparatitos [señala los teléfonos que descansan sobre la mesa] se puede trabajar una promoción de libros; hay reseñistas vía YouTube o incluso TikTok”. A pesar de que defiende que “el mundo de las aplicaciones ya es parte del mundo dentro de una feria literaria”, advierte de que algunas de las nuevas tecnologías “generan modas pasajeras”. Por este motivo, apunta que “en algunos casos las aplicaciones ayudan, pero en otros simplemente conviven con la lectura”. Se atreve a aportar un pronóstico de futuro: “El libro permanece. Antes va a morir el libro electrónico que el libro en papel”.
“Prohíben el conocimiento porque les da miedo”
Sobre el futuro más inmediato cree que “la cultura no está en peligro”. “Está en peligro el mundo”, augura, tras la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y la cruzada ultra de Milei en Argentina. “Este tipo de gente es el ‘muera la inteligencia’. Ya lo hemos vivido en las dictaduras, lo primero que se ataca es la inteligencia, porque a esa gente le molesta el conocimiento, le molesta que la gente esté enterada porque les cuestiona”, argumenta. No piensa que la cultura esté en peligro, pero sí espera “momentos difíciles”. Sin embargo, tiene muy claro qué hay que hacer frente a la ola reaccionaria: “Resistir. Resistir como resistió España con la dictadura franquista e incluso entonces la cultura continuó y hubo grandes momentos culturalmente de resistencia y combate”.
Por su estrecha relación con la AEPV, ha conocido la inestabilidad actual del sector del libro valenciano, que ya ha alertado de que algunos eventos como la Fira del Llibre de València y otras citas de este ámbito cultural están “en peligro” por la “no convocatoria de las ayudas ordinarias de la Generalitat”, y no duda en establecer conexiones entre la realidad valenciana y el contexto internacional. “Es que volvemos al tema, la cultura les asusta. No quieren la cultura. Esta ultraderecha no quiere la cultura, le molesta, le molestan los libros. Y la prueba está de que a la primera que pueden prohíben libros; prohíben el conocimiento porque les da miedo”.
En este sentido, carga también contra la gestión del Consell durante la DANA y los tres meses posteriores a la tragedia. La manifestación del pasado sábado para exigir la dimisión de Carlos Mazón coincidió con la llegada a València de Schulz, quien después del 29 de octubre perdió durante tres días la comunicación con sus familiares valencianos residentes en Llombai, uno de los municipios afectados por la barrancada. “He seguido lo que ha pasado y me parece indignante la postura de Mazón y, desde el punto de vista valenciano que también tengo, estoy a favor de su dimisión. Me parece que la indolencia mata y que el no hacer es tan peligroso para un político como el hacer de más. La actitud de Mazón directamente es criminal”, declara.
El “gran desembarco” de España en Guadalajara
Tras su viaje a València, toma un tren destino Barcelona para continuar con los preparativos de la próxima edición de la FIL, en la que la ciudad condal será la Invitada de Honor. El programa para la próxima edición, a cargo del Ayuntamiento de Barcelona y comisariado de la periodista literaria Anna Guitart, se centrará “en una ciudad que no deja de ser un símbolo como capital literaria, por ser donde surgió el boom latinoamericano”, así como en mostrar “una Barcelona vanguardista que seguramente muchos no conocen”. “Llevarán autores en las dos lenguas, y además harán que el público mexicano entienda que una es la lengua materna que se habla desde siempre y que también hay mucha gente que habla solamente español y que lo hablan desde siempre, y ambas conviven”, asegura. Bajo el lema ‘Vindran les flors’, extraído de una frase del cuento Felicitat de Mercè Rodoreda, enlaza con Guadalajara, conocida como ‘la ciudad de las rosas’, y con Sant Jordi.
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Barcelona tomará el relevo de España, que en 2024 fue el País Invitado de Honor con “un regreso apoteósico 24 años después” de haber ostentado este honor en el año 2000. “Llevó una delegación impresionante, no sólo numéricamente, que fue la más numerosa hasta la fecha, pero también de una calidad tremenda, con autores emblemáticos de todo tipo, desde autores muy jóvenes hasta autores muy reconocidos; nueve noches de espectáculos musicales de primer nivel; exposiciones de artes visuales; un festival gastronómico dirigido por una chef valenciana Begoña Rodrigo; o un festival de cine”, enumera. Este “gran desembarco” confirma que en México hay una serie de firmas españolas que son “muy conocidas”, aunque a las escritoras y escritores valencianos “se les lee menos”. “Todavía falta mucho trabajo de promoción de la literatura valenciana”, asume Schulz, para quien la clave para incrementar la visibilidad es “tener una presencia permanente” con actos como el que este año recordó el centenario del nacimiento de Vicent Andrés Estellés.
