El movimiento obrero durante el franquismo: la “explosión de las huelgas” y la lucha por las libertades democráticas

“Una de las novedades más importantes de cuantas se produjeron a lo largo del segundo franquismo, especialmente en su último tramo, fue el grado de conflictividad laboral, desconocida hasta esos momentos en España”, reconoce el profesor de Historia Contemporánea en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) e investigador del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, José Antonio Pérez, que ha coordinado y participado en las jornadas 'Una sociedad en movimiento: la reorganización de la trama ciudadana desde los movimientos sociales' celebradas en la UPV/EHU con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco. Según explica Pérez, la ilegalización de las huelgas y las organizaciones sindicales de clase y la puesta en marcha de una restrictiva legislación laboral que recortaba los derechos de los trabajadores durante el franquismo hizo que las protestas y conflictos laborales se produjeran hasta el final de la dictadura.
“La represión del régimen franquista hizo que ese tipo de conflictos donde se exigen mejoras laborales acaben convirtiéndose en protestas, sobre todo a finales ya de la dictadura, donde se pasa a pedir libertad, libertad política, libertad sindical, etcétera. En ese proceso las organizaciones actuaron mayoritariamente en la clandestinidad durante los últimos años del franquismo y tienen un importante protagonismo en la transición política. Frente a un relato que ha tenido un enorme calado, sobre todo difundido por algunos medios de comunicación a lo largo de la Transición, que fue prácticamente un pacto entre las élites del franquismo y de la oposición política, algunos historiadores opinamos que el asunto es más complejo. Fue un proceso donde intervinieron grupos vinculados al movimiento obrero, grupos feministas y grupos estudiantiles”, detalla Pérez a este periódico.
El aperturismo en el terreno económico favoreció las nuevas inversiones y el desarrollo de la industria, en detrimento de la agricultura y la ganadería. “La demanda de mano de obra y la llegada de decenas de miles de trabajadores a las grandes ciudades procedentes del campo fueron decisivas en este proceso, del mismo modo que lo fue la promulgación de la Ley de Convenios Colectivos de 1958, impulsada por el régimen para tratar de modernizar las relaciones laborales de la nueva coyuntura y lograr un aumento de la productividad. Pero la posibilidad de negociar unas mejores condiciones de trabajo puso de relieve rápidamente las limitaciones de la nueva legislación, que mantenía aún importantes restricciones. Las más notables afectaban a los trabajadores. La nueva conflictividad fue, en este sentido, la constatación más evidente de un problema que venía a poner de relieve las diferencias de intereses que existían entre las dos partes implicadas en las relaciones laborales. El desencuentro en las negociaciones de los convenios, que daría lugar al estallido de los conflictos y las huelgas durante los años sesenta, también reveló la incapacidad del propio régimen para impulsar una verdadera modernización del mundo laboral, tratando de mantener por todos los medios el control sobre la representatividad de los trabajadores”, sostiene el historiador.

En este sentido, llama la atención la “explosión de huelgas”, como Pérez la define, a lo largo de los años. A modo de ejemplo, recuerda que en 1963 hubo 777 huelgas, en 1970 un total de 1.595 huelgas, en 1975 y, solo un año después, en 1976, la cifra ascendió hasta las 40.170 huelgas que congregaron más de dos millones de participantes. “En todo este proceso no debemos olvidar la incorporación de las mujeres, sobre todo las más jóvenes, cuya participación en el movimiento obrero, sobre todo en sectores feminizados como el textil, la educación o la sanidad, resultó crucial durante este periodo”, detalla Pérez en su artículo '1970/1976: un huracán de huelgas'.
“La respuesta del franquismo contribuyó a politizar los conflictos. El tema ha sido tratado y debatido durante años por diferentes especialistas. Es cierto que mayoritariamente las huelgas tuvieron su origen en reivindicaciones centradas en los aumentos salariales y la mejora de las condiciones de trabajo, pero desde 1970 y hasta el final de la dictadura se incrementó el número de conflictos en solidaridad con los represaliados y en protestas abiertamente políticas que exigían libertad y amnistía, especialmente en los últimos años del régimen. Un factor a tener en cuenta es la extremada dureza de la represión y el uso desproporcionado de la fuerza que desplegaron los cuerpos policiales para tratar de disolver las manifestaciones”, recoge el historiador.
La violencia ejercida radicalizó la respuesta de los trabajadores e incrementó el activismo de las organizaciones antifranquistas dentro del movimiento obrero. Durante los años sesenta, a pesar de los duros conflictos y el estallido de manifestaciones protagonizadas por los trabajadores en huelga, las cargas policiales, los detenidos y torturados en comisarías, no se produjeron víctimas mortales. Sin embargo, la situación cambió radicalmente en el tramo final de la dictadura y entre 1971 y 1973, hasta siete trabajadores murieron como consecuencia de las brutales intervenciones de la policía para sofocar las protestas en los numerosos conflictos laborales que se originaron durante aquellos años.
Las jornadas 'Una sociedad en movimiento: la reorganización de la trama ciudadana desde los movimientos sociales' celebradas en la UPV/EHU con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco, cuentan con el objetivo de “hacer un balance sobre el proceso de transición de la dictadura a la democracia y tratar de profundizar en la recomposición de la trama ciudadana y en el proceso de recuperación de las libertades democráticas que impulsaron diversos movimientos sociales, desde el protagonizado por las luchas obreras que estallaron en la segunda mitad del franquismo hasta el que tuvo lugar en torno a las asociaciones de vecinos y estudiantes, sin olvidar el que reivindicó los derechos sexuales y reproductivos de una sociedad que estaba cambiando a un ritmo vertiginoso”.
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