Triple fracaso con o sin riada
“Llàstima de país que pels diners es ven,
que balafia els camps dels seus avantpassats
i en asfalt i en rajoles converteix el paisatge.
Llàstima de país i llàstima del poble
que deixa que els seus drets siguen anorreats
pels lacais de les rates al servei del poder“.
Jaume Pérez-Montaner, l’Alfàs del Pi (la Marina). ‘Solatge’-2009
Dicho ante las cámaras de televisión por Vicente Boluda, presidente de la Asociación de Empresarios Valencianos ( AVE): “La gestión de las inundaciones fue razonablemente correcta. Las consecuencias de la Dana hubieran sido las mismas si se hubiera avisado con tiempo. Hubiera pasado lo mismo. Deberíamos educarnos mejor.” ¿Los valencianos o los empresarios que representa ? Unos 160. El presidente de la Cámara de Comercio de València y del Consejo autonómico de Cámaras, José Vicente Morata,en su primera intervención tras la Dana, ante el comité ejecutivo de la Cámara de España destacó la ayuda cameral a los damnificados consistió en la entrega de 200 raciones de comida caliente por parte de la Cámara de Comercio de Alicante. Ahora vamos camino de la cuestación benéfica. Ni un manifiesto reivindicativo, ni un plan para la recuperación industrial y comercial, ni un estudio para promocionar el entramado socioeconómico de la zona siniestrada.
Tres fiascos
Tres fracasos quedaron en evidencia en las honras fúnebres en la Catedral de València. Ocasiones perdidas por la Iglesia Católica –institución religiosa–, las entidades económico-empresariales representativas del mundo productivo y la urdimbre política que ostenta poder en el País Valenciano y en el contexto español–de la mayoría gobernante en la Generalitat – PP y Vox–.Con el ejecutivo gubernamental español que se sustenta en la inestable entente de progreso ( de PSOE y Sumar) incluido el valencianista Compromís. El partido con mayor quebranto– sin proyecto ni propuestas concretas para la recuperación– frente a su misión y sus principios valencianos diferenciales.
De París a València
De cuánto ocurrió en la Catedral de París informaron los medios y los corresponsales. Los tres fracasos – eclesial, empresarial y político– que confluyeron en el acto religioso del convocado en la Seo valenciana–convocado por el arzobispo Enric Benavent i Vidal de Quatretonda– en memoria de la riada y sus consecuencias, merecen un repaso en profundidad. De sábado a lunes se sucedieron dos actos religiosos de campanillas. El 7 de diciembre la polémica reinauguración de Notre Dame en París y a las 20 horas del día 9 la – ‘gran cagada’, en versión escatológica de Manuel Vicent en “El País”– misa funeral en la Catedral de València por las víctimas de las inundaciones que han marcado a 800.000 personas, en comarcas, conurbaciones, y 77 poblaciones del País Valenciano y Castilla-la Mancha.
La liturgia se impone
En el evento religioso que tuvo lugar en València para confortar a quienes padecieron las riadas en tierras valencianas, se cruzaron errores y reproches entre la representación de la Iglesia Católica en la archidiócesis de València desde la convocatoria, mientras se buscaba los cuerpos de cuatro desaparecidos. Unos eran partidarios de un acto de Estado en consideración de todos los damnificados. Otros optaron por la misa-funeral a la que se sintieron no invitados bastantes allegados a las víctimas mortales encontradas y desaparecidas. Entre los asistentes destacaron los políticos: tres ministros, el líder de la oposición Alberto Núñez Feijoo y algunos presidentes autonómicos del Partido Popular e Isabel Díaz Ayuso, personaje inevitable en nombre de Madrid y de lo que pueda venir. Nutrida representación del PP para arropar al presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, en entredicho y en la diana de la ira ciudadana. Mientras el presidente de los valencianos abandonaba el acto por un acceso trasero al templo, los monarcas Felipe VI y Letizia, fueron despedidos por el prelado Enric Benavent, báculo en mano, por la gótica Puerta de los Apóstoles, entre abucheos e insultos – no precisamente dirigidos a ellos– con los nombres y apellidos de quienes rehuían enfrentarse a su responsabilidad como poder político y representantes democráticamente electos.
Iglesia comprometida
Mención especial merece la actitud pública de la cúpula eclesiástica católica en el País Valenciano a lo largo del mes transcurrido desde la catástrofe. El Papa Francisco en su alocución semanal desde su ventana del Vaticano exhortaba a la acción para ayudar a los damnificados. La acción a la que se refería Francisco no consistía en buenas palabras ni evangélicas propuestas. Tampoco en misas funerales entre los efluvios incensarios de los hisopos, que reparten también agua bendita. Se esperaba con interés la alocución de la cabeza visible de la Iglesia, poder religioso, en el País Valenciano. Discreta y modesta había sido, hasta ese momento, la opinión y la ayuda efectiva, de los resortes religiosos, a los miles de valencianos que sufrieron y se sintieron en peligro en sus casas , en sus pueblos y en sus puestos de trabajo. Monseñor Enric Benavent decepcionó al desaprovechar la oportunidad de aquella tribuna abierta al mundo, que no se volverá a repetir para la Iglesia. El evento se siguió íntegro y en directo al menos por dos televisiones de alcance nacional – Àpunt y RTVE- y varias emisoras de radio. La vista, los oídos y la atención de millones de personas, conmovidas por la desgracia, estuvieron pendientes de la palabra y del alcance del discurso de quien preside la Iglesia valentina para ponerse en el lugar de los afectados, como corresponde, defender sus derechos y acercarse a su sufrimiento. La desilusión llegó al comprobar que las manifestaciones de Monseñor Benavent no pasaban del nivel de un acto protocolario con tintes evangélicos que apenas superaba la hondura de una homilía dominical pronunciada en cualquier parroquia diocesana.
