Andrés Lima: “1936 tiene mucho de un gran ejercicio de memoria histórica ”

Casi tres años de preparación fueron necesarios para que 1936 viera la luz. La dedicación con la que fue concebida ha dado paso a teatros llenos con las entradas agotadas con gran antelación por la profundidad y brillantez con la que aborda la Guerra Civil. El montaje teatral, que salió del cascarón a finales del pasado año y concibe con rotundo éxito nuestro pasado en conexión con el presente, está realizando la primera parte de su gira y este fin de semana aterriza en Logroño.
Andrés Lima, el director de un proyecto que cuenta con un equipo actoral y técnico de altura, reivindica en esta entrevista la necesidad de contar adecuadamente la historia, la importancia de la memoria y, sobre todo, la verdad que compone la obra.
1936 es una radiografía completa de la cronología de la Guerra Civil durante una obra que tiene una duración de más de cuatro horas y que cuenta con años de trabajo detrás. ¿Cómo ha sido el proceso de investigación, preparación, escritura y adaptación?
Ha sido largo y hermoso. También he de decir que por mucho que intentes abarcar la Guerra Civil, es un poco imposible. Pasan tantas cosas diferentes, hay tantas guerras estando dentro de la guerra... Para hacer un paisaje general, que era mi primera intención, he tenido que prescindir de cosas que pueden ser incluso muy importantes o que gente puede echar de menos, pero lo que me propuse es intentar relatar lo realmente esencial, desde mi punto de vista, que se dirime dentro de la Guerra Civil.
Dicho esto, surge de la inquietud por contar la guerra que tengo desde hace muchos años. Por otro lado, más concretamente, viene de los otros dos montajes anteriores a los que le llamé Shock 1 y Shock 2. No somos muy conscientes, ya que tenemos una imagen casi en blanco y negro de aquello, como si fuera lejano, cuando en realidad somos herederos directos de esa guerra y ha influido en la cultura y en los genes del español de a pie.
Por lo tanto, además de los motivos del renacimiento de los fascismos en el mundo y la poca información que hemos tenido muchas generaciones sobre la guerra, el propósito era retratar un paisaje general de la guerra para intentar comprender cómo fuimos. Eso va a ser elocuente con cómo somos y también con qué podemos ser o cómo podemos llegar a ser.
Empezamos hace tres años, después de esa idea, haciendo talleres de investigación con historiadores para intentar profundizar y hacer una lectura lo más poliédrica posible. La base del 36 es historiográfica, pero también hablamos con gente que ha vivido la guerra y que sabe cómo se desarrollaba la vida en aquel momento. Es decir, los talleres nos sirven para que gente que sabe más que nosotros nos pueda hacer profundizar en el tema, tanto en la parte teórica como en la parte teatral.
Después de ello, acometemos los ensayos ya formales con una idea bastante clara de lo que queremos contar. La dramaturgia se ha ido formando a lo largo de este tiempo en equipo, aunque después escribamos las personas que tenemos que escribir, pero las ideas vienen de nosotros, de la historia, de los historiadores y del resto del equipo: actores y actrices, escenografía, iluminación... Es una tarea hermosa porque es en equipo y hace que la obra esté defendida por todos los integrantes a la vez, no solamente por mí como director.
La obra se mueve en el equilibrio de la representación, la contextualización histórica, la emoción y la pedagogía. ¿Por qué habéis optado por este enfoque?
Bueno, no es que haya optado, sino que es la manera en la cual me sale natural desde la responsabilidad de dirigir esto. Creo que el espectador contemporáneo es un espectador que ha bebido de muchísimas corrientes diferentes y que en España ha habido desde la transición un aluvión de propuestas teatrales que no tienen que envidiar nada a ningún otro sitio del mundo. Es decir, el espectador tiene una lectura muy ecléctica no solamente por el teatro, sino por el cine y por la televisión de lo que ha sucedido.
Esta mezcla de géneros y de técnicas de comunicación puede formar parte de este puzzle enorme que es la guerra. Por eso decido contarlo desde todos esos puntos de vista diferentes. Después, evidentemente, como creador también tienes tu punto de vista mediante esos géneros y técnicas para contar lo que quieres contar.
El carácter multidimensional de 1936 se puede ver en la propia interpretación de diversos personajes simultáneos por parte del cuerpo de actores y actrices. ¿Qué ha supuesto para ellos y ellas el hecho de encarnar a personajes tan diferentes entre sí en la misma obra?
