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“La transición la hemos hecho nosotros, ella siempre ha sido una chica”: la historia de Ainhoa, la niña que pudo protagonizar '20.000 especies de abejas'

Ainhoa y su madre Estíbaliz se miran la una a la otra.

Maialen Ferreira

Trapagaran —
8 de febrero de 2024 21:46 h

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Para documentarse sobre la transexualidad infantil la directora de cine Estíbaliz Urresola acudió a la asociación Naizen de familias de menores transexuales de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra. Su objetivo era contar en lo que después sería 20.000 especies de abejas, película que ha ido acumulando candidaturas hasta llegar a 15 nominaciones en los Goya que se celebrarán este sábado, una historia basada en hechos reales, pero sin drama. La historia de todas las familias con hijos trans y la de ninguna a la vez. Cuando el proyecto comenzó a coger forma y tras haber conocido a muchas de las familias que forman parte de Naizen, Urresola comenzó a reunirse con las niñas de la asociación para realizar un casting y encontrar a la futura Lucía, la niña protagonista de la película.

Entre esas niñas que hicieron la audición para el papel protagonista está Ainhoa, que hoy tiene ocho años, pero que en el momento de la prueba, en plena pandemia, tenía solo cuatro. De aquel día solo recuerda que le hicieron discutir con uno de los niños que estaba realizando la prueba para el personaje del hermano de Lucía en la película. No habló mucho durante la prueba, pero recuerda que se lo pasó bien. Sin embargo, cuando la llamaron para una segunda cita, ya no quiso ir. “No nos imaginábamos que la película iba a tener el éxito que tuvo, y como nuestra historia es parecida a la de la película, le preguntamos a ella y dijo que sí, así que fuimos a la prueba. Ahora lo pienso y menos mal que no siguió, porque no sé cómo se gestiona tanta fama”, reconoce su padre Osval, que junto a su madre Estíbaliz y a la propia Ainhoa han accedido a reunirse con elDiario.es/Euskadi para contar su historia.

“Ama, yo ya era chica cuando estaba en tu tripa”, le confesó Ainhoa a su madre Estíbaliz años después de aquel verano que lo cambió todo. Era junio y, como cada año, Ainhoa, que por aquel entonces aún tenía otro nombre, viajó con sus padres y su hermano al pueblo de su familia paterna. A sus padres no les extrañó que quisiera llevar en la maleta su vestido favorito, ese de la princesa Elsa de Frozen que ya estaba tan gastado de tanto usarlo. También llevaba un tiempo hablando de sí misma en femenino, pero aún no había puesto palabras a lo que en su mente tenía tan claro, aunque solo tuviera tres añitos.

En el viaje que hicieron al Parque Warner en marzo de aquel año, mientras su hermano Iñigo iba detrás de Batman o Superman, Ainhoa no le quitó ojo a Wonder Woman. Incluso lloró cuando la actriz que encarnaba al personaje no le saludó durante el desfile que realizan en el parque de atracciones. A la salida, ella lo tenía claro: quería un disfraz de Wonder Woman. Sería su favorito junto con el de la princesa Elsa. “Nosotros estábamos casi acostumbrados a que se pusiera esos disfraces, la dejábamos ser. En el fondo pensábamos que sería una fase. Pero no”, sostiene Estíbaliz mientras su marido, Osval, le agarra las manos y la propia Ainhoa sonríe con timidez y ternura.

No parábamos de llorar, porque sientes una sensación de pérdida, pero la pediatra nos dijo algo que nos hizo reflexionar. '¿Queréis que vuestra hija sea feliz?'

Ese verano Ainhoa le dijo a su madre una frase que se le quedará grabada para siempre. “Ama, yo soy como tú. Soy chica”. A su padre se lo contó una noche, cuando estaban a punto de dormirse. Su hermano ya estaba dormido y a ella, que siempre le ha gustado hablar por las noches, antes de dormir le dijo a su padre que tenía un secreto, que ella era una chica. Sin embargo, al ver la mirada de su padre, reculó. “Que no aita, no he dicho nada”, le dijo. “En ese momento no eres consciente de lo que puede afectar una mirada. Eres su referente, te quiere con toda el alma y tú no sabes entenderla. Porque no tienes las herramientas. Solo sabemos lo que esto es quienes hemos pasado por ello”, asegura.

Esa noche ninguno de los dos pegó ojo. “Fueron quince días en los que no parábamos de llorar. Nos mirábamos y llorábamos. No entendíamos qué pasaba. Yo miraba en internet, intentando leer algo que me dijera que esto no era posible, pero Ainhoa cumplía todo lo que otros niños trans habían pasado y ahí encontré el número de Naizen”, recuerda Estíbaliz. Llamaron a la asociación de familias de menores transexuales de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, pero, al ser verano, su portavoz, la sexóloga y psicóloga Bea Sever estaba de vacaciones. “Nos atendió a la vuelta, el lunes siguiente, pero recuerdo que en ese momento solo queríamos respuestas así que fuimos al pediatra”, reconoce. Por suerte, la pediatra que les atendió había realizado recientemente una formación sobre menores y transexualidad y supo enseguida cómo tratar a la familia de Ainhoa. “Nosotros llegamos queriendo encontrar a alguien que nos dijera que iba a ser una fase, que no se trataba de lo que se trataba. No paramos de llorar en las casi dos horas de consulta, porque lo que sientes es una sensación de pérdida. Entonces, la pediatra nos dijo algo que nos hizo reflexionar. '¿Queréis que vuestra hija sea feliz?'. No habíamos perdido a nuestro hijo, estaba ahí, solo que no nos habíamos dado cuenta de que era una niña”, explica la madre.

