Rachel Cusk se pregunta por el origen de las creadoras en ‘Desfile’: “Quizás las mujeres deban volverse violentas”

Si en la canción de Carolina Durante todos los amigos se llaman Cayetano, en Desfile (Editorial Asteroide), el último libro de Rachel Cusk, todos los artistas se llaman G. Un atrevimiento que desconcierta al lector hasta que se ubica en una novela que carece de casi todos los elementos que caracterizan a una obra de dicho género literario. Pero el gusto por el desafío es uno de los rasgos distintivos de la autora canadiense que, más que inventar, hace ficción reordenando piezas de realidad. Libros del Asteroide lo ha publicado en castellano traducido por Catalina Martínez Muñoz y la editorial Les Hores en catalán con traducción de Núria Busquet Molist.
Con este libro, que se divide en cuatro partes –El doble, La comadrona, El saltador y El espía–, la escritora continúa con el paseo por el mundo de las artes visuales que comenzó con Segunda casa, en 2021. Aunque el motivo de usar una misma letra como nombre para los artistas que aparecen sea preservar su anonimato, no es difícil jugar al ‘quién es quién’ con ellos: ¿es mujer y hace esculturas de arañas enormes? Louise Bourgeois; ¿es pintor y ha decidido representar el mundo al revés, incluida a su mujer? Georg Baselitz; ¿es negro y practica la pintura abstracta? Norman Lewis. Sin embargo, a Cusk no le parece relevante que los lectores sepan o no quiénes eran en la vida real, de ahí que todos sean tocayos de letra.
Como en todos sus trabajos, su biografía se ha colado en las historias. De hecho, sus seguidores pueden divertirse también con un ‘quién es quién’ de su vida: ¿abogado, fotógrafo y padre posesivo? ¡exmarido! “Las raíces de la literatura y la práctica literaria en su nivel más alto siempre son fruto de la experiencia privada o personal. Lo reorganizas, creas algo con ello, pero la vida es tu material”, explicó a elDiario.es y otros cuatro medios en la sede de Libros del Asteroide en Barcelona.

La principal pregunta que plantea Desfile es, según Cusk es: “¿En qué momento y cómo las mujeres encuentran un lugar para convertirse en verdaderas creadoras?”. En el libro, los personajes que tienen esposas se pueden dedicar a desarrollar su obra sin límites, ya que ellas se encargan de la crianza de los hijos y el resto de asuntos cotidianos. Las mujeres, sin embargo, cambian su trayectoria –rebajan la intensidad de sus pinturas, por ejemplo– para intentar amoldarse a su condición de madre y, además, seguir casadas. “¿Dónde comenzaría la historia de la mujer creadora? Hay algunas sugerencias, una de las cuales es la violencia”, apuntó “quizás las mujeres tengan que volverse violentas para ganar ese terreno y generar su propia visión”.
Todos los niños lloran
La maternidad es un asunto recurrente en la obra de Cusk y no falta en su nuevo trabajo. De hecho, uno de sus mayores escándalos se produjo con la publicación, en 2001, de sus memorias A Life's Work: On Becoming a Mother en el Reino Unido, país en el que residía en aquel momento. Cuando llegó a España en 2022 –Libros del Asteroide lo sacó en castellano traducido por Catalina Martínez Muñoz con el título Un trabajo para toda la vida– no provocó reacciones airadas, pero a principios del siglo XXI que maternar no era un camino de rosas aún era un tema tabú. Al menos para gente como una periodista que señaló que si mucha gente leyese el libro, la humanidad se extinguiría.
Años después de aquel terremoto, Cusk publicó en The Guardian el artículo Solo estaba siendo honesta, en el que explicaba el porqué del libro y su perplejidad ante la indignación de la crítica y los lectores. En dicho escrito hay un párrafo que dice: “Allí estábamos yo, mi marido, la hija de ocho años de mi marido y nuestros dos hijos: un bebé que lloraba apasionadamente cada vez que me movía fuera de su campo de visión, y su hermana, quince meses mayor”. En Desfile, la esposa del primer G confiesa que: “Estos niños llorones me llenan de impaciencia y también de una especie de temor, como si representaran una tarea universal de la que nunca podré liberarme”. Los hijos de esa mujer ya han crecido, pero su sensación de responsabilidad no desaparece. “Ser madre es vivir atravesada por el momento y sin posibilidad de escape”, asevera el personaje.
