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Bajándose del 47

El presidente de la Junta, en la Gala Andaluz del Año 2025 organizada en Terrasa (Barcelona) por las entidades andaluzas, donde recibió el reconocimiento de 'Andaluz del Año'
12 de marzo de 2025 09:56 h

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En la alfombra roja de los últimos premios Goya, Juan Manuel Moreno respondió a TVE que su película favorita era ‘El 47’ por su vinculación con la inmigración andaluza en Cataluña. Añadió algo que suele repetir en los tiempos desde que es presidente del Gobierno andaluz, recordar que nació en Barcelona de padres emigrantes. Hubo un tiempo que pasaba de puntillas sobre esto. (Recordemos que, en su larga trayectoria política desde los 19 años, Moreno Bonilla ha sido incluso diputado por Cantabria). Ahora presume de ello. Una alusión que ha recibido su recompensa con el premio de andaluz del año que otorga la Coordinadora de Entidades Andaluzas de Terrassa.

Moreno no hace más que lo que hicieron sus antecesores socialistas, mantener vivos los lazos políticos con la Andalucía catalana, incluso con las mismas subvenciones y una nueva delegación inaugurada en 2023. Una manera como otra cualquiera de lanzar la caña de votos. El PP está muy falto de ellos en Cataluña y Moreno cree saber pescar mejor con su perfil sentimental que el áspero Alberto Núñez Feijóo. Si se rasca un poco, en el fondo están de acuerdo en lo mismo. Y ahí, entre su cascada de sonrisas y abrazos, borbotean algunas contradicciones y mentirijillas.

Contradicciones fruto del rédito político que al PP en general y a Moreno en particular le ha dado la confrontación con Pedro Sánchez con la catalanofobia. No se explicaría su mayoría absoluta sin esta apelación constante al agravio, al romperse España y etcétera. Nada nuevo tampoco. Javier Arenas sostuvo el mismo discurso contra Manuel Chaves, aunque ahora es diferente, el PP de Moreno gobierna. Por ello el presidente andaluz hace juegos malabares para estar a bien con Núñez Feijóo y también con las instituciones catalanas y sus gobernantes. Se reúne con el alcalde de Terrasa, Jordi Ballart, sostenido por ERC y Junts, y quiere entrevistarse cuanto antes con Salvador Illa, aunque en esta visita no lo ha conseguido. Todo ello sin inmutarse ante las bolas que se le escapan sin cesar.

Una de esas bolas bien oronda es sobre inmigración. En su visita a Cataluña, Moreno ha criticado el reciente acuerdo del Gobierno con Junts sobre delegación de competencias en inmigración a la Generalitat. Hubiera bastado con una voz crítica en contra sin más apelando a que prefiere unas fronteras custodiadas solo por la Guardia Civil y la Policía Nacional y no dar entrada también a los Mossos en la vigilancia del puerto y aeropuerto de Barcelona. Lo entendería mucha gente, aunque quizás no tanto los andaluces de Cataluña que ya sienten apego a su policía autonómica.

Pero Juan Manuel Moreno ha querido adornar la crítica. Ha sacado su alma emigrante para considerar que el acuerdo tiene “un tufillo de rechazo frontal al migrante desde un punto de vista supremacista”, por aquello de la capacidad que podría tener la Generalitat en la regularización de inmigrantes si gobernasen los independentistas de derechas. Como si no hubiera tufo supremacista en las trabas del PP a auxiliar a Canarias en la acogida de menores africanos (negros, sí, negros la mayoría); o en la propuesta de su partido para impedir la llegada de pateras africanas a las islas con las Fuerzas Armadas. A cañonazos, más o menos.