Creo que eso enriquece mucho la visión de la obra porque nos coloca de una manera inmediata en el lugar del otro. Para mí, era muy importante el trabajo de los actores y actrices. Tienen que ser muy buenos, casi malabaristas de la actuación, que sepan hacer tanto teatro de máscaras como teatro más físico o teatro más realista, más basado en las emociones.
Había una idea que me ha gustado siempre, que es el doctor Jekyll y Mr. Hyde. Si un actor, al fin y al cabo, hace ese ejercicio de ser tanto una parte de sí mismo como la contraria, de ponerse en el lugar del otro, vamos a comprender mucho esto. En esta obra el mejor ejemplo es Azaña convirtiéndose en Clara Campoamor y pasando de ser un hombre a una mujer. Eso me dio mucha libertad. Si alguien es capaz de interpretar cualquier personaje de la guerra, también cualquier género, ¿por qué no una mujer haciendo de Azaña cuando lo que importa es lo que cuenta? Después está el talento de la actriz para incorporarlo. ¿Por qué Blanca Portillo no puede ser José Antonio Primo de Rivera o Alba Flores no puede ser el General Rojo? Eso impulsa también la libertad con la que se cuenta toda la historia.
Hay una teatralidad clara que te ayuda a pasar de un personaje a otro, pero lo importante es el compromiso con la verdad de la historia. Seas hombre o mujer, puedes representar cualquier cosa porque estás en una clave teatral, en un juego que tú has establecido con el espectador donde no se va a fijar en la manera realista de contar la historia, sino en la verdad que cuenta esta obra de teatro, que es especial.
Por otro lado, también quería jugar no solamente con el presente de cada personaje, sino con el tiempo. Ahí es donde entra el coro, un coro de jóvenes que está buscado ex profeso, coloca a la juventud de hoy en día directamente en ese marco histórico de ayer. Ese coro nos sitúa como puente entre lo que fue el 36 y, casi noventa años más tarde, hoy. Por eso tampoco quería que fueran vestidos como el resto de los actores, sino que siempre hubiera una presencia contemporánea. Son chicos y chicas de hoy en día sufriendo y representando la guerra. Todo ese juego está presente en la función, te sitúa en ver la historia como algo muy cercano y creo que el público lo entiende inmediatamente, no hace falta una gran explicación.
La puesta en escena tiene un gran componente innovador con la presencia continua del coro y la disposición de parte del público en la propia tarima. ¿Cuál es el fin narrativo de esa elección escénica?
El espacio rodeado por el público, que a su vez está siendo rodeado por las pantallas de proyección con muchas escenas documentales reales y después videocreaciones en base a esas escenas documentales, es importante para que el público sea un actor o una actriz más, para que esté dentro.
La historia se puede contar de muchas maneras, pero si llegas a meter dentro del espectador físicamente y psicológicamente la guerra, no solamente la escuchas, sino que la sufres o por lo menos la sientes. Eso es diferente. Solamente el teatro ante la historiografía aporta eso de novedad. Es decir, no solamente saber qué pasó en la matanza de Badajoz, sino darte la impresión de que tú estás asistiendo a ella o sufriéndola.
Para mí, eso era importante porque sentir la historia es algo que es difícil acceder por medio de un libro, pero el teatro sí que puede hacerlo. Es una historia tan antigua como el teatro clásico griego, que ya lo inventaron, con un coro presente que puede servir para identificarte o de vez en cuando distanciarte y hacerte que seas subjetivo con lo que se cuenta.
En Shock 1 abordaste la dictadura de Pinochet en Chile y en Shock 2 el neoliberalismo de Reagan y Thatcher. ¿Es la Guerra Civil y la dictadura franquista el gran shock de la historia española?
Sí, hablando en líneas generales, sí. Así lo consideramos y, de hecho, así lo comentamos en un par de momentos de la función. Es decir, si consideramos el shock como el golpe propiciado por un grupo determinado, en este caso un golpe de Estado, para hacer un cambio profundo en la estructura de un país partiendo de la economía, el shock en España estuvo propiciado por los sublevados y un montón de poderes como la aristocracia, el nuevo fascismo y la iglesia que lo apoyó.
