Europa en la encrucijada: La paz no se mendiga, se defiende

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Cuando Los Verdes, un partido que ha hecho del pacifismo su bandera durante décadas, aprueba reformar la Ley Fundamental de Alemania para permitir el rearme, algo muy serio está pasando. No es una decisión cualquiera, es un giro radical que rompe con la actitud defensiva que Alemania ha venido manteniendo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se juró no volver a ser una amenaza militar. Si hasta Los Verdes han visto el peligro a sus puertas —la sombra expansiva de Rusia y la imprevisibilidad de unos Estados Unidos que ya no son el aliado protector de antaño—, el resto de Europa deberíamos tomar buena nota. La paz que todos anhelamos, no se defiende con consignas ni eslóganes, exige acción; y si un partido con esa historia lo ha entendido, nuestras alarmas deberían estar al rojo vivo.

Por supuesto que nadie quiere la guerra. Yo tampoco. El 15 de febrero de 2003, millones de españoles salimos a las calles para gritar “¡No a la guerra!” contra la invasión de Irak, una aventura injustificada que Aznar y el PP respaldaron con entusiasmo ciego. Aquel día, nuestro rechazo a las mentiras y a la violencia armada fue un clamor legítimo y estoy seguro de que quienes marchamos por las calles, seguimos defendiendo ese mismo espíritu pacifista. Pero la Europa de 2025 no es la de aquel 2003. Hoy enfrentamos a una Rusia que no solo ha invadido Ucrania, sino que lleva años librando una guerra de desinformación, de ataques informáticos y bulos contra nuestras democracias, mientras Estados Unidos se tambalea como garante de nuestra seguridad y se convierte en una nueva amenaza no solo para nuestra economía sino también para nuestra seguridad. Ignorar estas amenazas no nos hará más pacíficos, nos hará más vulnerables.

En España, sin embargo, seguimos atrapados en un debate estéril, como si el tiempo no hubiera pasado. Tenemos, por un lado, una izquierda radical que desempolva camisetas pacifistas transmitiendo la idea de que la paz se defiende con sentadas al son de canciones de Joan Báez, como si eso detuviera tanques. Por otro, una ultraderecha nostálgica y defensora de dictadores -antiguos y actuales-, que nunca ha conocido un campo de batalla más allá de sus desfiles fascistas y cree que la patria se salva con gestos grandilocuentes y rezando rosarios a las puertas de Ferraz. Ambos, ciegos al ejemplo de Los Verdes y del resto de fuerzas europeas, se aferran a un pasado que no entiende el presente. Esto no va de buenismo ni de bravatas, va de supervivencia. Y mientras Alemania da un paso histórico para proteger la paz con hechos, aquí seguimos discutiendo con ecos del ayer.

Dentro de la coalición que sostiene al Gobierno de Pedro Sánchez, las tensiones son palpables. Algunos socios rechazan aumentar el gasto en defensa, aferrándose a un idealismo que, aunque comprensible, no encaja con la gravedad del momento. Pero Sánchez lidera con éxito algo inédito: el primer Gobierno de coalición de la historia democrática de España, un puzle de fuerzas políticas diversas, a veces antagónicas, que por sí solo ya supone un desafío monumental. En esas condiciones, ha gestionado las crisis más graves que hemos enfrentado —una pandemia mundial, la erupción de un volcán, una guerra a las puertas de Europa, y ahora esta encrucijada defensiva— con una eficacia indiscutible. Pero es que, mientras hacía eso que en sí mismo ya es una proeza, ha impulsado los mayores avances sociales, laborales y asistenciales de nuestra historia reciente y, encima, ha colocado a España como la mejor economía del mundo. Como él mismo ha dicho, “solo Europa sabrá proteger Europa”. Su visión es clara: reforzar nuestra defensa no implica renunciar a las políticas sociales, sino garantizar que podamos seguir disfrutándolas.

Por supuesto que de un partido como VOX cuyo líder se proclama admirador de Putin y ferviente seguidor de las políticas de Trump, incluso aunque signifiquen la ruina para nuestros agricultores, no podemos esperar nada bueno. Lo incomprensible es la actitud del PP que, aunque comparte claramente la necesidad de rearmar Europa, prefiere mantenerse en la oposición forzando la máquina incluso a costa de sus propios principios. En un momento en que España y Europa se juegan el ser o no ser, su patriotismo de pulsera y banderita resulta tan vacío como irresponsable. 

Puedo entender que la oposición eche espuma por la boca ante los éxitos indiscutibles de Sánchez, pero si de verdad amaran a este país, pondrían la seguridad colectiva por encima de sus intereses partidistas. Sánchez lo está haciendo y ellos deberían ser capaces de seguir su ejemplo.

No podemos seguir con la discusión enarbolando consignas trasnochadas y nostalgias autócratas del pasado mientras el futuro nos pasa por encima. Rusia no va a detenerse con palabras amables y Europa no puede permitirse más divisiones. Como muy bien ha dicho Pedro Sánchez, los europeos estamos en nuestras propias manos y no en las de quienes desprecian nuestra democracia o sueñan con destruirla. Es hora de actuar con madurez, con visión y con responsabilidad. Porque la paz, esa que tanto anhelamos, no se mendiga, se defiende.

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