Los vaivenes de Revilla para investir al PP: de resignarse a que gobierne con Vox a exigir mucho y recular a mínimos

Miguel Ángel Revilla justificó su decisión de encabezar la candidatura del PRC en las elecciones del pasado 28M, a sus 80 años y tras haber asegurado que las de 2019 serían sus últimos comicios como cabeza de cartel, como antídoto contra un gobierno de Vox en Cantabria: “Mi presencia suma para evitarlo”, aseguró cuando anunció que pretendía optar a un quinto mandato al frente del Ejecutivo autonómico.

No obstante, su figura no evitó ni la aplastante victoria en las urnas del PP ni el crecimiento de la formación de extrema derecha -que dobló su representación-, y ni siquiera sirvió de parapeto de su partido, que sufrió un descalabró histórico y perdió el Gobierno en la misma noche electoral.

Y es que el bipartito PRC-PSOE, que ha estado las dos últimas legislaturas al frente de esta comunidad, se quedó a dos diputados de la mayoría absoluta -con ocho cada uno-, mientras que la suma de PP y Vox la sobrepasa incluso en un escaño. “PP y Vox tienen que gobernar juntos”, apuntó Revilla nada más conocerse el escrutinio y sin todavía haber digerido semejante varapalo.

El mensaje que repitió una y otra vez el veterano líder regionalista durante toda la campaña fue que si ambas formaciones lograban los 18 diputados que otorgan la mayoría absoluta en el Parlamento cántabro gobernarían en coalición: “El pacto se podría dar en la misma noche electoral”, advirtió Revilla en varios de sus mítines. “Son lo mismo, que no se engañe nadie”, subrayó.

Aunque la aritmética que arrojaron los resultados del 28M fue favorable para los intereses de PP y Vox, lo cierto es que esa misma noche no se fraguó nada más allá de la celebración y la euforia en la calle Joaquín Costa de Santander, donde se ubica la sede de los populares, quienes ya empezaron a hablar de la posibilidad de formar un gobierno en solitario.

Para ello, y dado que su espectacular resultado les dejó a tres diputados de la mayoría absoluta, necesitaban el apoyo externo de Vox -formación que en Castilla y León rechazó esa fórmula y acabó entrando al Gobierno- o del PRC, que, a tenor de las primeras manifestaciones de Revilla, parecía resignarse a que María José Sáenz de Buruaga, candidata popular, se entendiera con el partido de extrema derecha.

“Vox va a entrar en el Gobierno de Cantabria y en todos los gobiernos de España. Eso, si no es ahora, es un poco más adelante”, señaló el líder del PRC al día siguiente de la cita con las urnas. Sin embargo, tan solo 24 horas más tarde, Revilla dio un giro de 180 grados y se abrió a permitir que el PP gobierne como lista más votada.

“No voy a obstaculizar la investidura al que ha tenido un resultado tan espectacular”, declaró durante una entrevista en el programa 'Espejo Público' de Antena 3, donde también subrayó que “el PRC no es un partido carroñero” y que intentaría que el futuro Gobierno “no se contamine con Vox”. Así pues, pasó del “PP y Vox son lo mismo” de campaña, a querer facilitar la investidura al PP para poner un cordón sanitario a la formación de Abascal.

Polémica por las comisiones de investigación

A partir de ese momento, Revilla ha encadenado una serie de vaivenes que han culminado en un acuerdo de investidura entre PP y PRC, firmado este viernes, muy alejado de las pretensiones regionalistas iniciales. Revilla pasó de apelar a la “sensatez” y a la “colaboración” en política en la entrevista con Susanna Griso, donde ni dejó entrever requisito alguno para favorecer un gobierno en solitario del PP, a reclamar que los populares no les sometan a “la tortura de las comisiones de investigación” como exigencia para la abstención de los diputados regionalistas en la investidura.

Esta condición, dada a conocer por el propio Revilla en la rueda de prensa posterior al Comité Ejecutivo de su partido, generó tal revuelo que el propio líder regionalista tuvo que desdecirse -a su manera- una semana después en la comparecencia posterior a la reunión del mismo órgano interno del PRC, donde anunció que su formación no concurrirá a las elecciones generales.

Y es que pese a que fue el propio Revilla quien hasta en tres ocasiones puso sobre la mesa esa exigencia, negó haberlo hecho y culpó “a las redes” y a las “intenciones de algún partido” que se convirtiera en polémica: “Jamás hemos planteado ni plantearemos que no haya comisiones de investigación, estoy harto de escuchar ese mantra, el PRC está limpio y no hay nada que ocultar”, señaló.

A partir de ahí, los regionalistas remitieron un documento al PP en el que enumeraban una ristra de condiciones que los de Buruaga no aceptaron, principalmente porque no estaban dispuestos a renunciar a entablar “acuerdos puntuales” con Vox a lo largo de la legislatura. El PRC exigió que la gobernabilidad no estuviera sometida a la formación de extrema derecha, y el PP no aceptó “que se limite su capacidad de dialogar con el resto de las formaciones políticas”.

Acuerdo de mínimos

Las negociaciones volvieron a la casilla de salida, los equipos negociadores de ambos partidos se reunieron por segunda vez y alcanzaron un principio de acuerdo sellado este viernes, en el que el PRC rebaja notablemente su documento “de máximos” y ya no pide a los populares que no firmen acuerdos con Vox durante los próximos cuatro años, sino únicamente que no formen parte del Ejecutivo.

De esta forma, el PRC se abstendrá para que Buruaga sea presidenta en solitario, mediante un acuerdo de mínimos -continuar con los proyectos en marcha, ser exigente con el Estado, garantizar financiación a ayuntamientos y apoyar la retirada del lobo del Lespre- que pone a Cantabria en un escenario de excepcionalidad respecto a la situación de otros territorios donde el PP no alcanza la mayoría absoluta y necesita los votos de Vox.

Tras la entrada al Gobierno valenciano de la extrema derecha, los de Abascal están presionando en otras plazas, como en la Región de Murcia, donde amenazan incluso con la repetición electoral si el PP no les concede cargos o forma una coalición. Cantabria, junto a Canarias -donde el PP cuenta con el apoyo de Coalición Canaria- es la excepción y los populares no tendrán que pasar el mal trago de negociar con Vox -cuyos diputados autonómicos le han afeado públicamente que no les integre en el nuevo gobierno- ni, llegado el caso, hacerse la foto con la extrema derecha.

Revilla, durante la firma del acuerdo de investidura, defendió ese pacto con los populares “a cambio de nada” para evitar la entrada de Vox en el futuro Ejecutivo autonómico: “Es bueno que en España se rompan ya los bipartidismos antagónicos”, argumentó, pese a que durante la noche electoral aseguró que PP y Vox debían “gobernar juntos” porque “son lo mismo”.