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Un jubilado dedica diez años a analizar miles de partidas bautismales y reconstruye la vida de cientos de apellidos alaveses

El Seminario Diocesano de Vitoria, donde tiene su sede el Archivo Histórico Diocesano, que custodia los registros bautismales de entre los siglos XVI y XIX

Rubén Pereda

Vitoria —
21 de marzo de 2025 21:46 h

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Martínez, Fernández, Pérez, García, Agirre, López, Sáenz, González, Salazar y Ugarte. Son los diez apellidos más frecuentes entre los alaveses que se bautizaron en alguna de las parroquias de la provincia entre los comienzos de los registros bautismales allá por el siglo XVI y finales del XIX. El primer compuesto alavés (esos apellidos que combinan un patronímico acabado en -ez o -iz y un lugar de Álava) en la lista es Ortiz de Zárate, que llega un poco después. Son algunos de los muchos datos que ha compilado el sociólogo Mikel Marañón a lo largo de una labor investigadora que le ha tomado más de diez años y que ahora ha puesto en manos de la ciudadanía a través de una colaboración con la Fundación Sancho el Sabio. Dentro de no mucho tiempo, la fundación pondrá en marcha un recurso que se podrá consultar simplemente haciendo una reserva.

Marañón ha pasado diez años sumergido entre registros bautismales. Son las partidas que el cura de la parroquia rellenaba cada vez que unos padres del pueblo llevaban un niño a que lo bautizaran. La Diócesis de Vitoria, que se separó en su momento de la de Calahorra y se quedó también en su jurisdicción con Orduña y los pueblos del Condado de Treviño, ha generado entre comienzos del siglo XVI y finales del XIX alrededor de 830.000 registros bautismales. Han sido la piedra angular del trabajo de Marañón, que también se ha fijado en algunos casos en los registros de matrimonio y de defunción. Todos los de Euskadi fueron digitalizados en su momento y ahora se pueden consultar en esta página web para posteriormente solicitar al Archivo Histórico Diocesano correspondiente las copias que se deseen.

¿Por qué se empezaron a guardar registros de cada bautismo? La tradición tiene su origen en el Concilio de Trento, que en el siglo XVI estableció algunas de las normas más importantes por las que se rige la Iglesia católica. De ahí nació la obligación de que los curas plasmaran sobre el papel datos relativos a los bautismos que se sucedían en su parroquia, so penas de multa. Ya antes de este requerimiento, la Diócesis de Calahorra, antes de la disgregación de Vitoria, había empezado a solicitarlos. En el caso de Álava, Marieta primero y Cripán segundo son las localidades que guardan los registros más antiguos, con bautismos de los que ha transcurrido ya más de medio milenio.

Ya jubilado de su trabajo como profesor en la Universidad de Deusto, Marañón, que también trabajó para la Administración vasca en sus inicios tras la dictadura, se vio inspirado para iniciar su monumental investigación por la labor de Juan Vidal-Abarca, que hace ya cuarenta años recuperó documentos del siglo X en los que figuraban apellidos alaveses. Aunque el trabajo de Marañón está más acotado, entre el siglo XVI y finales del XIX, existen también muchas limitaciones. “Cada maternidad sigue su norma”, le gusta decir, para reflejar que puede haber tantas variantes como niños hayan nacido. Y las limitaciones que surgen son igualmente abundantes y variopintas. “En el siglo XVI, por ejemplo, se da más importancia a los padrinos que a la madre. Ni siquiera se pone el nombre de la madre”, explica. Más adelante, ya a partir de mediados del XVII, se va incluyendo a la madre y también a los abuelos, con su pueblo de procedencia, lo que permite trazar genealogías más claras. También existen lagunas en el archivo. “Etxaguen, en Zigoitia, no tiene partidas, porque el libro se perdió. Un libro de matrimonios de Elvillar está sin vaciar porque falta media página y aparece quizá el nombre del marido pero no el de la mujer”, ilustra. Y hay una problemática que es recurrente: “Hay curas con una caligrafía estupenda pero también otros que la tienen malísima”. Pero se ha de arar con los bueyes que haya. “Es una base de datos que, con sus limitaciones, tiene un valor enorme”, resume Marañón. Se titula 'Arabizenak', un juego de palabras entre las palabras en euskera para designar a Álava y a los apellidos.

Un mar de tablas

¿Cuál es el resultado de este ingente volumen de trabajo? Son muy variadas las tablas que resultan de la agrupación de los datos que Marañón ha extraído y ofrecen diferente información. En primer lugar, está la frecuencia de cada uno de los 1.600 apellidos en los que se ha centrado en cada pueblo con parroquia de Álava. “Es una macrotabla con los bautizados por cuarto de siglo y apellido. Los apellidos se ordenan de mayor a menor, por lo que es monumental. Vitoria, por ejemplo, puede tener más de 6.000 líneas con sus correspondientes columnas, mientras que hay pueblos que pueden tener 300 o 50”, explica. En el periodo de estudio, los doce apellidos más frecuentes en Vitoria fueron San Vicente (con 1.001 bautizados), Agirre, Santa María, San Miguel, Ullíbarri, García, Martínez, Pérez, Urbina, San Pedro, Ortiz de Zárate y Fernández. Entre los documentos entregados a la Fundación Sancho el Sabio, hay también una segunda clase de tablas, que son las que recogen a los apellidos por su prevalencia. ¿Cuál es el apellido más importante de Moreda?, se puede preguntar, por ejemplo. Se calcula después una tasa de prevalencia de cada apellido entre el total de bautizados en la parroquia. Y se crea una dicotomía: están los apellidos prevalentes (que se dividen a su vez en dominantes, notables y frecuentes) y los infravalentes (que se clasifican como menores, minoritarios y raros).