Por lo tanto, para mí es un shock clarísimamente. La mayor diferencia ahora es que el neoliberalismo se nutre también de las urnas, pero al final la conquista de la economía del país es igual en ambos shocks.
¿De dónde parte tu necesidad de plasmarlo con este montaje?
Bueno, es una necesidad teatral. A mí siempre me han atraído las relaciones humanas, las cuales vienen marcadas por la política o marcan la política. Cuando estudiaba, en los años setenta, estaba en colegios donde se cantaba el Cara al sol. Entonces llevamos metidas todas esas ideas que son resultantes de la guerra y que han alimentado nuestra forma de estar en el mundo. Este país todavía tiene muchas generaciones que son demasiado dependientes de la educación que recibimos en el franquismo y del shock de la guerra.
De ahí nace esa necesidad, de intentar saber cómo somos y qué deuda tenemos con el mundo que vivimos. Como personas que pertenecemos a un país, está bien reflexionarlo y sentirlo, sea a través de la cultura o de cualquier otro medio, pero creo que la cultura te permite vivirlo de otra manera y dar lugar, además, a la reflexión de otra manera. Por eso es importante. Todos estamos implicados en la memoria histórica. La obra tiene mucho de un gran ejercicio de memoria histórica.
¿Cuál es tu consideración sobre cómo se ha contado la historia de la Guerra Civil? ¿Supuso la transición una etapa de entierro y olvido?
Es una pregunta grande que abarca mucho tiempo. En general, hasta la muerte de Franco se ha contado mal la Guerra Civil. Se ha contado desde el punto de vista franquista de los vencedores y ha sido una historia muy manipulada donde se han ocultado muchísimas cosas.
A partir de la muerte de Franco se empieza a poder investigar. A pesar de ello, hoy en día todavía hay muchos archivos, lo sé por lo que nos han contado los historiadores, que son inaccesibles tanto del ejército como de las policías o destruidos durante la época de la transición, antes e incluso un poco después.
Por lo tanto, se ha contado mal y es una oportunidad para que vayamos contando bien la historia. El grupo de historiadores en el que me he basado son personas que representan esa búsqueda para poder contar de una manera completa la guerra: Ángel Viñas, Francisco Espinosa, Mirta Núñez, Julián Casanova, Paul Preston... La cuentan, en definitiva, de una manera diferente a la que se contaba. Después, la transición tuvo de todo. Evidentemente, la transición y los pactos del consenso, tuvieron cosas que hicieron avanzar el país hacia la modernidad, pero ocultaron quizás demasiadas cosas que acaban saliendo a la luz o que no podrán salir a la luz y que pueden llegar a ser muy injustas.
La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica lo ha tenido muy difícil durante la transición, sobre todo después del golpe de Tejero, y lo sigue teniendo difícil en muchos ayuntamientos. Hay intereses por parte de muchos grupos de que no se sepa totalmente qué es lo que pasó con las más de 114.000 personas desaparecidas y eso es grave. Eso es algo que hay que tratar desde un punto de vista no solamente histórico y político, sino desde un punto de vista humano, ya que hay quienes quieren saber dónde está su abuelo o su abuela o su tío o quien sea y que quiere enterrarlo y poder llorarle a gusto.
¿Qué relación guarda la obra con la actualidad con el auge de la ultraderecha y la exaltación del franquismo en algunos discursos y manifestaciones?
El fascismo es un sistema que se basa en la violencia, en la exclusión del otro y en el uso del poder autoritario y déspota sobre los demás. Quien esté de acuerdo con ello pues me parece muy bien, pero creo que es algo contra lo que hay que luchar. Es asombroso que en la Europa que sufrió a Hitler, Franco y Mussolini, en estos tres países concretamente esté resurgiendo de una manera muy fuerte.
Esto nos tiene que hacer pensar qué hemos hecho a lo largo del tiempo para que estas ideas sigan calando en el pensamiento de un montón de votantes, que además ahora mismo acceden al poder por medio de la democracia como AfD en Alemania, como la Italia de Meloni, como la Francia de Le Pen o como la España de Abascal. Son muchos millones de votantes y todo eso nos tiene que hacer reflexionar qué es lo que hacemos con nuestras vidas, el país que les dejamos a nuestros hijos e hijas.
Por otra parte, en esa conexión de lo histórico con la actualidad, el feminismo es un componente fundamental de la obra a partir de la visibilización de las voces de varias mujeres.
