Por qué la COVID persistente no es una extensión de los síntomas de la infección
![SíntomasCóvidApertura (1)](https://static.eldiario.es/clip/bb48e412-0e7f-42f0-b69d-76244c9feab7_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Los médicos siguen observando atónitos las consecuencias que provoca en el cuerpo pasar la infección por SARS-CoV-2, incluso si es leve o asintomática. Aunque todavía hay mucho por conocer, los estudios científicos apuntan a que la llamada COVID persistente no es solo una prolongación de los síntomas de la infección (cefalea o mialgias), sino un abanico amplísimo de nuevas afecciones multisistémicas y multiorgánicas. Una especie de nueva enfermedad crónica después de la infección con afectaciones neurológicas, psicológicas, cardiovasculares, digestivas, oftamológicas... y así hasta 201 identificadas por la Sociedad Española de Médicos de Familia (SEMG).
“Encontramos síntomas, como las palpitaciones, que son frecuentes y no tienen que ver con la infección aguda. Esta ya la conocemos, sabemos cómo tratarla, incluso también las secuelas de la COVID-19 grave como las fibrosis. El problema de la COVID persistente es que todavía no tenemos claro cómo diagnosticarla, ni cómo tratarla ni cuánto va a durar”, explica David González Calle, cardiólogo en el hospital universitario de Salamanca y responsable de una de las primeras consultas para tratar long covid de España. El diagnóstico, asegura, sigue haciéndose “por descarte”.
Las afectaciones que provoca la COVID persistente no se ven normalmente en las pruebas. Hay disnea o palpitaciones pero no se aprecia nada en el electrocardiograma que indique infarto o trombo. “Estamos ante una enfermedad que no podemos demostrar con pruebas convencionales porque se trata de una alteración no conocida que produce patología”, señala la doctora Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta de la SEMG. “Las hacemos para descartar otras cosas, mandamos muchísimas y eso sobrecarga el sistema”, cuenta Ilduara Pintos, médica del servicio de Medicina Interna del hospital Puerta de Hierro, que subraya la “ansiedad” con la que llegan los pacientes a su consulta. No parece que tengan nada, pero no se encuentran bien.
"Independientemente de la infección en la fase aguda, se produce una persistencia de la alteración en el organismo, pero eso no quiere decir que sea la misma afectación"
Aunque en algunas analíticas, prosigue Pintos, se puede ver que personas sin colesterol o tensión alta ahora la tienen. O aquellas que tenían el nivel controlado con un fármaco “ahora necesitan dos”. Desde el principio de la pandemia se confirmó que el SARS-CoV-2 podía dañar el corazón en los casos graves durante al infección con trombos, inflamación o insuficiencia. Ahora un macroestudio publicado por la revista Nature revela que también tras la infección hay más peligro cardiovascular.
Los datos se han extraído a través del seguimiento durante un año de 150.000 veteranos estadounidenses que habían pasado la COVID-19 junto a 11 millones más que no, como grupos de control, y han sorprendido por su contundencia a los cardiólogos. Por ejemplo, el riesgo de fallo cardiaco es un 72% mayor en los positivos frente a los que nunca estuvieron infectados. Crece en todos los grupos de edad y sexos. Independientemente de las patologías previas y también en casos en los que no se pasó la infección con gravedad, aunque aumenta en este perfil el peligro de afectación.
Hay que tener en cuenta que cuando se hizo el estudio la mayoría de personas no estaban vacunadas, pero en todo caso la investigación abre la puerta puerta a considerar la COVID-19 como un factor de riesgo en sí misma. “Es una clara evidencia del daño cardiovascular a largo plazo. Cosas similares podrían estar pasando en el cerebro y en otros órganos, lo que daría lugar a síntomas característicos de la long Covid, incluida la niebla mental”, aseguró a Science el autor principal Ziyad Al-Aly, epidemiólogo de la Universidad de Washington en St. Louis.
Para Rodríguez Ledo, todo forma parte de lo mismo: “La COVID persistente no es tanto de síntomas sino de la enfermedad porque en el organismo se producen una serie de respuestas a la infección aguda que se mantienen en el cuerpo y esa respuesta es la responsable de las complicaciones”. “Independientemente de la infección en la fase aguda, se produce una persistencia de la alteración en tu organismo, pero eso no quiere decir que sea la misma afectación”, añade.
