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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

¿Y si el interfecto chocara con su propio muro? Por si acaso, ayudemos

Donald Trump, promocionando en la Casa Blanca los vehículos Tesla de Elon Musk tras el hundimiento bursátil de la compañía.
17 de marzo de 2025 21:53 h

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Bullía este sábado la plaza del Popolo, en Roma, con más de 50.000 personas envueltas en banderas europeas para demostrar al mundo, y en especial a Donald Trump, claro, pero también a Vladímir Putin, que estamos orgullosos de nuestros valores, que los defenderemos a muerte y que a los vándalos de uno u otro signo no les va a ser fácil acabar con este gran sueño: “Nosotros los europeos, queremos estar unidos, queremos una Europa unida. Este es el proyecto político más importante de nuestro siglo, verdaderamente revolucionario”, dijo Javier Cercas en ese acto multitudinario. ¿Poca cosa? No tanto. La brutalidad del monstruo naranja y sus secuaces parece no tener límites, es cierto, pero ya ha logrado, y lo hará aún más en los próximos tiempos despertar de su letargo a muchos dirigentes mundiales –los europeos en primer lugar– pero también, y ahí deberíamos jugar todos, a los ciudadanos del mundo que no están dispuestos a dejarse machacar por la barbarie desatada por quienes más tienen en la Tierra. De ahí, del pueblo, deberíamos esperar la revuelta ante la vesania de estos nuevos dictadores. Pero seamos más modestos, mucho más modestos, y hagamos una prospección por el propio mundo estadounidense que a lo mejor puede depararnos algunas sorpresas. 

A ver, vamos a tratar de levantar el ánimo de la tropa, por los suelos ante una realidad que parece una mala serie de televisión, despropósito tras despropósito, bulo tras bulo, decisión absurda tras anuncios surrealistas. Saquen fuerzas de flaqueza y miren al futuro con la mente despejada y la esperanza, siempre, paseando por los ojillos. Veamos.  Dentro y fuera, Trump va a tener muchos problemas para imponer sus enloquecidas políticas. Alguna pequeña muestra, todavía no muy significativa, porque todo se puede revertir, pero ahí están y conviene tenerlas en cuenta: las bolsas estadounidenses han caído con fuerza desde la llegada el 20 de enero del gran dios. El índice bursátil S&P 500, que agrupa a las mayores compañías del país, acumula pérdidas del 7% en los primeros 53 días de mandato, dicen las agencias de noticias. Más resultados económicos para poner en valor la brillantísima labor de estos grandes genios que rodean al gran jefe: Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg han perdido más de 209 mil millones de dólares desde que Trump llegó a la Casa Blanca. Y no perdamos el hilo de las criptomonedas y sus escándalos variados. ¿Quiere esto decir que surcan nuestras mejillas lágrimas ardientes por ese dinero de los multimillonarios que se ha ido a la basura? No, claro. Pero a lo mejor todo esto conforma una pista a la que habría que seguir el rastro.

Trump ha decidido gobernar con la mafia económica que agrupa a las gigantescas fortunas del tecnocapitalismo. Pero en Estados Unidos, ustedes lo saben muy bien, hay millonarios para aburrir. Según datos oficiales, cuentan con el mayor contingente de millonarios del mundo: 22 millones en 2023, lo que representa el 6,6% de la población del país. Y tanto ricachón ha tenido durante muchos años el privilegio, además de tener mucho dinero, de disfrutar de mucho poder, en consonancia con el volumen de las cuentas bancarias. Así que no van a querer perder dinero por las medidas estúpidas y caprichosas sobre aranceles o similares del presidente - ¿quién se cree que es?- pero tampoco, poder de decisión sobre la marcha general del país. ¿De verdad creen ustedes que los Rockefeller, los Walton, los Koch, se van a dejar avasallar por estos nuevos ricos de sombrero y camiseta? Trump, el hipopótamo en la cacharrería, encerrado en la burbuja de su pequeña corte, debe tener mucho cuidado con mantener bien regado el huerto de los poderosos de siempre. ¿Qué decir, por ejemplo, de los grandes magnates del gigantesco conglomerado automovilístico? ¿Qué habrán pensado los máximos dirigentes de Ford o Chrysler, cuando el mismísimo presidente de su país aconsejaba a los ciudadanos comprar un vehículo Tesla, como un folclórico vendedor de coches de segunda mano, el que fabrica su amiguito Elon Musk? Por no hablar de los más de cuatro millones de trabajadores de las fábricas automovilísticas, un sector que ha sufrido como pocos los despidos y feroces ajustes de plantilla durante muchos años. ¿Un Tesla? ¿Y por qué no un Cadillac o un Chevrolet, se dirán los currantes de esas plantas? 

