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Análisis - Israel ataca Yemen pensando en Irán. Por Jesús A. Núñez

Israel no da respiro a la población de Gaza mientras se dilatan las negociaciones para un alto el fuego

Un grupo de palestinos en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza.

Icíar Gutiérrez

26 de diciembre de 2024 21:14 h

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Se llamaba Sila y tenía tres semanas de vida. Su padre, Mahmoud al-Faseeh, la envolvió en una manta en su tienda de campaña en Al-Mawasi, una zona frente al mar cercana a Jan Yunis, al sur de la Franja de Gaza. Intentaba mantenerla caliente, pero no fue suficiente. Era de noche, hacía mucho frío en su tienda levantada sobre la arena y ni siquiera los adultos eran capaces de entrar el calor. El diminuto cuerpo de Sila, que se había despertado llorando varias veces, estaba rígido, según ha contado su padre a Associated Press. Los médicos de un hospital de campaña intentaron reanimarla, pero era demasiado tarde. La pequeña murió de hipotermia, al igual que otros dos bebés en los últimos días en Al-Mawasi, según ha confirmado un médico a la agencia de noticias. 

Sila solo ha conocido la guerra y el desplazamiento. Al igual que su familia, cientos de miles de personas se apiñan en condiciones muy difíciles bajo plásticos a medida que llega el húmedo invierno y las temperaturas caen en picado en el devastado enclave palestino. Para Ahmed al-Farra, director de la sala infantil del hospital Nasser en Jan Yunis, la muerte de Sila “es un claro ejemplo de las consecuencias de esta guerra injusta y su impacto sobre la población de la Franja de Gaza”, según ha dicho a la cadena Al Jazeera. Mientras la historia de la pequeña saltaba a los medios internacionales en plena celebración de la Navidad, las declaraciones de Hamás y Tel Aviv arrojaban un jarro de agua fría sobre las esperanzas de un alto el fuego inminente en Gaza como fruto de las negociaciones que se han intensificado entre bambalinas, antes de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. 

La guerra de Israel en Gaza se cobra la vida de un niño cada hora, según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA). Niños y mujeres son el grueso de las más de 45.300 personas que han muerto como resultado de 14 meses de bombardeos e invasión terrestre por parte de las tropas de Benjamin Netanyahu, según las autoridades sanitarias locales. “Gaza es una trampa mortal de la que nadie puede escapar. La gente espera que haya un alto el fuego, pero todos los días hay bombardeos y desplazamientos de población. Atacan sistemáticamente todos los hospitales”, dice a elDiario.es Paula Gil, presidenta de Médicos Sin Fronteras España, que acaba de regresar de Gaza, concretamente de Al-Mawasi. 

“La gente está agotada, hay niños con caras de adultos cansados”, explica Gil. “Es como vivir constantemente bajo una ruleta rusa. Están todo el tiempo escuchando los aviones desde sus tiendas, los drones que van bombardeando de manera aleatoria en la zona humanitaria, bombardeando tiendas y vehículos que pasan con la excusa de que son objetivos, pero en realidad están matando familias enteras. Es una tortura psicológica para la población, es gravísimo. Atendemos a niños que están con unos síndromes de regresión importantísimos, que vuelven a hacerse pis en la cama por las noches y ya no pueden comer solos porque están completamente traumatizados”.

Decenas de muertos en nuevos ataques

En la madrugada de este jueves, una nueva oleada de bombardeos ha matado a decenas de personas en distintos puntos del enclave. Entre las víctimas, según las autoridades y los medios palestinos, hay cinco periodistas del canal de televisión Al Quds que perdieron la vida después de que Israel atacara su vehículo de transmisión frente al hospital Al-Awda en Nuseirat, en el centro de la Franja. Imágenes del lugar del ataque muestran los restos de una camioneta blanca con una inscripción en rojo en la que se lee “press” (prensa) en las puertas traseras. Decenas de familiares y compañeros han participado este jueves en los funerales de los cinco fallecidos, cuyos cuerpos fueron envueltos en mortajas blancas. Sobre ellos colocaron chalecos antibalas azules con la palabra “prensa”.

La versión del Ejército israelí es que se trataba de un vehículo perteneciente a una célula de la Yihad Islámica, un grupo armado que lucha junto a Hamás. Israel niega sistemáticamente haber atacado a trabajadores de medios de comunicación, aunque sus acciones han sido condenadas por organizaciones internacionales en defensa de la libertad de prensa. Según el Comité para la Protección de los Periodistas, con sede en Nueva York, Israel ha sido responsable de dos tercios de las muertes de periodistas y empleados de medios en todo el mundo en 2024. A principios de mes, Reporteros sin Fronteras denunció que Israel –que ha prohibido la entrada a reporteros extranjeros en la Franja– ha matado a más de 145 periodistas desde octubre de 2023 en lo que la ONG califica como “masacre sin precedentes”.

