Los mejores memes sobre la guerra nuclear
¿Cuánto tardaría un misil nuclear en llegar a España desde Rusia? (incluye simulación de cómo un misil lanzado desde Kaliningrado alcanzaría Madrid en menos de cuatro minutos, “causando millones de muertos y heridos”).
Esto es lo que pasaría si Putin decide activar una bomba nuclear (incluye infografía sobre cómo funciona el maletín nuclear y la cadena de mando).
Guía para saber qué hacer ante un ataque nuclear: estos son los pasos que hay que seguir (incluye vídeo tutorial para saber dónde esconderse y cómo lavar la ropa).
La fiebre del yodo. ¿Para qué sirve? ¿Me salvará de un ataque nuclear? (Spoiler: no compres pastillas de yodo en la farmacia, que esas no valen).
Los anteriores titulares corresponden a “noticias” aparecidas en los últimos días en una cadena española de televisión cuyo nombre es múltiplo de tres. En la misma cadena, en uno de sus programas de infotainment mostraron días atrás una colorida infografía donde, sobre un mapamundi, dibujaban cómo sería una guerra nuclear, marcando sucesivos países destruidos, y un contador donde iban sumando los muertos de millón en millón, mientras el presentador los cantaba como si fuesen premios de la lotería.
No es la única, también otras televisiones, periódicos y digitales han tonteado estas semanas con la guerra nuclear en una línea muy similar: instrucciones para caso de ataque, esquemas con el funcionamiento de un misil, mapas con estrellitas señalando los impactos, y mucha imagen de archivo con hongos atómicos. En algunos casos, los titulares jugaban descaradamente al clickbait. No he querido buscar, pero no me sorprendería que ya ofreciesen contenidos del tipo “¡Los mejores memes sobre la guerra nuclear!”. Si ya los han visto, no me lo cuenten.
Y si solo fuese el periodismo amarillista… También los gobernantes mundiales, lejos de ofrecernos mensajes tranquilizadores o hacer un esfuerzo por desescalar al menos verbalmente, hablan de la guerra nuclear con una ligereza que raya la frivolidad, y que uno no sabe si tomarse como prueba de lo improbable del suceso, o por el contrario como alarmante muestra de inconsciencia. O incluso aun peor: como una desquiciada escalada verbal, que añade tensión, y de paso justifica el envío de más armamento y la cada vez mayor implicación de los países de la OTAN en esta guerra, mientras aleja cualquier posibilidad de solución pacífica.
Los medios, los gobernantes, ¿y nosotros? ¿Nos tomamos en serio la creciente retórica guerranuclearista, o hacemos clic en la noticia con el mismo interés o desinterés con que leemos otras de deportes o de las últimas lluvias? ¿Se nos atraganta la cena viendo el mapa de la destrucción mundial en el televisor, o sentimos un inconfesable cosquilleo, esa fascinación por el apocalipsis pop, tan propia de nuestro tiempo?
Es cierto que, en los momentos más calientes de la Guerra Fría, cuando el famoso “reloj del fin del mundo” adelantaba minutos vertiginosamente, muchos cómicos, y la ciudadanía en general, recurrían al humor como válvula de escape contra el histerismo nuclear. Era compatible tener miedo con reírse del apocalipsis. Pero hoy, no teniendo la mayoría de ciudadanos memoria directa del miedo nuclear, asistimos indiferentes, cuando no fascinados. Y otra diferencia importante: entonces había un fuerte movimiento pacifista y contra las armas nucleares, así como esfuerzos políticos por desactivar los conflictos. Todo eso que hoy echamos de menos en medio de tanta noticia delirante y tanto discurso irresponsable.
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