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Tengo 20.000 correos sin leer: ¿es grave, doctor? ¿Padezco Diógenes digital?

¿Podemos estar tranquilos si acumulamos enormes cantidades de correo?

Pilar Chacón

En algún momento, todos hemos tenido que buscar por tierra, mar y aire para encontrar el cargador del móvil que recordábamos haber dejado en el cajón del escritorio, las gafas que habíamos colocado en la mesa del salón o las llaves que pensábamos que estaban en el bolso.

En lo que respecta al correo eletrónico, ocurre algo parecido. Muchos también nos hemos vuelto locos tratando de localizar aquel email que nos mandó en su día la aerolínea con los billetes para las vacaciones o los amenazantes correos con las facturas de la luz y el teléfono.

Todo sería más fácil si fuéramos capaces de organizar los mensajes ya leídos: borrar los innecesarios y mantener aquellos que resultan de especial importancia (a ser posible, etiquetados). Para algunos, ordenar y acumular correos puede suponer un problema. Hablamos del trastorno de acumulación compulsiva y del síndrome de Diógenes, ambos en su versión digital.

Nuestro correo no convive con la basura y el polvo, y lleva bastante tiempo ocupar todo el espacio disponible de forma gratuita. Sin embargo, la incapacidad de borrar un mensaje antiguo y la obsesión por tenerlos ordenados nos pueden llevar a padecer estas psicopatologías.

La acumulación digital

A pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde que se detectaron dichas conductas, a principios de la pasada década, los psicólogos ya le han dado una definición a los formatos digitales en los que se presenta la acumulación compulsiva.

“Aunque todavía no está reconocido como una psicopatología, se trataría de un tipo especial de síndrome de Diógenes, propiciado por la extensión de las nuevas tecnologías en las tareas diarias”, explica a HojaDeRouter.com Juan Moisés de la Serna, doctor en psicología y antiguo profesor de la Universidad de Sevilla.

Y en cuanto al trastorno de acumulación compulsiva, “los objetos de acumulación no son físicos, luego no ocuparían la vivienda de la persona, sino más bien el disco duro, las bandejas de email o su cuenta en la nube”.

Tal y como señala De la Serna, una persona que guarda todo el correo, lo clasifica y después es incapaz de borrarlo, también extiende tal comportamiento al mundo de las descargas. De ahí que no necesitemos saber ningún número concreto de correos para averiguar si tendemos a acumular demasiado.

Algo en lo que también está de acuerdo Raquel Ferrari, consultora en psicología de internet. “Lo que se valora es la conducta en general, no sólo si almacena emails, sino si no puede borrar ningún correo recibido o si no puede discriminar entre qué información es útil y cuál no. Películas, artículos, PDF, fotos, etc.”

Guardar, lo normal

No todo el mundo que almacena cantidades ingentes de correos tiene este tipo de problemas. Según los expertos, la ansiedad juega un papel importante. Si en las versiones offline de dichas patologías las personas suelen presentar signos de demencia – en el caso del síndrome de Diógenes - o una conducta ansiosa u obsesiva, resulta más probable que se dé también en el online.

Aún así, “no hay todavía estudios de casos suficientes para comparar y marcar similitudes y diferencias. El problema aquí es ver si hay o no algún sistema para encontrar la información o si la persona controla mínimamente qué material tiene en su PC”, señala Ferrari.

“Una persona que acumula en la vida real tendería también a hacerlo en la vida digital, y no viceversa, pero es sólo una hipótesis”.

No es necesario ponerse paranoico. Descargarse películas, acumular textos o tener el Récord Guinness no certificado al mayor número de correos sin leer es algo relativamente normal.

“Todos solemos guardar las fotos de viajes, los vídeos más graciosos o la música más escuchada, pero en el comportamiento patológico del trastorno de acumulación compulsiva digital se guarda todo, eso sí, ordenado y clasificado”, indica De la Serna.

Aprender a usar el correo

Las personas que padecen estas patologías en el mundo físico no suelen acudir a la consulta de un psicólogo. En el caso digital, ocurre tres cuartos de lo mismo. Aún así, la gente que tiende a acumular libros o correos, cajas repletas de CDs o carpetas llenas de canciones suelen pasar desapercibidas.

“En principio, la persona que sufre un trastorno de acumulación compulsiva, ya sea digital o no, lleva una vida 'normal', de convivencia con los demás, los cuales puede que nunca lleguen a saber de su 'afición'”, explica De la Serna.

En cuanto al síndrome de Diógenes, que conlleva que los pacientes – en general, ancianos -, vivan en condiciones pésimas de higiene, “no parece que en el mundo digital se pueda producir ese deterioro nocivo, aunque sí puede darse el caso de que la persona sature el servidor o el disco duro de su empresa si sufre este síndrome”.

En estos casos, el tratamiento se basa, simplemente, en que las personas aprendan a manejar las herramientas digitales, en concreto el correo.

“Si todos los destacamos, al final no nos servirá para saber qué es importante y qué no. Igualmente, si no abrimos los emails y estos se acumulan, perderemos la utilidad de la herramienta, porque no nos servirá para lo que está diseñado: servir de vía de comunicación”.

20.530, 433, 103.456 emails... Más alta o más baja la cifra de correos sin leer, tampoco hay que preocuparse demasiado. Seguro que Gmail nos da tarde o temprano algún que otro mega más de espacio.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de CarbonNYC, Ian Lamont, Skrewtape, Carlos Martz, C x 2 y Herman Rhoids

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