Donde sí tuvo un gran peso la población valenciana, también algunas de sus plumas más reconocidas, fue en el exilio republicano a México. Es más, el primer centro creado por los exiliados en agosto de 1939 en el país de América Latina fue el instituto Luis Vives. El exilio ha sido precisamente el tema central de la programación española en la FIL de Guadalajara con el título ‘Camino de ida y vuelta’, “un lema que puso el escritor nicaragüense Sergio Ramírez –comisario literario del programa– que vive exiliado en España por no poder regresar a su país”, explica Schulz. El viaje de la delegación española a la FIL coincidió con el 85º aniversario de la llegada de exiliados españoles a México, efeméride que se conmemora en recuerdo de la llegada al puerto de Veracruz del buque ‘Sinaia’ el 13 de junio de 1939.
“Yo soy parte del exilio”
Entre los más de 25.000 exiliados republicanos que llegaron a México huyendo de la dictadura franquista se encontraban Max Aub, María Zambrano, Pere Calders, Luis Buñuel, Enrique Díez-Canedo, Ramón Xirau, Félix Candela, Ernestina Champourcín, Jorge Semprún, Margarita Nelken, José Giral, Luisa Carnés, José Gaos y un largo etcétera de intelectuales y vidas anónimas. La biografía de Marisol Schulz quedó marcada por tres nombres que también fueron desterrados de su tierra: Guillermo Manaut Viglietti, María Estruch Noverques y Dolores Manaut Estruch. Sus abuelos maternos y su madre. “Yo soy parte del exilio. Yo abrevo del exilio, mis historias personales más emblemáticas o más emotivas, todas mis memorias tienen que ver con el exilio. Quienes me han marcado han sido gente que llegó a México con unos ideales políticos y con una manera de ver al mundo que incluso en ese momento era de vanguardia y que ahora con lo que estamos viviendo con la ultraderecha será de vanguardia todavía”, sentencia.
Su abuelo, su bisabuelo (José Manaut Nogués) y su tío abuelo (Enrique Manaut Viglietti) embarcaron “casi de milagro” en el Stanbrook en el puerto de Alicante rumbo a Orán, donde sobrevivieron en un campo de concentración. “Pudieron pagar un rescate y se fueron a un pueblito de Francia a trabajar, mi abuelo como campesino, y allí recibieron un comunicado de un cónsul mexicano que decía que les daban el estatus de refugiados políticos”, reconstruye Schulz su historia familiar. Sus abuelos pasaron doce años separados hasta que María Estruch, que había permanecido con sus dos hijas en València, consiguió subir “a un barco que llegó a Nueva York y desde allí a Ciudad de México en un autobús de esos muy viejitos”. “Fue un exilio difícil, como todos los exilios, porque siempre tuvieron la añoranza de esa tierra a la que no puedes regresar”, cuenta su nieta, que, aunque no lo conoció, también habla con gran respeto de su bisabuelo: “Mi abuelo hablaba de su padre como esa figura del gran republicano, del gran hombre de lucha con ideas muy firmes, un gran intelectual amigo de Sorolla y de Blasco Ibáñez”. Antes del exilio, José Manaut Nogués, hijo del periodista dueño del diario El Universo y político republicano José Manaut Ros, fue decano del Colegio de Abogados y firmó el primer divorcio en València. Después, “siguió trabajando hasta el último día como crítico de arte”.
Marisol Schulz no conoció el silencio que sufrieron quienes vivieron el exilio interior. “Yo me eduqué en un colegio del exilio, con profesores que venían de la pedagogía de la Escuela de Libre Enseñanza, donde se hablaba de Unamuno y se leía a la generación del 27. En mi casa también había un ambiente cultural alrededor del exilio. Y, luego, en la Universidad Nacional Autónoma de México también tuve grandes profesores exiliados, como José Gaos, Adolfo Sánchez Vázquez o Wenceslao Roces”, asevera la directora de la FIL, quien tuvo “mucho contacto” con Concha Méndez.
Muchos de los nombres mencionados jamás pudieron retornar a España. “Mi abuelo nunca regresó, murió antes de poder volver”, lamenta Schulz. María y Dolores sí emprendieron el camino de vuelta, acompañadas de una joven Marisol de 14 años. “Llegué a Madrid y luego unos tíos abuelos nos recibieron en Campanar. Me acuerdo la sorpresa de probar por primera vez la horchata que para mí era una delicia total”, rememora desde los ojos de aquella adolescente que pisó por primera vez una València muy distinta a aquella que le habían contado. Y que le habían contado, además, en valenciano. “Mi abuela hablaba todo el tiempo con su hermana en valenciano. Se volvían, decían ‘la xiqueta’ y alguna palabrita en valenciano y te contestaban en castellano”, cuenta, y casi de inmediato la memoria le recuerda las canciones de cuna que su abuela cantaba en valenciano. Aunque “era parte de la vida familiar” y lo entiende “prácticamente todo”, le entristece que no les hicieran hablar valenciano: “Me hubiera gustado haberle contestado a mi abuela en valenciano. Es el idioma de casa”.
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