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La guerra es un robo

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A nadie le gusta la guerra, pero una cosa es ser pacifista y otra, gilipollas. Bertrand Russell fue uno de los principales opositores a la I Guerra Mundial, esa que iba a ser la última, pero se manifestó a favor de la segunda. El filósofo británico tenía por principio no dar la vida por sus ideas, por si estaba equivocado. Yo me adhiero a su opinión al decir que defender a Ucrania es innegociable… pero luego habrá que negociar los flecos del proyecto de la Comisión para militarizar la economía europea.

De momento, todo lo que hay para salir del atolladero es un discurso y un pdf de ocho páginas (más cinco de relleno) titulado El libro blanco sobre el futuro de la defensa europea. Ursula von der Leyen anunció, el pasado 4 de marzo, su proyecto de “ReArmar Europa”, que incluye gastarse 800.000 millones —100.000 millones por página— en una nueva política de defensa europea. Y la cifra mágica ni siquiera incluye medidas para salvar a la hostelería, así que será más. La presidenta de la Comisión sacó la zanahoria de Ucrania, y el Parlamento Europeo le ha dado el sí quiero. Por lo menos tuvo a bien explicar de dónde iba a salir el dinero: de los fondos de cohesión (menos políticas sociales) y de una deuda —150.000 millones— que habrá que seguir pagando cuando El planeta de los simios haya entrado en la categoría de documental.

Podría haber dicho que había que subir los impuestos a los ricos, a las rentas del capital, o a las multinacionales que pagan menos que la tienda de la esquina, pero se lo impidió que le entró la risa. Además, eso sería romper con la tradición de que las guerras las paguen los pobres. De cajón. Después de todo, son ellos los primeros en morir. Ocasiones como esta para estar al plato y a la tajá no se presentan todos los días. Además, es lógico: como tienen menos esperanza de vida, así se amortizan antes.

Yo soy veterano del Medal of Honor, así que nadie me tiene que dar lecciones sobre los horrores de la guerra, pero con Smidley D. Butler suelo hacer una excepción. Fundador de los marines; uno de los militares más condecorados de la historia de EEUU; veterano de las guerras de Cuba, Filipinas, Honduras, Nicaragua, Haití, China y la I Guerra Mundial, acabó sus días votando al Partido Socialista Americano. Por el camino, impidió un Golpe de Estado fascista en EEUU y fue uno de los mayores pacifistas de la historia. Su libro La guerra es un robo debería ser de lectura obligatoria estos días. El título habla por sí solo.

Desenterrar a alguien que murió en 1940, olvidado durante décadas, es una de las reglas de oro de la opinología, pero esta vez viene al caso. Esos 800.000 millones van a hacer algunos multimillonarios y muchos pobres, que es de lo que se trata. ¿Cuánto se puede robar con la excusa del gasto militar? El límite es el infinito. Un pequeño ejemplo: desde 2018, el Pentágono se somete a una auditoría anual en un país, EEUU, con fama de gestionar bien. En estos siete años, las ha suspendido todas —como hemos leído en las portadas de todos los periódicos— y, solo en la última, faltan 824.000 millones que nadie sabe dónde están. Europa gasta actualmente 457.000 millones en defensa y se quiere multiplicar casi por tres la cifra por miedo a Rusia, que invierte menos de la mitad (146.000 millones). O las matemáticas son muy hijas de puta o los números no salen, pero que alguien se va a forrar lo saben hasta los niños de teta.

Para añadir más esperpento, y como también hemos leído en todos los medios, el documento que aprobó el miércoles el parlamento europeo se publicó en noviembre y se redactó mucho antes. Solo hay que echarle un ojo para ver que está escrito pensando en un mundo que ya no existe desde que Trump declaró la guerra (de momento, solo comercial) a todo el mundo. Han aprobado un texto que nace muerto.

