El regalo envenenado de Vox a Mazón: mantenerlo para quemar la marca PP

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Carlos Mazón es un zombi político, un presidente que necesita respiración política asistida. Los medios conservadores reclaman su dimisión. Tiene difícil salir a la calle sin que le abucheen. Su agenda se reduce al mínimo, a sus lugares seguros y ni tan siquiera se ha asomado al balcón del Ayuntamiento de Valencia, en otros tiempos tribuna de agitación conservadora. Y además, las encuestas hablan de un 'efecto Mazón' que daña la marca PP. El jefe del Consell, se ha convertido en un problema para los suyos.
Que Carlos Mazón no tendrá una carrera política especialmente larga es algo que empieza a resonar el Partido Popular de la Comunitat Valenciana, aunque el presidente se empeñe en aparentar normalidad. “Me he comprometido a la recuperación”, decía este lunes al anunciar el pacto presupuestario con Vox. Pero si alguien comprende que su situación pende de un hilo es quien tiene poder para manejarlo, quien sigue de cerca sus pasos, quien mantiene una relación próxima con él. En el partido que dirige Santiago Abascal son plenamente conscientes del poder que tienen sobre Carlos Mazón y de cuánto les beneficia que siga al frente de la Generalitat Valenciana pese a su desastrosa gestión de la DANA y su desaparición todavía inexplicada en los momentos que decenas de valencianas y valencianos morían ahogados.
Sostener al presidente al que todos quieren echar puede pasarles factura, pero en Vox han optado por una estrategia a largo plazo: deben engordarlo ahora para consumirlo después. Por eso este lunes, tras semanas de negociación, han decidido darle un balón de oxígeno y permitirle anunciar triunfante un acuerdo presupuestario. Mazón aprobará el borrador de las cuentas públicas el jueves, 20 de marzo, en plena resaca de las fallas. Tras él, comparecerá el portavoz de Vox en las Corts, José María Llanos, que ha prometido guardar silencio hasta entonces. En mayo, si todo va bien, tendrá unos presupuestos aprobados que debería darle vida hasta 2026, si el proceso penal de la DANA no acaba revelando algún detalle trascendental y que pueda señalarlo directamente.
El movimiento implica salvar al soldado Mazón tras meses en un tira y afloja, un presidente que ha fiado su futuro político a la reconstrucción tras la riada. Un futuro que requiere, sí o sí, de un proyecto presupuestario que materialice sus compromisos, de agilidad en las ayudas y en la tramitación. Mazón necesita vender algo sólido para cuando en el partido pidan su cabeza de manera tajante, poco antes de las próximas elecciones autonómicas, tal vez en el próximo congreso, previsto para verano pero aplazado sine die. Y no puede hacerlo sin una decena de votos que le garanticen que sus cuentas, leyes o decretos saldrán adelante, porque uno puede fingir en los discursos que no hay problemas a su alrededor, que la instrucción judicial no le acecha, pero los números en las Corts, los diputados que aprietan el botón, son inalterables. Y la realidad es que el PP de Mazón gobierna en minoría, con 41 votos de los 99 del Parlamento autonómico.
Este lunes Vox ha promocionado como un éxito su acuerdo presupuestario con Carlos Mazón. El partido habla de celebración, de haber conseguido que Mazón rectifique. “El Grupo Parlamentario VOX celebra que Mazón rectifique y reconozca que VOX tiene razón cuando dice basta al Pacto Verde y a las políticas que fomentan la inmigración ilegal”, es el titular de su comunicado sobre el acuerdo, emitido desde la dirección nacional. Se sienten tan fuertes que no han dudado en exhibir sus condiciones, conscientes de la factura que le pasa a Mazón y al PP de Feijóo.
