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La Transición española desde una dictadura a una democracia fue una construcción de ingeniería colectiva sin ingenieros y sin arquitectos especializados. Fue pura sociedad civil. El motor primero fue la posibilidad de cumplir, por fin, un sueño de libertada acumulado durante los años de represión de la dictadura.
Todos partíamos de un horror cercano; todos partíamos del temblor de una guerra fratricida y una represión posterior que causaba vergüenza ciudadana y patriótica; todos sabíamos lo que suponía un exilio forzado por la ideología o las creencias en los primeros tiempos y por la penuria, el hambre y la necesidad en la segunda parte de esos exilios. Así que fue la sociedad en su conjunto la que impuso, aun sin especificarlo, transitar desde la dictadura a la democracia cometiendo los mínimos errores posibles.
En Toledo tuvimos un ejemplo, ingenuo si quieren, de ese proceso. La constitución de una Sociedad Limitada (FOCUSA) para la promoción de la cultura y la lectura que se materializó en la apertura de una librería, Fuenteovejuna, que funcionara como faro ilustrado para esa transición. Leer, saber, prepararse para el futuro, que se percibía con optimismo, era la manera utópica de aprender a evitar los errores del pasado y de construir una convivencia democrática largos años imposible. Fuenteovejuna fue un hito cívico en el que participaron ciento veinte personas comprometidas con su aportación económica personal para que el proyecto llegara a buen puerto.
La Transición además de un sueño fue el producto de la envidia por no ser como el resto de los países europeos con democracias consolidadas, con progreso evidente, con libertades personales y colectivas, con gentes que, cuando llegaban a España, se nos antojaban más felices que nosotros, más sabias que nosotros, más cultas que nosotros. Y esa constatación, real o ficticia, fue lo que también sirvió de impulso para que en el camino hacia una democracia plena se obviaran todo tipo de obstáculos, que los hubo y muchos. En diferentes ocasiones hubo que reclamar la democracia a golpe de manifestaciones emocionantes que mostraban la voluntad inequívoca colectiva de apostar por la realización del sueño democrático. Así que la democracia tuvo mucho de improvisación, pero así mismo de voluntad ciudadana de no dar un paso atrás.
El influjo local de la librería Fuenteovejuna cristalizó en las primeras elecciones democráticas a los municipios. Una gran parte de los concejales de Toledo eran miembros de la sociedad anónima y habituales visitantes de la librería. En los municipios, que históricamente habían sido el núcleo básico de la democracia popular, se quiso expresar esa decisión de conseguir desde la base del poder local una democracia sostenible. Aquello fue una expresión, esta vez no teatral, de Fuenteovejuna, donde todos querían caminar a una.
Tal vez en la actualidad haya que volver a recuperar los sueños y las envidias que impulsaron la Transición para que nadie nos arrebate la democracia, cuando esta peligra en algunos de aquellos países a los que en otros tiempos nosotros envidiamos.
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