![](https://static.eldiario.es/clip/19703332-d69e-493c-9cbe-7874f5fb6c9a_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Sintomatología del COVID persistente
El tamaño de la esfera junto a cada síntoma es
proporcional a su porcentaje de prevalencia
100%
80%
60%
40%
20%
Generales
Psicológicos
Astenia
95,9%
86,2%
Bajo estado de ánimo
Malestar general
95,5%
75,5%
Ansiedad
Fiebre
75%
54%
Depresión
Escalofríos
65,2%
38,3%
Ataque de pánico
Anorexia
64,7%
Sudoración
Neurológicos
63%
Calores
62,8%
86,5%
Cefalea
Pinchazos
58,8%
78,2%
Falta de concentración
Adelgazamiento
56,6%
72,6%
Fallo memoria
Hipotermia
32,2%
69,4%
Mareos
Hormigueo
67,3%
Vértigo
55,8%
Oftalmológicos
Temblores
40,2%
Desorientación
40,1%
Picor de ojos
56,8%
Hipotermia
32,2%
Visión borrosa
44,2%
Fotofobia
39,2%
Respiratorios
Dolor ocular
38,9%
Diplopia
18,5%
Disnea
79,35%
Pérdida
13,9%
Presión en el pecho
76,8%
temporal de
Tos
74,3%
visión
Dolor torácico
70,1%
Ardor retroesternal
62,7%
Cardiacos
Expectoración
38%
Palpitaciones
69,9%
Broncoconstricción
33,4%
Taquicardia
62,3%
Desaturaciones bruscas
31,2%
Hipotensión
57,5%
Laringoespasmos
22,7%
ortostática
52,8%
Pinchazos corazón
42,4%
Hipotensión
Osteomusculares
29,9%
Hipertensión
82,8%
Dolor muscular
27,3%
Bradicardia
79,1%
Dolor articular
77,7%
Dolor de espalda
71,3%
Dolor de cuello
Digestivos
Contracturas
61%
Calambres
52,6%
Diarrea
70,8%
Dolor intercostal
50,6%
Gases
64,5%
Dolor unión costillas
50,3%
Dispepsia
59,5%
Epigastria
55,6%
Otros
Dolor abdominal
55,2%
Náuseas
55,2%
Boca seca
65,8%
Pirosis
48,3%
Odinofagia
59,7%
Vómitos
27,6%
Anosmia
58,4%
Caída de pelo
56,2%
Disgeusia
53,5%
Afonía
48,5%
Aftas
42,9%
FUENTE: SOCIEDAD GENERAL DE
MÉDICOS GENERALES Y DE FAMILIA
Acúfenos
41,6%
![](https://static.eldiario.es/clip/fa910766-6162-4265-a941-7c83f75482f4_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Sintomatología del COVID persistente
El tamaño de la esfera junto a cada síntoma es
proporcional a su porcentaje de prevalencia
100%
80%
60%
40%
20%
Generales
Psicológicos
Astenia
Bajo estado
95,9%
86,2%
de ánimo
Malestar
95,5%
general
Ansiedad
75,5%
75%
Fiebre
Depresión
54%
65,2%
Escalofríos
Ataques de
38,3%
pánico
64,7%
Anorexia
63%
Sudoración
62,8%
Calores
Pinchazos
58,8%
Adelgazam.
56,6%
Hipotermia
32,2%
Oftalmológicos
Neurológicos
Picor de ojos
Cefalea
56,8%
86,5%
Visión borrosa
Falta de
44,2%
78,2%
concentración
Fotofobia
39,2%
72,6%
Fallo memoria
Dolor ocular
38,9%
69,4%
Mareos
Diplopia
18,5%
67,3%
Hormigueo
Pérdida
13,9%
55,8%
temporal de
Vértigo
40,2%
visión
Temblores
40,1%
Desorientación
32,2%
Hipotermia
Cardiacos
Respiratorios
Disnea
Palpitaciones
69,9%
79,35%
Presión en el
Taquicardia
62,3%
76,8%
pecho
Hipotensión
57,5%
74,3%
Tos
ortostática
Dolor torácico
70,1%
52,8%
Pinchazos
corazón
62,7%
Ardor
retroesternal
Hipotensión
42,4%
Expectoración
Hipertensión
38%
29,9%
Broncoconstr.
Bradicardia
33,4%
27,3%
Desaturaciones
31,2%
bruscas
Laringoespasm.