Uno de los puntos más interesantes es el de la cooperación con la OTAN, que ahora está con respiración asistida. ¿Era mucho pedir que se actualizara? Si se trata de hacer una Europa con peso propio —y da igual si EEUU expulsa a todo el mundo de la Alianza o entre todos los echamos—, lo primero es pensar en el repuesto, ya que la OTAN se concibió para países, y no para una estructura como la Unión Europea. Eso no quiere decir que EEUU tenga que ser nuestro enemigo pero, ya que ha decidido inmolarse, hay que okupar el espacio que deja. Nada de eso aparece en el famoso libro blanco de ocho páginas. Si nos reinventamos y nos hacemos fuertes, ya vendrán ellos a negociar.

Por supuesto, dado que Ucrania es el cebo, ni una palabra sobre qué hacer con Rusia el día de mañana. Guste o no guste, la tranquilidad no vendrá con más armas, sino con un acuerdo de paz (como ocurrió en Vietnam o con la II Guerra Mundial). En ese acuerdo tendrá que haber concesiones por ambas partes y ya veremos cómo compensar a Ucrania por el avispero en el que le hemos metido. O eso, o más guerra y más robo. ¿Pero cómo vamos a pactar con Rusia, si no es fiable? Ya lo hicimos entre 1994 y 2021, en el marco del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte. Por cierto, ni la invasión de Crimea de 2014 le puso fin. Como decía De Gaulle, necesitamos una Europa desde el Atlántico hasta los Urales y volver a los buenos viejos tiempos, cuando Putin avanzaba a paso firme hacia una dictadura y nos vendía gas barato. Entones no nos parecía tan malo.

El libro blanco de Petete que con tanta diligencia votaron los europarlamentarios tampoco dice nada sobre quien debería ser nuestro nuevo mejor amigo: Xi Jinping. Si una paz justa entre Rusia y Europa es necesaria, acercarnos a China es obligatorio. Es verdad que es una dictadura y que occidente hay mucha democracia, aunque la estemos guardando para mejor ocasión. El que ahorra siempre tiene.

La doble ventaja con Pekín es que estamos muy lejos y no hay fronteras comunes, lo que evita líos. Pero hay un gran problema: el modelo de capitalismo de Estado de China va como un tiro mientras el neoliberal se hunde, y Occidente quiere vivir bien, pero sin exagerar. A lo mejor, de tanto mirar a China, a alguien le da por pensar como ellos y, viendo que nos vamos a gastar 800.000 millones (los primeros) en armas, hay a quien le da por preguntar si no saldría más barato nacionalizar la industria militar. Ojo, que hay mucho loco suelto. Paz sí, pero no a cualquier precio. Y menos tocándole el bolsillo a los más ricos, que bastante se están gastando ya tratando de convencernos de que hay que darle una oportunidad a la guerra.

Pero la ausencia más palmaria del documento es Israel, la mayor amenaza para el planeta, sin rival ahora que se ha descartado que el YR4 vaya a impactar contra la Tierra. Von der Leyen, la que nos va a sacar de esto, es una firme partidaria de la política de palestino muerto, abono pa’ mi huerto de Netanyahu. La ínclita, en octubre, viajó motu proprio a Israel a mostrar su total apoyo al genocida, aunque no tiene competencias en materia de política exterior. Entre sus antecedentes figura haber sido ministra de Defensa de Alemania y, por su alegría y gracejo, hace que Margarita Robles, la ministra de Vox del gobierno de coalición, parezca moderada. Apoyar al gobierno genocida de Netanyahu está pudriendo Europa mucho más que la guerra de Ucrania y en la siguiente temporada toca atacar a Irán en defensa propia. ¿En defensa de qué? Aún no se sabe, pero cuando empiecen a caer las MK-84 sobre Teherán, ya buscarán algún motivo. Me huelo que atacaremos en defensa propia.

Los europeos de a pie queremos que en Oriente Medio se cumpla el Derecho Internacional hecho a la medida de Occidente; Von der Leyen, el Antiguo Testamento. O lo resolvemos o estamos desacreditados para exigir a nadie —Putin incluido—, no ya que se abstenga de asesinar a más inocentes, sino que suba la tapa del wáter para mear.

Si hay que repensar la defensa europea, hay que repensar Europa de arriba a abajo. Si de lo que se trata es de militarizar la economía europea, es un buen inicio: la guerra eterna llegará sola. Pero si de robar va el juego, 800.000 millones me parecen pocos.

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