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El proceso de escucha y la reconstrucción de las izquierdas

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una visita a la zona afectada por la erupción del volcán de La Palma

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"A la naturaleza se la gobierna obedeciéndola"

Bacon

La vicepresidenta del Gobierno y ministra de trabajo y economía social, Yolanda Díaz, ha anunciado que iniciará próximamente su proceso de escucha, algo que se ha venido anunciando y luego aplazando por diversas razones tanto externas como internas a lo largo de los últimos meses. Una cuestión de cálculo, seguramente, pero un retraso que también puede deberse a la dificultad de la tarea y a las resistencias internas, entre otras razones.

Se asegura que el encuentro con los ciudadanos será la primera parte del proyecto de suma, para dejar para un momento posterior, ya en el año 2023, la articulación de las fuerzas políticas hoy existentes a la izquierda del PSOE.

Una iniciativa que resultaría más imperiosa aún por la actual dinámica de decadencia electoral de la fórmula Podemos en sucesivas elecciones autonómicas, primero en el contexto de la pandemia, y ahora incluso en el tramo de salida por la experiencia más reciente de la división con Adelante Andalucía y el lío posterior en la elaboración de la candidatura de 'Por Andalucía'. Como consecuencia, todo indica que su resultado profundizará en la crisis de representación de la izquierda, en el mantenimiento del gobierno conservador en Andalucía y en una mayor debilidad dentro del gobierno de coalición.

El argumento de fondo para postergar el encuentro de los partidos al de los ciudadanos es el desprestigio de la política y de la imagen de los partidos en las encuestas, y por tanto, de la necesidad de un proyecto y plataforma alternativos que genere una nueva ilusión en la izquierda. Un desprestigio que ha ido en paralelo al de todas las organizaciones e instituciones mediadoras en la sociedad, más que líquida, gaseosa, de consumo digital. De hecho, desde estos sectores se da prácticamente por amortizada la forma partido. La pregunta es si el desahucio se extiende al resto de las organizaciones e instituciones democráticas que sufren hace años la misma crisis derivada del malestar social y la desconfianza en la política. Recientemente lo hemos podido constatar en la crisis de representación de los transportistas.

El problema es que esta reconsideración del sistema ya se ensayó recientemente con Podemos y Ciudadanos, que si bien pudieron capitalizar electoralmente la indignación del 15M, no han apuntado siquiera una organización ni una política alternativa. Ni el modelo de movimiento social ni los mecanismos de democracia directa como alternativas a la democracia representativa han fructificado. Muy al contrario se han degradado a tanta o mayor velocidad que lo que aspiraban a sustituir, de manera que la única alternativa ha terminado siendo la deriva autocrática representada por los partidos de extrema derecha, los gobiernos de las llamadas 'demoduras' y los regímenes iliberales. Sin embargo, ni la frustración provocada por las carencias derivadas de la gestión en el gobierno así como de sus menguados resultados electorales, han provocado hasta ahora una mínima autocrítica como un indicador de la voluntad de rectificación del proyecto.

La única explicación conocida públicamente, tanto interna como externamente, ha sido la del acoso del estado profundo en contra del proyecto, que sumado al continuismo del PSOE han dado como resultado la desmovilización de las izquierdas y el consiguiente avance de la sensación de agravio social, cultural y territorial. Sin embargo, la identidad populista y el liderazgo carismático no se cuestionan. Por el contrario, se aprovecha el ejemplo francés para revitalizar la idea del sorpaso y de la hegemonía del proyecto antagonista frente a la insatisfacción de las reformas. Tampoco se analiza que el desprestigio de la política y de los partidos no afecta hoy por igual a la derecha que a la izquierda ni a todos los partidos políticos.

Así, la política y los partidos españoles actuales son la política y los partidos del tiempo del populismo. Una mezcla en distinto grado de los restos del partido analógico electoral y del partido personalista digital. Los últimos cambios en la dirección de la derecha y su estrategia en Andalucía así lo atestiguan.

De una lado los partidos del bipartidismo, y en particular la derecha, se han instalado en un lugar hegemónico que les permite articular el nuevo bifrentismo en clave continuista, y por otro la ultraderecha se ha convertido en el partido antipolítico y antidemocrático del nuevo populismo, inestable pero funcional para la construcción de mayorías de gobierno. Vox representa una caricatura que lleva al extremo la deformación del modelo populista: una dirección militar, unos mensajes tan simples como falsos, la polarización política y odio al diferente y unos candidatos ungidos por designación del jefe.

En este sentido, entre los principales errores de Podemos están su proyecto adanista de negación del legado de la izquierda, la estrategia populista que hoy monopoliza la ultraderecha y el modelo de partido personalista. Por el contrario, sus aciertos se han producido solo cuando la realidad ha impuesto una vuelta a los orígenes de la izquierda interrumpida consistente en el compromiso con la democracia representativa, la alianza de las diferentes izquierdas, la participación en el Gobierno y la política de reformas, fruto del reconocimiento de los límites de la realidad, del reconocimiento mutuo, del diálogo político y de la concertación social. Es decir, cuando el pensamiento democrático ha sustituido al populista demostrando que aunque estaba postergado no está erradicado.

El peligro es pues volver a la primacía del liderazgo mediático, del movimiento y el populismo sobre el proyecto político y la organización de las ideas de la izquierda. Huir del concepto de partido no ayuda sino que esteriliza la capacidad de transformación de la izquierda en democracia. La alternativa al partido es hoy por hoy inexistente, no así las diferentes alternativas dentro de la forma partido.

Eso no significa darle la primacía a los viejos partidos del populismo, sino unir el proceso de escucha a la regeneración democrática, la apertura, la renovación programática y reorientación conceptual de los partidos existentes. En definitiva, la reconstrucción de la izquierda política se trata de una urgencia impostergable. Por otra parte, si las mejores prácticas resulta que han sido las reformas realizadas desde el gobierno, se trata también de continuar y reforzar el diálogo, con el acuerdo y la gestión positiva de las diferencias, abandonando la confrontación pública y la inseguridad que trasmite la gestión de la coalición de gobierno y de la mayoría parlamentaria actual. La discrepancia no puede significar estridencia ni inestabilidad.

Se trata de estabilizar una dinámica centrípeta y no centrífuga de todos los actores del sistema político que tiene que parecerse naturalmente a la sociedad a la que representan que es plural y no tiende, salvo en épocas de dominio de la desigualdad, a la división frentista. Los polos de la democracia, imprescindibles para la salud y el cambio democrático, tienen que orientarse hacia la centralidad para hacer viable la conquista de avances sociales, como por ejemplo se ha producido en la pandemia y en reforma laboral. Por otra parte, de llevarse adelante el premioso calendario previsto, significaría dejar de lado las próximas elecciones autonómicas y municipales, la verdadera base de la escucha y de cualquier proyecto político con arraigo entre la ciudadanía.

Además, las elecciones autonómicas y municipales de mayo van a ser, se quiera o no, la precampaña e incluso la campaña electoral de las elecciones generales. Un nuevo fracaso, aunque se considerara algo ajeno, se traduciría en desánimo y puede ser letal para el avance del proceso de escucha. Más vale implicarse.

En definitiva, a la naturaleza se la gobierna obedeciéndola, no ignorándola.

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