22,7%
Osteomusculares
Digestivos
Dolor muscular
82,8%
Diarrea
70,8%
Dolor articular
79,1%
Gases
64,5%
Dolor espalda
77,7%
Dispepsia
59,5%
Dolor de cuello
71,3%
Epigastria
55,6%
Contracturas
61%
Dolor abdomen
55,2%
Calambres
52,6%
Náuseas
55,2%
Dolor
50,6%
Pirosis
48,3%
intercostal
Vómitos
27,6%
Dolor unión
50,3%
costillas
Otros
Boca seca
65,8%
Odinofagia
59,7%
Anosmia
58,4%
Caída de pelo
56,2%
Disgeusia
53,5%
Afonía
48,5%
Aftas
42,9%
Acúfenos
41,6%
FUENTE: SOCIEDAD GENERAL DE MÉDICOS GENERALES Y DE FAMILIA
De la lista de 201 síntomas que maneja la SEMG, los más frecuentes son la astenia (95,9%), la cefalea o dolor de cabeza (86,5%), las mialgias o dolores musculares (82,8%), la disnea (79,3%) y la diarrea (70,8%). También picor en los ojos (56,8%), caída de pelo (56,2%), la aparición de hematomas sin darnos golpes (38,4%). Hay uno muy destacado por su prevalencia que tiene poco que ver con el proceso agudo de infección: el bajo estado de ánimo se repite en el 86,2% de los casos.
“No podemos achacar que el virus sea la causa, más bien que el estado de ánimo sea consecuencia de la no posibilidad de retornar a la normalidad. Esta es la hipótesis más razonable”, apunta Rodríguez Ledo. La doctora Pintos ve a muchos pacientes con afectaciones psicológicas y constata los pocos recursos para atenderlos. “Tenemos esperas de ocho meses, solo me cogen a los más graves, a los que tienen conductas autolíticas”, lamenta.
La etiología, la gran incógnita
El gran agujero de conocimiento está en la etiología, es decir, las causas. Cómo se puede explicar que el virus cause esta panoplia variadísima de síntomas, más allá de las secuelas físicas de las personas a las que las personas les ha derivado en enfermedad grave. “En la patogenia nos queda mucho por investigar. Hay un daño agudo durante la enfermedad que puede producir, por ejemplo, necrosis en los pulmones y eso deriva en una disnea con fibrosis. Hasta aquí tiene sentido, pero hay otros síntomas que no pueden explicarse de esta manera”, contaba el médico internista Miguel Marcos en este podcast de la Sociedad Española de Cardiología.
Hay tres hipótesis sobre la mesa. La primera es la persistencia del virus en el organismo, una hipótesis “atractiva”, según Marcos, porque si se demuestra replicación “permitiría un tratamiento”. Ya hay algunos estudios que han podido localizar virus “acantonado, entero o fraccionado” que sigue prolongando la infección, como en el tubo digestivo o el nervio olfatorio, aporta Rodríguez Ledo. O sea, remanentes de virus en diferentes tejidos del cuerpo.
La segunda teoría es el desencadenamiento de una “tormenta inflamatoria” debido a la infección, y una tercera, la existencia de autoanticuerpos, que “perturban la función inmune” de las proteínas a las que atacan “y deterioran el control” del virus. La médica Pinto lo explica así: “Si hay un tigre, nuestro cuerpo se activa: aumenta la frecuencia cardiaca y la respiratoria, los músculos se tensan... y el sistema lo apagamos cuando el peligro desaparece. El coronavirus puso en marcha esa activación pero el cuerpo sigue estando en alerta meses después. Eso hace que los pacientes sientan una activación excesiva, incluso sensación de ansiedad”.
Esta vía de la inmunidad, dice González Calle, explica que muchas mujeres jóvenes acaben con cuatros heterogéneos. “Respondieron bien ante el virus y eso fue beneficioso en algún momento, pero la activación duradera del sistema inmune provoca esos síntomas”. Todas las médicas consultadas coinciden en que el perfil más habitual son mujeres de entre 40 y 55 años que no precisaron ingreso cuando pasaron la infección. Por otro lado, hay algunas investigaciones que vinculan un mayor riesgo de COVID persistente con la composición de microbioma intestinal.
Los casos de la sexta ola, por llegar
Los estudiosos de esta nueva enfermedad crónica están expectantes sobre cómo repercutirá la sexta ola en la prevalencia de la COVID persistente. Hasta ahora afecta en torno al 10% de los infectados. “La mayor parte de pacientes son de la primera ola y han llegado a la consulta tras muchos meses de síntomas. Ahora tenemos menos nuevos, pero no sé si es que son menos realmente o ya lo puede manejar mejor Atención Primaria y se deriva en menor medida”, aduce Pintos, que asegura que tiene más pacientes con long COVID que “con secuelas” tras un COVID grave.
Los de la sexta ola, agrega Rodríguez Ledo, “todavía no han llegado porque se define como la incapacidad de volver a la normalidad tres meses después de la infección, pero va a ser definitivo para ver qué pasa y cómo puede comprometer el sistema”. Hay una esperanza de que las cargas virales vayan siendo más bajas y las respuestas inmunológicas menos alteradas, dice la médica, pero habrá que esperar. “Si la prevalencia es la misma con tantísimos contagios, vamos a vernos ante un problema”, zanja.
5