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Las raíces del sistema

El 90% de las trabajadoras domésticas en España son mujeres

Begoña Marugán

Profesora de sociología del trabajo de la Universidad Carlos III —

¡Cuánto daño hacen las metonimias! En el colegio nos enseñan las figuras literarias, pero como mucho recordamos las metáforas. Esa otra figura de sustituir la parte por el todo se nos olvida y apenas somos conscientes de que su uso es habitual en la vida. Una de las metonimias que más daño ha ocasionado ha sido la de concebir el empleo como si fuera todo el trabajo.

Por fortuna, el feminismo socialista de los años setenta aportó uno de los grandes debates que se ha dado en el pensamiento feminista: el del trabajo doméstico, y con ello abrió las puertas a posteriores cuestionamientos conceptuales. En ellos se llamó la atención sobre la confusión entre trabajo y empleo.

A partir de este cuestionamiento la Sociología del Trabajo debe redefinir un programa que olvida a la mayor parte del trabajo y sólo se centra en el empleo. Y es curioso, puesto que la cuestión es simple. Trabajo es toda actividad humana útil para un fin preestablecido, existiendo diferentes tipos (por beneficios y/o remunerado, doméstico, voluntario, político, comunitario, etc.), mientras el empleo es uno de esos tipos de trabajo, el asalariado, cuyas condiciones de actividad, de obligaciones y derechos están reguladas en el marco de la ley, definidos por el Estado y los convenios colectivos pactados por sindicatos y patronales.

Hablamos del trabajo reduciéndolo a lo laboral, sin darnos cuenta de que el 55,8% de la carga global de trabajo que se produce en España es no retribuido y menos aún que del 58,9% de esa carga global de trabajo se ocupan las mujeres. Podría ser una mera cuestión estadística más de invisibilización de las mujeres si no fuera porque desde la Segunda Guerra Mundial los derechos sociales de ciudadanía se asociaron a lo que conocemos como trabajo, que no es más que el empleo, dejando fuera todo el resto de formas de trabajo, dentro de las cuales la más abundante es el trabajo doméstico y de cuidados, un trabajo que no cuenta con los derechos de sindicación, regulación de jornadas, ni descansos. Y así nos encontramos situaciones tan lamentables como las que padecen muchas las mujeres mayores que después de haberse pasado toda su vida trabajando para toda su familia tienen que sobrevivir con una triste pensión no contributiva porque durante 40 o 50 años de su vida han sido consideradas “población inactiva” y no pueden disfrutar de una prestación de jubilación.

Pero no sólo se invisibiliza el trabajo doméstico y de cuidados que mayoritariamente hacen las mujeres y se les priva de derechos vitales, es que ese trabajo gratuito que ni vemos, ni valoramos es el más importante para la vida de las personas y fundamental para que el capital siga extrayendo beneficios.

Antonella Picchio decía que para comprender las características generales y persistentes del trabajo asalariado debemos investigar el lado oscuro y oculto del trabajo de las mujeres: el trabajo de reproducción, habitualmente definido como trabajo doméstico“.

La falta de reconocimiento también es un problema sindical. Las políticas sindicales se esfuerzan en mejorar la conciliación y corresponsabilidad entre lo familiar, lo laboral y lo personal, sin embargo esto supone hacer del empleo al objetivo a lograr. Habría que revalorizar los cuidados y diseñar leyes que reconozcan licencias iguales y paritarias para hombre y mujeres, pero también modelos donde el empleo se reparta y las actividades dejen de ser propias de alguno de los sexos.

El sistema económico actual se sustenta sobre una cantidad ingente de trabajo gratuito que mayoritariemente hacen las mujeres bien como amas de casa o en doble jornada laboral y en empleos del hogar poco prestigiados y reconocidos. Un trabajo sin el cual no podríamos vivir y que haría temblar los cimientos del sistema económico capitalista heteropatriarcal si lo hubiera que pagar.

Pero a pesar de la importancia del trabajo doméstico y de cuidados, éste se sigue sin considerar. Sólo lo echamos de menos cuando no está. Por eso hay que parar en la huelga mundial feminista del 8 marzo. Es importante para las mujeres mostrar que sin nuestro trabajo tanto el sistema económico, como la vida se hunden porque estamos hablando de las raíces del sistema. Abordar el trabajo de atención y cuidados no sólo es vital en el camino hacia la igualdad entre mujeres y hombres, sino prioritario si se quiere seguir existiendo como sociedad porque si nosotras paramos se para el mundo.

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