Lo que Marañón llama “la madre del cordero” entra en escena al abordar lo que denomina la tipología referencial de cada apellido. “Los apellidos hacen referencia a un elemento identificativo. En casi todos los países es el nombre del padre, pero a veces no es suficiente y se recurre a añadirle un topónimo”, explica. Es lo que sucede con los apellidos compuestos alaveses. Martínez de Antoñana, por ejemplo, vendría a significar 'el hijo de Martín el de Antoñana', que es un pueblo de Álava. Pero no siempre es tan sencillo. “A veces es difícil saber a qué se refiere, establecer cuál es al verdadera referencia”, confiesa Marañón. ¿Por qué? Por varios motivos. Hay referencias a lugarse que con el tiempo ha quedado despoblados o de los que incluso apenas hay alguna mención antigua pero ni siquiera constancia de cuáles eran la longitud y la latitud en la que se encontraba el lugar al que se refiere el apellido, el punto concreto en el mapa sobre el que habría que colocar la chincheta. Y también hubo una época en los que estos apellidos compuestos que ahora apenas sobreviven en Álava eran más frecuentes en el norte peninsular, incluidos Navarra, Burgos y Soria. Un apellido compuesto puede nacer también por el simple hecho de que el cura uniese en uno solo el del padre y el de la madre, para pergeñar uno compuesto a partir de dos simples.

Marañón es sociólogo y las tablas son estadísticas. En más de una ocasión durante la presentación de su trabajo ante un nutrido público bromeó con que no resolvía consultas personales sobre los apellidos. Lo suyo son macrotablas con datos puramente estadísticos. “Una tentación muy frecuente en los que van a ver los registros sacramentales es sacar una conclusión general de un solo dato. Y cada bautizado tiene su caso”, recuerda una y otra vez. Desecha, asimismo, aquellas inferencias que de un mero apellido extraen la conclusión de que tal o cual rama familiar era de una etnia concreta, por ejemplo la gitana. “En los pueblos pescadores, el río es lugar de encuentro, mientras que para los de la montaña es de frontera”, recuerda que le decía un maestro, una frase que le sirve para subrayar la necesidad de relativizarlo todo.

Una tentación muy frecuente en los que van a ver los registros sacramentales es sacar una conclusión general de un solo dato. Y cada bautizado tiene su caso

Mikel Marañón investigador, autor de 'Arabizenak'

De su análisis geográfico, se desprende que el apellido compuesto alavés (Ortiz de Zárate, Ruiz de Azúa, Ortiz de Urbina y Ruiz de Gauna los más frecuentes) se da sobre todo en la zona oriental de la Llanada Alavesa. “En otras zonas como Ayala y Aramaio, la razón para que haya pocos apellidos toponímicos es que cada caserío tiene su propio nombre”, aduce Marañón. Los de los pueblos más compactos se identificaban con el pueblo en su conjunto, mientras que en las poblaciones más diseminadas era más común hacerlo con el caserío o el barrio concreto. De ahí que Bárbara sea un apellido que aparece en varias ocasiones entre los registros bautismales de Llodio, porque era el nombre de un conjunto de casas.

Y otro de los ejes del estudio es la longevidad de los apellidos y el tiempo que han estado establecidos en un mismo pueblo. Lo explica Marañón apoyándose en el ejemplo del apellido Betolaza, con el que se bautizó a 378 niños entre 1500 y 1899. En 1599, ya estaban bautizados 66 de esas personas, lo que supone más de un 17%. Y así se va calculando el acumulado cuarto de siglo tras cuarto de siglo. Betolaza no es ejemplo ni de apellido muy antiguo ni muy joven, pues un 45% de los bautizados con él lo recibieron antes de 1774 y el 55% restante desde entonces hasta 1899. Hay otros casos en los que la desviación es mucho mayor. Marañón extrae siempre un coeficiente de entre 0 y 1 y esto permite etiquetar cada apellido según su longevidad.

Asegura Marañón también que tiene ya tejida la reconstrucción familiar de todos los pueblos de la Rioja Alavesa y casi todos los de la Montaña Alavesa. Pero este trabajo tan minucioso y que tanto esfuerzo requiere le ha desbordado, confiesa. “Es un trabajo costosísimo y dificilísimo”, asevera. Ilustra la dificultad con el ejemplo de Santa Cruz de Campezo, que acumula alrededor de 8.000 registros bautismales. “A ocho horas diarias, se necesita un año para ligar a los hijos con los padres y los abuelos”, asegura.

“Una base de datos descomunal”

El resultado del trabajo de Marañón no es un libro, tampoco una revista o un artículo, sino un proyecto “exhaustivo” de investigación, recalcan desde la Fundación Sancho el Sabio. Cuando se presentó ante ellos con su trabajo, quedaron sorprendidos, asegura Jesús Zubiaga, que es el director. “Es una base de datos de un tamaño descomunal. Una vida dedicada a esto. Sería una pena haber dejado este trabajo en casa. Vamos a poner este trabajo a disposición de los investigadores. No es una publicación secuencial o tradicional, sino un trabajo inmenso con una base de datos inmensa”, han explicado esta semana desde la Fundación Sancho el Sabio en un acto de presentación organizado en el Vital Fundazioa Kulturunea, sito en la primera planta del centro comercial Dendaraba.

La Fundación Sancho el Sabio ya tiene previsto incluir entre sus recursos el fondo de Marañón. “Estará disponbile para cualquier persona que esté interesada en saber el origen de su apellido. No sacaremos la base de datos tal cual, pero haremos PDF de determinadas tablas que puedan interesar”, ha informado Cristina Gareta, subdirectora de la fundación. Así, se podrá reservar como un recurso más y, en el día y hora concretados, acercarse a la fundación y consultar las tablas estadísticas confeccionadas por Marañón.

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