“El estado sionista usa el deporte para limpiar su imagen”. Es la conclusión a la que ha llegado el movimiento BDS Madrid, un grupo propalestino que ha llamado a concentrarse el martes en los alrededores del Wizink Center, recién renombrado como Movistar Arena. Ese día se juega en el Palacio de Deportes el partido de baloncesto que enfrentará al Real Madrid con el Maccabi de Tel Aviv, un equipo israelí cuya llegada no ha quedado exenta de polémica.
La visita se produce en medio de una ofensiva militar que se ha cobrado la vida de más de 40.000 personas en un año, según el recuento del Ministerio de Salud de Gaza sobre el genocidio en Palestina.
La visita del conjunto deportivo ya avivó las tensiones este año en Vitoria, donde hace una semana otra plataforma civil exigió suspender el partido convocado para el 7 de febrero. Palestinarekin Elkartasuna levantó la voz contra este nuevo encuentro, pues ya en enero del año pasado el Maccabi jugó en País Vasco y requirió de un despliegue policial junto al hotel en el que se alojaban los miembros del equipo, para garantizar su seguridad dadas las críticas vertidas en los días previos.
La Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (Rescop), un conglomerado de organizaciones contrarias a las políticas de Benjamín Netanyahu, se ha sumado a las críticas contra el partido que se jugará el 14 de enero en Madrid. Han pedido directamente el “boicot” a la celebración por lo que consideran una forma de sportwashing. Es decir, un intento de blanquear las acciones de Israel a través de partidos amistosos en otros países. Rescop ha exigido a través de una publicación en redes poner fin a las relaciones deportivas –“y de todo tipo”– con Israel.
Y es que el deporte no es el único ámbito en el que han surgido estas críticas. En 2019, antes incluso del ataque de Hamás que propició la escalada del conflicto el 7 de octubre de hace dos años, se sucedieron los señalamientos por la celebración de Eurovisión en Tel Aviv, pues la candidata israelí había ganado el último certamen. Una controversia que volvió con fuerza en el último festival europeo, para el que llegaron a realizarse hasta recogidas de firmas que pedían expulsar al país de la competición. Lo hicieron recordando el precedente de 2022, cuando se eliminó a Rusia del concurso nada más iniciarse la guerra en Ucrania.
Aunque Israel no forma parte de Europa, sí es miembro de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), la misma que se encarga de organizar todos los años el festival. Tanto en el mundo eurovisivo como en el deportivo, la participación de Tel Aviv suele alzar las voces críticas. “No dejemos que Israel utilice el deporte para ocultar las masacres que sigue perpetuando contra el pueblo palestino”, advertía, en esta última ocasión, la plataforma Rescop exigiendo el fin de la “complicidad” con Netanyahu.
No solo desde las organizaciones civiles se ha demandado la suspensión del partido. El asunto también ha llegado al tablero político. Este mismo lunes, Podemos ha anunciado una solicitud formal que dirigirán tanto al Ministerio de Exteriores como al de Interior para impedir la entrada del Maccabi en España antes del partido. Su secretario de Organización, Pablo Fernández, ha aludido a razones de seguridad para explicar su petición: por un lado, para evitar peleas entre hinchas y por otro, para frenar una posible “apología del genocidio” desde la afición israelí.