Laura Chivite, escritora: “Todas las familias son un cuadro, sin excepción”

Podría decirse que todo comienza en el claro de un bosque con el encuentro de un cervatillo desorientado, un perro homicida, su dueño y dos mujeres perdidas. El hombre parece brutal mientras sujeta al animal doméstico tras el despanzurre de la cría, ahora convertida en un amasijo de sangre, flema y carne. El hombre no se da cuenta de la presencia de las dos testigos congeladas en la escena hasta que ha terminado todo. El hombre se gira, las saluda y se pierde por donde ha llegado. Aterrorizadas y al borde del colapso, ellas le devuelven el gesto como hacen los paseantes habituales que se encuentran en mitad del monte.
Las dos mujeres, tía de mediana edad y sobrina adolescente, son las protagonistas de El ataque de las cabras (Penguin Random House, 2025), la primera novela de Laura Chivite (Pamplona, 1995), en la que indaga en las relaciones familiares más allá de lo maternofilial en un relato lleno de giros tragicómicos, telequinesis, algún vampiro y la historia paralela de una joven cabra que sueña con hacer cine.
Chivite, chupa de cuero, camisa y pantalones negros, recibe a elDiario.es en la madrileña sede de Penguin Random House. Afuera, tras el cristal, una mañana de febrero casi primaveral.
La primera pregunta es evidente, ¿por qué cabras?
Porque son animales que están locos [risas]. Además, tienen algo como perturbador, satánico. Son muy aleatorias, además de frágiles al mismo tiempo. En definitiva, me interesaban mucho como animal y, además, siempre escribo teniendo el título en la cabeza. Primero el nombre y luego construyo el relato sobre este. Entonces me vino El ataque de las cabras a la cabeza y, aunque tenía muy claro que quería que la historia girase en torno a la relación entre una tía y su sobrina, inevitablemente fui hilvanando las dos cosas, mezclando los relatos.
La segunda pregunta, entonces, es ¿por qué las cabras y el cine?
El cine tiene un papel fundamental en mi vida. Veo muchísimas películas y creo que la manera en la que escribo es muy cinematográfica. Mis referencias no son solo literarias. Además, quería hablar de cine en mi libro, pero de manera indirecta.
Muchas veces las novelas se construyen como un puzzle, a fragmentos. Vas haciendo lo que te va viniendo. Y, al principio, la cabra no iba a ser cineasta, sino que su relato iba a versar sobre el crecimiento. El hacerse adulta. Y, en cambio, tía Lidia iba a ser la dueña de un videoclub. Me encantan los videoclubs, de pequeña iba muchísimo, eran como un templo para mí. Ahora ya no existen, pero bueno, a través de tía Lidia iba a hablar de cine. El caso es yo tengo mucho miedo a ser pedante, a dar la chapa. Entonces, pensé que si lo ponía todo en el cuerpo de una cabra escaparía de la pedantería. Sería tan surrealista y le añadiría tanto humor que me libraría de lo pretencioso. De ahí lo de la cabra cineasta.
¿En qué momento decidió mezclar un cuento al estilo de los de ‘Elige tu propia aventura’ con los intentos desesperados de una familia desestructurada por volver a conectar entre sí?
Es un juego. Yo creo que lo que le está diciendo tía Lidia su sobrina a través de estos relatos que puedes elegir tu propia vida, que no todo te viene dado. O sea que aunque tengas un cuadro de familia y haya habido muchos conflictos, tienes la capacidad de elegir. Y esto es algo que no siempre es tan obvio. Muchas veces pensamos que el dolor nos viene dado y que, sencillamente, vivimos para encarnarlo de algún modo.
Yo creo que está bien ser consciente de que puedes elegir. Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad capitalista y precaria y que no siempre podemos elegir la vida que queremos. Pero hay ciertas cosas que sí, siempre. Y ese es un poco el mensaje que intenta darle la tía a su familia con el cuento de las cabras.
Muchas veces pensamos que el dolor nos viene dado y que, sencillamente, vivimos para encarnarlo de algún modo. Yo creo que está bien ser consciente de que puedes elegir. Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad capitalista y precaria y que no siempre podemos elegir la vida que queremos
Hay una cosa que me ha llamado la atención de su novela y es el papel de los hombres. Esta es una historia de mujeres en la que los personajes masculinos son poco más que atrezzo, contexto. Están en las afueras de la narración, ¿ha sido una decisión consciente o le ha salido así?
En general en mi vida no hay muchos hombres. Hay muy pocos, y los que hay son Queer. Tengo algunos amigos heterosexuales, pero creo que los podría contar con los dedos de una mano. Fue una decisión inconsciente, al menos en el primer momento, nacida de cómo es mi vida.
Es algo así como cuando te pasas una larga temporada leyendo mujeres y de repente dices “Oh, wow, hace bastante que no leo a un hombre” y no es intencionado. Te sale natural. Cuando me di cuenta quise meter algún personaje masculino con voz propia. Y no porque tenga que haberlos, eh. Pero introduje al personaje de Fermín porque me apetecía un tío extraño, oscuro, con otro tipo de masculinidad.
Sí, en ningún momento se sabe cómo es su vida, quién es él, ni que tipo de amantes tiene. Si son ellos, ellas o ambos.