Moreno adorna muchas veces sus discursos con frases filantrópicas oídas a la izquierda, pero la realidad de los hechos le desmiente y ridiculiza. Él mismo firmó un acuerdo con Vox para alcanzar la presidencia de la Junta en 2019 en el que se comprometía a recortes para ayuda a extranjeros pobres. Y lo cumplió sin demora en sus primeros presupuestos con 600.000 euros menos para la inserción de inmigrantes. Cuando critica concesiones de Pedro Sánchez a los nacionalistas catalanes para, según él, “mantenerse a toda costa en La Moncloa”, quizás debiera acordarse de aquel acuerdo firmado con Vox. No lo hace porque una de las consignas ahora de Génova es apartarse en todo lo que huela a Vox.

Otro patinazo es su respuesta a la propuesta del PSOE de María Jesús Montero de la creación de la Policía Autonómica andaluza. Una iniciativa también contradictoria dado que el PSOE ha gobernado 27 años en Andalucía y nunca lo puso en marcha pese a los muchos conatos de hacerlo y a que así lo recoge el Estatuto de Autonomía. No interesaba. La Junta ya cuenta con un cuerpo de policía autonómica con profesionales cedidos por la Policía Nacional, con funciones de vigilancia de edificios públicos, de altos cargos, de custodia de menores y de cuestiones medioambientales, entre otras.  

En lugar de expresar que con esta unidad ya es suficiente, el presidente andaluz la ignora y despotrica: “Los socialistas han expulsado a la Policía Nacional y la Guardia Civil de Navarra, ¿y ahora quieren expulsarlas de Andalucía? No, señor”. Una aseveración falsa y Moreno lo sabe: ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil han salido o van a salir de Navarra. Así lo afirman desde el Gobierno de Pedro Sánchez pese a los intentos del PP por hacer creer lo contrario. Grande-Marlaska ha enumerado esta semana incluso el aumento del número de efectivos de las Fuerzas Armadas en ambas comunidades. Lo que se ha culminado es la transferencia de Tráfico a la policía foral de Navarra. Fue el Gobierno del PP de José María Aznar el que aprobó la cesión de las competencias de Tráfico tanto a Navarra como a Cataluña. Juan Manuel Moreno era presidente de Nuevas Generaciones durante parte del Gobierno de Aznar.

Moreno apela a la diversidad en Cataluña acusando a los nacionalistas de querer imponer un “monopolio de la cultura” por su defensa del habla catalana sobre el castellano. Los nacionalistas temen una realidad tozuda, la de que las generaciones jóvenes apuestan más por el castellano que por el catalán, lo que supondría la pérdida con el tiempo de uno de los signos de identidad del país. La inmigración contribuye a ello.

Aun así, cualquiera podría estar de acuerdo con calificar de irracional la deportación a personas porque no conozcan una lengua, como hace el presidente andaluz. Solo que esto tampoco es cierto que se contemple en el acuerdo del PSOE con Junts para la cesión de competencias en inmigración. Queda en el aire, se limita a la legislación vigente, pero también es cierto que Junts sí persigue un reglamento severo para la concesión del permiso de residencia a inmigrantes. Hasta ahí se entienden los reparos al acuerdo en este aspecto. Lo que ya resulta un atentado a la inteligencia, lo que desde el Gobierno de Moreno se ha dicho, que la medida de aprobarse en el futuro podría expulsar a los miles de andaluces emigrados a Cataluña que no sepan catalán.

Moreno podría ya estar bajándose del 47 (película rodada en catalán y que recoge el esfuerzo de los emigrantes por aprender esta lengua) si no desmiente esta sinrazón. La Constitución española recoge como un derecho fundamental la elección de residencia de cualquier español donde le venga en gana dentro del territorio. No sé si con tanto alimentar la catalonofobia, el PP andaluz está independizando a Cataluña. Un dato curioso: en su visita a esta comunidad, el presidente Moreno se ha hecho acompañar de los responsables de la política exterior de la Junta: el consejero de Turismo y Andalucía Exterior, Arturo Bernal, y el secretario general de Acción Exterior y Unión Europea, Enric Millo. Este es catalán y delegado del Gobierno de Mariano Rajoy en Cataluña durante el referéndum y los sucesos del procés en 2017.

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