“¿Qué puedo decir? Es cierto, los hijos no desaparecen. Es una condición permanente”, declaró Cusk cuando le preguntaron acerca de esa frase. La escritora desarrolló que con este y con su libro anterior ha intentado ver el alcance de la vida femenina, que va más allá de las estructuras de la biología. Uno de los ejemplos que ofrece en la novela es el de Louise Bourgeois, que primero fue madre y esposa y después tuvo una segunda etapa en la que se desarrolló como artista, liberada de las obligaciones familiares “aunque no completamente”, señaló ante la prensa. “Lo interesante es que usa esa segunda vida realmente para cuestionar todo lo que había en la primera, lo relacionado con su existencia biológica”.
En 2015, Gran Bretaña volvió a poner el grito en el cielo por otra de sus memorias temáticas: Despojos. Sobre el matrimonio y la separación, que llegó a España en 2020 de la mano de Libros del Asteroide y, de nuevo, traducido por Catalina Martínez Muñoz. En esta ocasión, contaba la experiencia de su divorcio de su segundo marido, Adrian Clarke, que es el padre de sus dos hijas. El proceso no fue para nada amigable y la autora lo explica aunque se guardó los detalles sobre qué fue lo que provocó la ruptura (algo que no gustó a los que la criticaron precisamente por airear sus intimidades, como si dijesen ‘ya que lo cuentas, cuéntalo todo’).
Sin embargo, más allá del salseo, el libro es interesante tanto por las reflexiones que realiza acerca de las decisiones que tomó: tanto ser ella la que trabajase fuera de casa y él quien se encargase de la vida doméstica como negarle la custodia compartida y pasarle una manutención a su ex. “Creía que era él quien había desempeñado el papel de la mujer en nuestro matrimonio, y al parecer esperaba que yo lo defendiera de mí misma, del macho opresor. Creía que hacer la compra, cocinar y recoger a las niñas en el colegio eran tareas femeninas. Yo, en cambio, cuando más asexuada me sentía era cuando hacía esas cosas”, escribió. Y los británicos se llevaron las manos a la cabeza.
En pack de tres
Esas controvertidas autobiografías llegaron a las librerías españolas gracias en parte al éxito que tuvo la publicación de la trilogía de novelas A contraluz (A contraluz (2016), Tránsito (2017) y Prestigio (2018)). Fiel a su estilo de usar las vivencias para contar historias, se tratan de trabajos de autoficción aunque se escapan de lo convencional por su forma de escribir, con una narración compuesta de voces que fluyen por el cauce de una trama que parece no existir. Cada título es el relato de una experiencia, de un tiempo de vida acotado que podría no ser interesante pero, sin embargo, lo es.
Las raíces de la literatura y la práctica literaria en su nivel más alto siempre son fruto de la experiencia privada o personal
Según explicó en Barcelona, un tercer libro sobre el mundo del arte está en camino. Sería una especie de continuación de Desfile porque aún tiene cosas que decir sobre el universo en el que se emplaza. “Me resulta muy difícil escribir y mi concepción de los libros suele ser breve (...) muy a menudo, solo puedo llegar a donde realmente quiero ir en dos o tres saltos, que es muy parecido a lo que pasó con la trilogía”. Es tentador pensar que este interés está causado por su matrimonio con el artista Siemon Scamell-Katz, pero Cusk comentó que, aunque escribe desde que era niña, en su adolescencia le atraían más las artes que la literatura. “No creo haber visto que uno pudiera aprender lecciones del artista visual para convertirse en un tipo diferente de escritor. Y quizás ahora he aprendido esa lección”.
Pese a que Desfile no es, ni seguramente lo vaya a ser, su obra más aplaudida, la Universidad de Londres, en asociación con el New Statesman, le ha concedido el Premio Goldsmiths 2024. Ella, que desde hace cuatro años reside en París, lo ha recibido con cierto rencor: “Fue muy sorprendente porque normalmente en los premios del Reino Unido me ignoran por completo. Creo que esta fue la cuarta vez que fui preseleccionada para este premio, así que no me lo dieron sin humillarme primero”. Ese mismo año obtuvo el premio italiano Malaparte (que antes ganaron otros como Benjamín Labatut, Yasmina Reza, Susan Sontag, Nadine Gordimer o Emmanuel Carrère) y el título de Chevalier de l'ordre des arts et des lettres. Parece que la sombra de la polémica ha quedado atrás o, al menos, de momento.
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