Sí, de hecho hay una colaboración concreta, aparte de los cuatro autores, que es la de Verónica Serrada, una autora que ya colaboró conmigo en Prostitución y a quien le encargué la parte de las milicianas. Si la información sobre la República ha sido hurtada durante muchas generaciones por obra y gracia de los historiadores franquistas, imagínate el de la mujer que, además, era republicana o que participó en ese bando. Está totalmente anulada.
Durante la guerra todavía no estaba claro el apoyo de sus compañeros. Clara Campoamor propone el voto de la mujer en 1932 y muchas mujeres incluso dentro de la República piensan que no es el momento porque va a salir la derecha si votan las mujeres, lo cual sucedió, ¿pero por qué quitarles el voto? También salió la derecha con el voto de los hombres. Hay una paradoja que no pasa más que por el hecho de que España era muy patriarcal y muy machista. No hay más que ver la historia de la guerra.
La aportación, sin embargo, que durante la Segunda República surge de las mujeres es increíble por las mujeres que acceden al gobierno, por cómo se organizan ellas o asociaciones anarquistas como Mujeres Libres y el empuje de los derechos de la mujer, que después es una regresión bestial hasta nuestros días. Es decir, muchos de los logros del feminismo actual ya estaban en la Segunda República, ya eran propuestos por un montón de políticas muy interesantes y ya no te digo en el terreno cultural. Por eso queremos sacar y hacer visibles a las Sinsombrero. Yo, por ejemplo, no conocía que el grupo tenía tal cantidad de intelectuales, artistas tan valiosas y con un trabajo brillante al mismo nivel que el de los hombres, que son archifamosos.
Todo eso nos interesaba sacarlo a hacer que fuera importante no solamente por una actitud de apoyo al feminismo, sino porque es que era verdad y no somos conscientes. Parece que es algo nuevo desde los años sesenta las reivindicaciones de las mujeres feministas. No, no, en los años treinta ya existían y eran muy potentes.
La obra está siendo muy bien acogida por el público con las entradas agotadas desde el estreno en Madrid, la gira por varias ciudades y aquí también en Logroño. ¿Cómo os sentís al respecto y cuáles son los planes de continuación de la gira?
Nos sentimos muy bien. Es fantástico que te acoja tan bien el público. Se produce algo muy especial cada función que hacemos porque no es solamente una función exitosa que le guste a la gente, sino que pasa algo catártico. El inconsciente colectivo de cualquier español tiene dentro la Guerra Civil y, aunque haya chavales que no hayan oído hablar ni de Franco, dentro de sus genes hay algo que reconocen en la obra.
Además, de repente no solamente es colocarse en el pasado, sino que escuchan las ciudades donde viven, las calles donde todavía transitan y todo eso hace que la obra llegue no solamente a la cabeza, la cual tiene una intención didáctica que nunca he ocultado, sino también lleva a que la sientan. La acogida no se da solamente entre los mayores, donde muchos te agradecen, sino entre los muy jóvenes. Para ellos es una sorpresa. Todo esto es lo que a mí más me enorgullece del trabajo.
En cuanto a los planes para seguir, reponemos en Madrid a partir de septiembre por el éxito que ha habido, ya que se agotaron las entradas enseguida. Después, intentaremos seguir haciendo una gira. Es una obra difícil, que necesita ayuda porque somos 28 en escena más toda la técnica que lleva detrás. Incluso saldremos de España a Bélgica en un momento dado a un festival.
Por último, la obra se vertebra a partir de una mirada global que tiene un poso final de la herida de la guerra y la dictadura y del compromiso con la memoria histórica, como se refleja en el desenlace. ¿Qué idea te gustaría que se quedase en el espectador después de ver la obra?
Nunca ha sido de predecir el sentimiento o la sensación del espectador. En la parte teatral que me toca, quiero que la obra lleve a la emoción y a la reflexión. Sencillamente con eso me doy por satisfecho. Lo demás es el espectador quien tiene que sacar sus propias conclusiones. No me gusta dirigir el aplauso.
Aunque haya momentos ficcionados y de creación autoral, lo que se cuenta es verdad durante toda la función. Todo lo que se dice se dijo y sucedió. No mentimos ni intentamos manipular la historia. Por lo tanto, que la gente salga con un conocimiento mayor de lo que fuimos para mí es suficiente y muy bonito.
1