El de Nuseirat no ha sido el único ataque israelí que se ha cobrado víctimas en las últimas horas. Según los médicos del enclave, varias personas han muerto y han resultado heridas en bombardeos sobre viviendas en los barrios de Zeitún y Sabra, en Ciudad de Gaza. Más al norte, en la localidad de Yabalia, se ha registrado otro bombardeo mortal contra una residencia, según la Agencia EFE. El norte de Gaza sigue bajo un asedio casi total por parte de las tropas israelíes. 

Fadel al-Naim, director del hospital Árabe al-Ahli en la capital gazatí, ha indicado que están experimentando un aumento en el número de personas heridas debido a una escalada de ataques israelíes en la ciudad y en la parte norte de la Franja, recoge la agencia palestina Wafa. La mayoría de los casos que llegan sufren heridas graves mientras que el hospital sufre una grave escasez de suministros médicos básicos como gasas, suturas quirúrgicas y algunos medicamentos necesarios.

Por otro lado, un bombardeo israelí ha matado a dos miembros del equipo de una ambulancia en las cercanías del hospital Kamal Adwan, en el norte de la Franja, según informa Al Jazeera. El hospital ha quedado fuera de servicio tras semanas de ataques israelíes casi diarios. 

Los ataques no se han limitado a Gaza. Este jueves, Israel también ha bombardeado objetivos en Yemen, entre ellos el aeropuerto de Saná. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, estaba en el aeropuerto cuando fue atacado. “Cuando estábamos a punto de embarcar en nuestro vuelo desde Saná, hace unas dos horas, el aeropuerto fue objeto de un bombardeo aéreo. Uno de los tripulantes de nuestro avión resultó herido. Al menos dos personas murieron en el aeropuerto. La torre de control aéreo, la sala de embarque –a pocos metros de donde nos encontrábamos– y la pista de aterrizaje sufrieron daños”, ha escrito el jefe de la OMS en X, en el que ha confirmado que él y sus compañeros de la ONU y la OMS están a salvo. Netanyahu ha prometido que persistirá “hasta completar la tarea” de neutralizar a los insurgentes hutíes, calificándolos como “el brazo terrorista de Irán”.

Desencuentros en las negociaciones

Entretanto, la irrupción del ultra Itamar Ben Gvir, el ministro de Seguridad Nacional israelí, en la Explanada de las Mezquitas –que alberga la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del islam– ha caldeado aún más los ánimos, con acusaciones de que se trata de una provocación deliberada. “Esta mañana subí al lugar”, ha escrito este jueves el ministro extremista en X, “para orar por la paz de nuestros soldados, por el pronto regreso de todos los secuestrados y por la victoria completa con la ayuda de Dios”. Hamás ha dicho que la actuación de Ben Gvir solo echa “más leña al fuego” y la ha tachado de “peligrosa escalada del gobierno de ocupación de extrema derecha contra la identidad árabe e islámica”.

La polémica visita de Ben Gvir –quien ha acudido acompañado de colonos radicales y al comienzo de la festividad judía de Janucá– se produce en un momento delicado, con Israel y la milicia palestina inmersos en negociaciones para pactar un acuerdo de alto el fuego e intercambio de rehenes en Gaza.

Después de días en los que las partes habían comunicado avances en las negociaciones indirectas, emergen diferencias. Este miércoles, Hamás e Israel se culparon mutuamente de complicar un acuerdo de alto el fuego, enfriando las expectativas sobre un entendimiento que dé una tregua a la población gazatí y permita la vuelta de decenas de rehenes retenidos en el enclave tras 14 meses de guerra. 

La milicia palestina afirmó que Tel Aviv ha impuesto nuevas condiciones “relacionadas con la retirada (de las tropas), el alto el fuego, los prisioneros y el retorno de los desplazados, lo que ha retrasado la consecución del acuerdo que estaba al alcance de la mano”. Netanyahu, por su parte, acusó a Hamás de mentir y desdecirse de los compromisos ya alcanzados.

Fuentes de seguridad egipcias han indicado a la Agencia EFE que tanto El Cairo como Doha, que median entre Israel y Hamás, han intensificado sus contactos con ambas partes para alcanzar un “acuerdo integral” pese a las “dificultades”. Las mismas fuentes aseguran que “existen indicadores positivos que llevan al optimismo sobre la posibilidad de conseguir avances pronto”, sin dar más detalles, a la vez que atribuyen el retraso a que Tel Aviv “revocó algunos puntos que se habían acordado”. Entre ellos, mencionan “la distancia que separaría a las fuerzas de ocupación de las zonas residenciales y los nombres de los prisioneros palestinos que estaban incluidos en los puntos previamente acordados” –en referencia a los palestinos encarcelados por Israel, y que serían excarcelados a cambio de la liberación por Hamás de rehenes israelíes–.