Todo el proceso, una vez asumido, ha sido muy positivo

A partir de ese momento, Estíbaliz y Osval trataron de dejar ser a Ainhoa. El primer paso fue la ropa. “Me di cuenta de que el vestido de Elsa estaba tan gastado y roto que fui a comprarle uno. Aunque no le gustó mucho”, señala mientras ambas se ríen. “Ella quería brillantina, arcoíris, mucho rosa y ese vestido no lo era, pero le miré y ya era feliz”, explica la madre mirando a su hija, que en la actualidad viste con pantalón y no usa mucho el rosa. “Al principio es la novedad, intentas demostrar que eres una chica, pero ya no tiene que demostrar nada, ahora simplemente es ella, por suerte”, reconoce su madre.

Volvieron del pueblo de los abuelos justo durante las fiestas de Trapagaran (Bizkaia), donde viven. Querían que sus conocidos y el resto de los niños vieran a Ainhoa antes de que comenzase el colegio. “Ella hacía una cosa curiosa. Cuando nos encontrábamos con algún conocido, Ainhoa se escondía detrás de mí. Si esa persona le hablaba en femenino, salía y hablaba. Si no, se quedaba detrás”, recuerda Estíbaliz. Enviaron mensajes de WhatsApp a los padres de todos los niños y niñas del colegio explicándoles la situación y todo fue positivo. “De repente todos fueron encantadores con Ainhoa, le regalaban vestidos, jugaban con ella. Todo el proceso, una vez asumido, ha sido muy positivo”, explica.

Tampoco tuvieron ningún problema para cambiar el nombre en el DNI, la tarjeta sanitaria de Osakidetza o en los trámites escolares como las notas. “El proceso fue sencillo y rápido, desde Naizen, Bea nos ayudó mucho. Tuvimos que acudir al registro para el cambio de nombre. Nos daba un poco de miedo porque Ainhoa tuvo que testificar, pero las dos juezas que estuvieron con ella fueron muy simpáticas. Estuvo un tiempo dudando entre Ainhoa o Edurne, por la cantante, pero al final escogió Ainhoa, por el grupo de canciones infantiles Cantajuego”, indica. Eso sí, por el momento no han podido cambiar el género de la menor en sus documentos, ya que la Ley trans no permite el cambio de género en el Registro Civil hasta mínimo los 12 años y Ainhoa solo tiene 8.

Sabemos que a algunas parejas esto les separa, pero a nosotros nos ha unido

La historia de Ainhoa y de Lucía, la protagonista de la película de Estíbaliz Urresola, tienen similitudes por su ternura y naturalidad, por el hecho de que se muestran tal y como son y porque se atreven a confesar a su familiar quienes son realmente durante un verano en un pueblo. A Lucía, al principio, su abuela se muestra lejana y no le entiende. A Ainhoa, su abuela no, pero sí la abuela de su padre. Cuando regresaron al pueblo al año siguiente, ya totalmente como la niña que es, su bisabuela seguía tratándola de chico. Y Ainhoa dejó de ir a visitarla. “Se llevaban muy bien, pero a Ainhoa le dolía mucho que siguiese usando su antiguo nombre. Le recordaba a ella y a todos nosotros una fase que ya habíamos pasado. Así que se negó a volver”, explica el padre. En las casi tres horas del encuentro con elDiario.es en ningún momento se pronuncia el nombre de la niña antes de que se llamase Ainhoa. Ni los padres ni la menor quieren recordarlo.

Con el tiempo, un día, fue la propia mujer la que se acercó a la casa en la que la familia pasa los veranos. Miró a la niña y le dijo “Ainhoa, qué guapa estás”. Y se dieron un abrazo. “Para nosotros fue como sentir que el círculo se había cerrado. Que ya todos querían a Ainhoa tal y como era. La transición la hemos hecho el resto, porque ella siempre ha sido una niña. Para ella supuso mucho que al fin, la única persona de su familia que no la entendía, la entendiera, porque quería mucho a su bisabuela. Murió y desde entonces cada verano es Ainhoa quien le lleva flores al cementerio”, mientras Osval cuenta estas palabras no puede evitar emocionarse. Estíbaliz le abraza y ambos se miran con amor. “Sabemos que a algunas parejas esto les separa, pero a nosotros nos ha unido”, reconocen.

Da mucho miedo pensar en qué futuro les espera, porque casi no hay referentes de personas trans

Han pasado cinco años desde el verano que lo cambió todo y Ainhoa es una niña feliz. De mayor quiere estudiar robótica aeroespacial y quiere ir a vivir a Tokio. Al menos eso dice, con una seguridad y madurez que llama la atención. “Es una niña muy sensible e inteligente. Es también muy generosa. Siempre está para ayudar a los demás. Aunque, lo más importante es que está sana y es feliz. Somos muy afortunados”, señala su madre.

A los padres que viven la misma situación que ellos, solo tienen como consejo las claves a ellos mismos les dieron un día. “Hay que acompañarles, un paso por detrás de ellos y dejarles ser como son. Dejarles ser felices. Da mucho miedo pensar en qué futuro les espera, porque casi no hay referentes de personas trans y los pocos que hay son personas que han sufrido mucho, que han vivido sin apoyo y en silencio, pero el mundo está cambiando y si alguien les hace daño a estos niños o a estas personas, deben saber que ya no están solas, estamos sus familias detrás y vamos a enfrentarnos junto a ellas a todo lo que venga. Eso es algo imparable”, concluyen.

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