Y ya que hablamos del payaso surafricano que pasea a su niño X AE A-XII por las dependencias de la Casa Blanca como a un simpático hámster, nos ha contado Antònia Crespí Ferrer desde Washington, en este mismo diario, que “la excentricidad del multimillonario no solo está generando fricciones dentro del equipo de gobierno, sino que también está lastrando las encuestas”. Ejemplo: “El 53% de los estadounidenses tiene una opinión negativa sobre Musk, según una encuesta realizada por la CNN/SSRS que se publicó el miércoles. Las opiniones favorables solo representan un 35%. El sondeo también muestra cómo un 62% de los encuestados considera que Musk no tiene ni experiencia ni criterio para ”realizar cambios en la forma en que funciona el gobierno“. Así mismo, un 61% duda del criterio del propietario de Tesla”. Y es que ahí, en la propia Administración, Trump va a chocar con numerosos muros, no sólo por los frenazos que muchos jueces están imponiendo a las enloquecidas medidas dictadas por el equipo de Musk, gentes muy jóvenes sin conocimientos de nada.

Los nuevos cargos de Trump, una risible colección de frikis, va a tener que enfrentarse en la realidad con unos cargos de muchos años asentados en la Administración por sus conocimientos, de los que carecen los designados por el tupé naranja. Pete Hegseth, por ejemplo, el nuevo secretario de Defensa, era un comentarista de la ultraderechista cadena de televisión Fox. Será digno de ver cómo enfrenta su misión depuradora y organizativa frente a unos generales y almirantes que llevan años y años peleándose por el mundo, Irak, Afganistán, veteranos de varias guerras y que se las han tenido que ver con tipos como Donald Rumsfeld o Dick Cheney. Por no hablar del Kennedy antivacunas en Sanidad, ahora digo lo contrario de lo que dije. La realidad es muy dura y ya veremos cómo se van desarrollando los acontecimientos. ¿El propio sistema estadounidense puede aportarnos alguna solución al problema? Pues valga la parajoda de Cortázar.  

En fin, quiere decir todo esto que la fuerza bruta sólo puede asentarse en una sociedad mediante una férrea dictadura, y hoy por hoy no es el caso de Estados Unidos. Sumen a lo aquí dicho que más pronto que tarde los 75 millones de votantes de Kamala Harris, por los 78 de Trump, volverán al mundo real tras el shock de las elecciones. Y que la prensa de calidad, las universidades, las organizaciones de derechos civiles, el mundo de la cultura, incluido el del cine, hoy agazapado por el miedo ante la bota de Trump y su revolución antiwoke, como se vio en unos Óscar indignos por timoratos, tienen que hacer oír su voz –ya— ante los embates de la barbarie. Les esperamos. Les animamos. 

¿Y tiene algo que hacer Europa? Mucho. Nunca han sido buenos tiempos para la lírica en la política española, y estos no lo son en absoluto, pero no queda otra que sumarse al paraguas continental. Necesitamos algo más que frágiles rodelas. Los escudos, de acero o titanio. Hoy, mañana, no hay otra posición decente. ¿Rearme? Pues ya dijimos que con todos los controles necesarios, pero mejor déjense la camiseta del no a la guerra –¿acaso la quiere Sánchez, la quiere Merz?–, para la chirigota de Cádiz del año próximo, que ahora ya se ha acabado el Carnaval. 

Adenda. De vuelta al patio de mi casa, que es particular, uno ve en la misma ventana de siempre a Isabel Díaz Ayuso, despreciando a las víctimas de las residencias y mintiendo con toda la bocaza y el desparpajo que caracteriza a la inefable reina del vermú, dama doliente de su aguerrido Amadís. Y al lado, justo al lado, se ve a Carlos Mazón asomando la jeta por un rinconcillo, no vaya a ser que se la vuelen. Por descarado. Va a pactar los presupuestos con Vox, el que juega en el equipo de Trump, de Milei y hasta de Putin si me apuran. Feijóo ya grita a los cuatro vientos -otra vez máscaras fuera- el lado de la cama que ha elegido: la extrema derecha. Y todo para mantener al zombi Mazón, muerto en vida, un insulto para los valencianos. ¿Moderado, liberal, el líder de Génova? Quiá. Abascal y sus políticas miserables. Feijóo es perfectamente consciente de con quien se juega los cuartos. Feliz y convencido. Al menos, que no traten de engañarnos: el PP, Cuca Gamarra, Álvarez de Toledo, Díaz Ayuso, Borja Sémper, se alían con la ultraderecha porque les gusta y porque coinciden en gran parte de su reaccionario cuerpo doctrinal. Son sus aliados naturales. Qué asco, oigan. 

El Ojo, dice, mejor se vuelve a Wisconsin para seguir hablando de Trump.  

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

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