Exacto. Además, me interesaba, por otro lado, que los hombres que apareciesen en la novela –aunque fueran totalmente anecdóticos– fueran hombres buenos. O sea, el abuelo, el padre, el vecino Zacarías son buena gente. Supongo que los hombres buenos existen, ¿no? (Risas)
¿Cuánto hay de Laura Chivite en esta novela?
Elementos biográficos pocos. Mi familia no se parece a la que narro, no existe tía Lidia. Mis padres no son esos padres, mis tíos no son esos tíos.
¿Usted no tiene una tía que haga telequinesis?
¡No! [risas] y, fíjate, que yo recuerde tampoco tengo un vampiro. Pero, inevitablemente, aunque no puedan extraerse informaciones verídicas sobre mi familia hablo yo. Son mis inquietudes, mi sentir en la adolescencia, mi paso a la edad adulta, etc. Yo no hago cerámica y nunca he robado en Natura. No soy cleptómana, aunque sí algo más que ceramista [risas].
Hablando de Natura, cuéntame un poco sobre los elementos pop de la novela. La música, las películas, los escenarios… No da una fecha concreta de cuándo ocurren los hechos, pero se puede establecer una cronología por los objetos culturales que pueblan la narración.
Siempre me gusta mucho cuando se introducen elementos pop en las novelas, me parece que le dan una textura muy particular. A momentos fue algo accidental, como lo de Natura. Yo jamás he sido una compradora, pero me hacía gracia, es casi como un meme muy específico. Y, luego, en cuanto a canciones y películas mee sale y, de hecho, evito poner más porque no me gusta leer y que te avasallen con nombres de canciones.
¿Qué le interesa de la familia y los lazos de sangre?
Todo. Todas las familias son un cuadro. Todas. Sin excepción, pones la lupa y empiezas a encontrar cosas. Ya te digo que esta familia no es la mía, pero la mía también es un cuadro. Y descubres tantas cosas de ti cuando empiezas a mirar de verdad a tu familia. Gestos, manías, todo. Incluso conflictos que han ocurrido hace 20 años, pero que siguen teniendo cierta importancia. Creo que es una gran ficción las familias. Una performance constante de ficcionar algo cuando, en realidad, nadie sabe muy bien qué se está haciendo. Y de toda esta gente que anhela una familia feliz, ¿qué es una familia feliz? O sea, te lo digo yo como persona que se lleva de puta madre con sus padres, pero es interesante poner el foco ahí, en las relaciones humanas en general.
Todas las familias son un cuadro. Todas. Sin excepción, pones la lupa y empiezas a encontrar cosas. Ya te digo que esta familia no es la mía, pero la mía también es un cuadro. Y descubres tantas cosas de ti cuando empiezas a mirar de verdad a tu familia
Cuando se escribe sobre la familia normalmente se centra el tiro en el padre o la madre. No en los tíos, esas figuras que están ahí en el margen, pero, como dices en la novela, nunca sabes muy bien quiénes son, ¿qué le interpela de la figura de tíos?
Creo que el vínculo tía/sobrina se ha explotado muy poco. En muchos libros y películas está el tío gay, la tía lesbiana, pero casi como elemento decorativo. Mi abuela tenía una hermana lesbiana y era la tía soltera. No, era soltera, era lesbiana. Yo quiero arrojar un poco de luz sobre estos personajes. Yo no quiero tener hijos, quiero ser la tía de los de mi hermana.
También exploras la depresión que explota con la muerte de la mascota. Un gato que, la forma en la que aparece y fallece en tu novela, recuerda mucho a la de Karenin, la perra que dibuja Kundera en La insoportable levedad del ser. Hablemos de gatos.
Me apetecía que lo que desencadenase la destrucción en tía Lidia fuera la muerte del gato. No pudo con ella el divorcio, el dejar de hablarse con su hermana, no rompe con ella la muerte de su madre. Lo hace el gato. Cada vez más los vínculos entre las personas y sus mascotas se están fortaleciendo. Yo tengo amigas que dicen que quieren más a su perro que a otras personas, pero todavía no entendemos el duelo por un perro o un gato. La sociedad te permite estar triste un día o dos. Nada más, después pareces una exagerada. Todavía se banalizan.
Dejemos el final de esta entrevista para la amistad. La amistad genuina entre mujeres adultas ocupa un espacio central, ¿por qué?
Sí, por fortuna es un tema en el que creo que cada vez se está poniendo más el foco. Mis amigas son lo más importante del mundo, más que las parejas. Las parejas vienen y van, cada vez el concepto de pareja para toda la vida es más lejano. Son las amigas quienes nos sostienen. Tenemos que ir pensando en nuevos modelos de envejecimiento.
Recuerdo que miraba a mi madre con ciertas amigas porque mi madre ha tenido muy buenas amigas, y pensaba: “Ay, yo quiero esto alguna vez, quiero esta manera de vivir.” Y me ha pasado, cuando empezaba a crecer y a tener relaciones adultas, el pensar: “Qué poderoso es esto”. Y ojalá que la manera en la que me relaciono con mis amigas, esta forma tan genuina y tan bonita y tan cariñosa, le sirva de referencia a alguien. Que una adolescente la vea y me vea a mí con dos amigas de la mano, hablando y riéndonos como locas ciclotímicas, y diga: “Vale, esto existe”.
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