María José Toña Guenaga: profesora de muchos, maestra de todos

Esta semana pasada ha fallecido, inesperadamente, nuestra hermana María José en Vitoria. La muerte de toda persona es dolorosa; la de nuestros conocidos, amigos y familiares nos toca de cerca y nos afecta más.

Pero es particularmente desgarrador que la muerte sobrevenga, rápida e inesperadamente, a una persona a la que queremos mucho y de la que pensamos que todavía tenía por delante una vida que podía compartir con fuerza, ilusión y alegría.

En estas ocasiones, todos necesitamos expresar nuestros sentimientos y memoria. Lloramos pocas veces, pero esta semana la hemos llorado con dolor intenso, con un grito permanente de que “no puede ser, no, esto no, María José no”. Pero, sí, ha sido. Y tenemos que aceptarlo.

María José ha sido una mujer hecha a sí misma, en tiempos en que las mujeres lo tenían todo más difícil. Ella era muy consciente del hándicap que ha supuesto nacer mujer durante mucho tiempo. Si algo la ha definido como profesional ha sido su condición de profesora, desde el instituto a la universidad.

Nacida en Ondarroa, después de realizar estudios de magisterio en Vitoria, se fue a Francia, dos años aprendiendo francés y costeándose sus estudios y estancia dando clases de español. Volvió a Bilbao, donde fue profesora de francés en el colegio de las Carmelitas de Indautxu. Entretanto, estudió la carrera de Filología francesa. Después de defender su tesis doctoral, fue profesora en la Universidad de Deusto y en la Escuela de Magisterio de la Diócesis de Bilbao.

Como mujer vasca, también se licenció en filología vasca. Tras casarse, siguiendo los pasos de su marido Alfonso, se trasladó a vivir a Vitoria, hace cuarenta años. Aquí, hasta su jubilación, ha sido catedrática y profesora del instituto mixto Francisco de Vitoria.

Decía María José en una entrevista: “El maestro no solo tiene que saber, tiene que saber enseñar amando. Ser profesora es una vocación, es una misión, que se realiza con el corazón. Quiero que aprendáis francés, pero me importa más que salgáis de aquí queriendo saber más francés del que habéis aprendido conmigo”.

Y, como añade nuestro sobrino Ramón, “la tía ha sido profesora de muchos, pero maestra de todos”. Durante veinte años más, después de su jubilación, ha gozado de una vida plena, ha hecho posible que todos los que la han conocido se hayan sentido queridos, alegres y reconfortados.

Ha proseguido organizando numerosas actividades culturales y apoyando a La Peña Vitoriana, allí donde se ha sentido querida y ha esparcido su felicidad. María José, en su condición de persona creyente, ha dinamizado en la parroquia de la Sagrada Familia muy diferentes actividades. También realizaba las lecturas en euskera, su lengua materna.

Durante estos días, hemos visto y palpado la siembra de su trabajo y su cariño. María José permanece en todas las personas que le han conocido como una mujer que ha dado ejemplo de entrega, de cariño, de educación, de atención a los desprotegidos. Aunque ella no tuvo hijos, ha sabido gozar y compartir con sus sobrinos y sobrinos-nietos un amor muy especial. Ella es “la tía” por excelencia, una segunda madre que les ha dejado una impronta de saber hacer, saber amar, compartir y disfrutar.

Para los que creemos, Jospa está entre nosotros, disfrutando de una vida plena, en paz. Hasta pronto María José. Ahora sí, descansa en la paz. Eskerrik asko por todo lo que de ti queda con nosotros.