Es un remake del pacto de 2023, cuando Mazón, sin esperar a la dirección nacional, fue el primero del ciclo en meter a la extrema derecha en el gobierno, lastrando a Feijóo en las generales. Como entonces, quieren ser la vanguardia en el resto de España. Al PP no le ha quedado más remedio que asegurar que estaban informados del pacto, asumir los postulados de Vox y pedir que se haga lo propio en otras comunidades. Como entonces, también ha participado la dirección nacional de Abascal en las negociaciones. A saber: un almuerzo en Madrid entre Mazón y Abascal la pasada semana; otro entre los jefes de gabinete del Presidente y la Presidenta de las Corts Valencianes en el restaurante del Parlamento autonómico y una visita de la vicesecretaria de Vox a Valencia el viernes antes de Fallas.
¿Pero qué interés puede tener la ultraderecha en mantener al líder autonómico más cuestionado del país? En primer lugar, sacar tajada. Entre la veintena de puntos que los ultras han exhibido, que pasan por recortar en política lingüística, memoria histórica y políticas verdes -medidas contrarias a la legislación y que provocan el enfado en la izquierda- está escondido el objetivo principal: participar en la gestión de los fondos de reconstrucción, un chorro de dinero y recursos públicos que llegará del Gobierno central y los mecanismos europeos. Siempre hay que mirar el rastro del dinero, como ha venido contando elDiario.es con los contratos de emergencia.
De paso, los ultras atizan disimuladamente al vicepresidente segundo del Consell, Francisco José Gan Pampols, cuyo único cometido es pilotar la reconstrucción desde una conselleria sin personal. Gan Pampols no ha comparecido para anunciar el acuerdo ni se ha pronunciado. Al fichaje estrella de Mazón, que arrancó con una gran polémica sobre su sueldo, se le acumulan los agravios. En Vox deciden el gobierno sin estar en el gobierno. Marcan la política sin mancharse en la gestión.
En segundo lugar, Vox parece querer seguir quemando al presidente, que se cuece a fuego lento. La Comunitat Valenciana es uno de sus principales caladeros de votos de la derecha y la ultraderecha. Con el 11% de la población, no se entiende una victoria en unas elecciones generales sin pasar por una victoria en el País Valenciano.
En Vox saben que cada día que pasa con Mazón al frente del Ejecutivo es un día que los ultras suben en intención de voto. Lo saben por encuestas como la de La Razón, que recientemente ha titulado: “Mazón hunde al PP en la Comunidad Valenciana”, basándose en sondeos internos del PP, o “El «efecto Mazón» ya daña al PP: Vox y Sumar sacan rédito de la DANA”, avalado por una encuesta de NC report. En unas generales, el PP perdería tres diputados en la Comunitat Valenciana, de los que dos se irían a Vox y uno a Sumar. También lo saben por el editorial del diario ABC, por los comentarios que le dedica Federico Jiménez Losantos o Ana Rosa Quintana, referentes de la derecha mediática. En Vox se alimentan de la incertidumbre, del conflicto entre Gobierno y Generalitat -ese discurso antipolítico del todos son iguales-, del hartazgo ciudadano. Por eso les conviene seguir alentando la pugna, mantener otro día más al presidente que copa los informativos.

Desde la DANA, que les pilló ultimando los presupuestos que nunca se presentaron, la formación de ultraderecha ha mantenido un perfil más bajo del que acostumbra. Desde la ruptura estival no tienen que gestionar, así que tampoco pueden cometer errores. Están apartados del foco. Y esperan en silencio, relamiéndose, los tropiezos de los demás. Engordan a la presa para comérsela. Aunque sea a través de un regalo envenenado.
El presidente valenciano nunca ha tenido reparos en gobernar con la ultraderecha. Lo reconoció en una conversación con cargos locales del partido, donde meses antes de las elecciones apuntó su predisposición a ceder: “En el peor de los casos tendríamos que chupársela a uno de Vox, que vienen aquí a tocar los cojones”, dijo en una reunión que fue grabada. Medio año después, introducía a Vox en el Gobierno autonómico con dos consellerias y una vicepresidencia. Desde la DANA siguen circulando audios con otras ideas que comprometen la estrategia del presidente.
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