Neutralidad imposible
La Iglesia se dice que no debería hacer política. Habría de opinar y tomar partido, si se pronuncia –con el respaldo de la Conferencia Episcopal Española– desde determinadas televisiones, emisoras radiofónicas y desde Universidades de confesión católica, además de otros foros elitistas y partidistas,en ocasiones que lo merecen. Debe ponerse del lado de los que sufren, defender sus derechos, denunciar los silencios y los errores de quienes ostentan el poder civil. Los que mandan de todo signo, Ha de exhortar a los responsables al cumplimiento de su misión al servicio del interés general y del bien común. Y ejercer su misión pastoral con fundamento y contundencia, al margen de las limitaciones y conveniencias que pudieran peligrar y llevar a confrontar con el poder de los que mandan. Políticos o estamentos influyentes. La Iglesia valentina y universal no ha estado a la altura de los acontecimientos. Su cometido no tendría que haber sido tanto ejecutivo como de presencia física y directa. Aunque tan sólo fuera de denuncia. Cuando hay quien sufre –en este caso muchos– y padece necesidad de subsistencia, por negligencia o por la magnitud de la catástrofe, allí ha de estar la Iglesia Católica, con todos sus efectivos y recursos para asistir a los damnificados. Al margen de episodios heroicos protagonizados por párrocos, rectores, cristianos de a pie y el papel propio de Cáritas, se tiene la sensación de incomparecencia ausente de la Iglesia, como institución, atendiendo a los necesitados y defendiendo sus derechos y su dignidad. Un acto litúrgico no basta y en ocasiones sobra, cuando no se ha tomado partido en defensa de los pobres y de sus expectativas de futuro. Un jesuíta francés, Teilhard de Jardín, avanzado y marginado por heterodoxo, lo explicó con claridad: “El mundo será de quien le pueda ofrecer, desde la tierra, la más grande esperanza.” Se podría añadir la apostilla de otro jesuíta belga, Louis Evely,a la afirmación de Teilhard: “¿Cuál es la esperanza que vosotros podéis presentar al mundo?”. La Iglesia se hace cómoda para mimetizarse con el poder. Estos jesuítas vivieron el infierno de la posguerra mundial que finalizó en 1945. Algunos lucharon a brazo partido y por eso Evely opinaba, con conocimiento de causa, veinte años después: “Por primera vez en la historia, el hombre puede disponer del mínimo bienestar necesario para poder practicar la virtud.” Podemos preguntarnos: ¿ Quienes han vivido y padecido las inundaciones en el sur de València, tuvieron y disponen del bienestar necesario para sentirse en paz y ejercer la templanza? Y Evely les diría a nuestros clérigos: “Eso es lo que vosotros tendréis que hacer cada uno desde vuestro puesto: restaurar una sociedad humana partiendo de esa masa de individuos irresponsables e impotentes.” Sin dejarse guiar ciegamente ni dejarse aplastar por estructuras anónimas y administrativas. Reaccionar, asociarse para protestar, controlar y humanizar su funcionamiento. No contentarse con dejar hacer, sino unirse para asumir la responsabilidad de todo los que sufren. Mirar hacia otro lado e inhibirse ante la ineficiencia es la respuesta cómoda, pero que nadie se sorprenda de las reacciones y del alcance de la furia. Para demostrar que unos hombres y mujeres decididos pueden intimidar y transformar a su manera las maquinarias sociales que parecen inexorables y todopoderosas. Cada cual recoge lo que siembra.
Empresarios perplejos
En el apartado empresarial que corresponde a quienes disponen de los medios de producción, generan riqueza y crean empleo, únicamente se vio en el funeral la presencia destacada del patrón de patronos, Juan Roig Alfonso, acompañado de su esposa, Hortensia Herrero. ¿ Estuvieron los que tenían que estar? Teóricamente existen varias entidades e instituciones económico-empresariales en el País Valenciano con representantes electos. ¿Se trataba de que se reconociera la presencia de quien manda sin que lo elijan? Se consiguió al constatar su cercanía con los reyes Felipe VI y Letizia, poca proximidad al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón ni a los tres ministros presentes y el saludo fraternal con el Arzobispo, Enric Benavent. Los tres poderes reunidos – Iglesia, política y empresa– en una convocatoria de dudosa oportunidad y que en su prestancia litúrgica bien podía haberse organizado con el protocolo y la solemnidad que acostumbra el templo patriarcal de San Juan de Ribera, de cuyo Colegio fue rector, en su día, monseñor Benavent.
Oportunidad perdida
La conclusión es que no permanecen tan distantes políticos, poder empresarial y la Iglesia Católica, porque confluyen y se manifiestan conjuntamente sin atropellarse. El poder de las almas acaba entendiéndose con el poder económico y todos ellos con el político. Ocurre en democracia y en dictadura. Lo incomprensible es la mejor oportunidad de la historia para que uno o varios partidos políticos, de obediencia valenciana y con sede en el País Valenciano, hicieran valer su razón y sus argumentos transversales. Para emprender el vuelo o mantenerse. Con la convicción de que, mientras no ejerzan su hegemonía frente a intereses que se oponen a los de sus ciudadanos, la suerte de los valencianos está supeditada al cruce de voluntades que convergen en su desgracia.
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