“Las condiciones nunca han sido mejores”, dice el Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, que urge al Gobierno israelí a firmar un acuerdo. Se trata del principal grupo que representa a los seres queridos de las personas que siguen retenidas tras ser tomadas como rehenes en los ataques del 7 de octubre de 2023 –que dejaron unas 1.200 víctimas mortales–.

En las últimas semanas, las partes implicadas en las conversaciones, entre ellas EEUU –el mayor aliado de Israel–, han expresado un creciente optimismo sobre las idas y venidas diplomáticas, pero también han advertido de que las negociaciones podrían fracasar. “Creemos que nos estamos acercando, y no hay duda de ello, lo creemos, pero también somos cautos en nuestro optimismo”, dijo a mediados de diciembre el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby. “Ya hemos estado antes en esta situación en la que no pudimos llegar a la meta”.

Desde el inicio de la guerra de Gaza se han celebrado varias rondas de conversaciones. Ninguna ha llegado a buen puerto, a excepción del acuerdo de tregua temporal e intercambio entre Hamás e Israel que se selló a finales de noviembre del año pasado. 

Segunda Navidad de luto

Por el momento, la devastadora ofensiva israelí continúa en Gaza, y a apenas 70 kilómetros, la pequeña ciudad palestina de Belén, al sur de Cisjordania ocupada, ha afrontado su segunda Navidad de luto, sin el árbol en la plaza principal ni los colores, la música y la alegría que solía traer cada año a sus calles el tradicional desfile. 

Para la comunidad cristiana de la Franja, las celebraciones navideñas también son solo un recuerdo. Sus esfuerzos ahora se centran en sobrevivir. “No hay alegría, ni sonrisas, ni vacaciones, ni nada. Nos limitamos a desafiar al tiempo”, dice Amal Aboud, desplazada en Al-Mawasi, en un testimonio recogido por Naciones Unidas. “Por la noche, mientras duermes, oyes de repente una fuerte explosión. Te levantas de un salto como una loca. No sabes qué hacer. Te recompones y lloras, pero no puedes volver a dormir. No hay ningún lugar seguro donde descansar. No hay vida. No hay nada que te haga feliz ni cómodo”.

La ofensiva ha causado una destrucción generalizada en el enclave palestino y ha desplazado al menos a 1,9 millones de personas, el 90% de los habitantes de Gaza, a menudo varias veces. El hambre sigue haciendo mella y la cantidad de ayuda humanitaria que Israel permite entrar en el territorio palestino sigue siendo muy inferior a los niveles previos a la guerra. A comienzos de semana, la ONG Oxfam Intermón denunció que, de 34 camiones de alimentos y agua a los que se les permitió entrar en el asediado norte de la Franja en los últimos dos meses y medio, solo 12 lograron distribuir la ayuda a la población palestina, y señaló al Ejército de Netanyahu por las “demoras deliberadas y las obstrucciones sistemáticas”. Según relata la entidad, ya a principios de diciembre, las organizaciones humanitarias que operan allí recibieron llamadas de personas vulnerables atrapadas en casas y refugios que se habían quedado sin alimentos ni agua.

“La comida en el mercado es extremadamente cara. Un plátano puede costar cinco dólares y un kilo de patatas, 10. La gente no se lo puede permitir. Y la ayuda humanitaria está llegando con cuentagotas. Las trabas que estamos teniendo para poder operar en Gaza son completamente injustificables”, dice la representante de MSF España. “He visto toneladas de ayuda humanitaria al sol pudriéndose porque no permiten su entrada. Nosotros hemos tenido rotura de stock de paracetamol o ibuprofeno, cosas esenciales. Hay mucho material que necesitamos que no podemos meter en Gaza. El Gobierno israelí hace propaganda de cómo permite el acceso de la ayuda, pero es una falsedad. Lo poco que conseguimos meter es a fuerza de negociar cada caja de medicamentos”. 

La cooperante, que como toda la comunidad humanitaria implora un alto el fuego, ha trabajado en muchos lugares del mundo, pero cuenta que su sensación y la de sus compañeros de Gaza, curtidos en crisis, es de estar ante “un antes y un después”. “[Lo que ves] Desde el paso fronterizo de Kerem Shalom hasta Jan Yunis, es como si te hubiera caído una bomba atómica. No queda absolutamente ni un edificio en pie, está todo arrasado”. “Vamos a sentir vergüenza cuando tengamos que explicar a nuestros nietos que fuimos incapaces de parar lo que está sucediendo en Gaza. Esto está pasando con la complicidad de toda la comunidad internacional y parece que ha habido una deshumanización de la población gazatí”, concluye.

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